La sonrisa de un niño a orillas del atlántico en el Senegal con un cangrejo en sus manos me hizo reflexionar. Lo había conseguido de la pesca de su padre. El espectáculo era hermoso, un juego plateado de cielo, mar y redes y la complicidad de hombres y mujeres con la ilusión de cotidiana de conseguir alimento, trabajando unidos, organizados, compartiendo.
El niño con su cangrejo era feliz, probablemente su tesoro más preciado, en todos mis años como cooperante, esta escena me había conmovido de verdad. Nada es nada, pero se comparte todo, para nuestro protagonista el cangrejo era lo más importante de su vida y siguiendo el ejemplo de sus mayores lo mostró a sus amigos, lo compartió.
Lo primero y fundamental que debemos reconocernos es evidenciar que nuestra evolución y desarrollo depende de nuestra relación con los demás. Las acciones de los seres humanos y sus consecuencias no deben afrontarse de manera aislada.
No solo nos afecta a nosotros, tienen una directa repercusión sobre el colectivo al que pertenecemos o con el que nos relacionamos. Organizarnos, ayudarnos es absolutamente necesario, en su eficaz cálculo, nos prepara para vivir un buen futuro y nos ayuda evolucionar de manera individual y colectiva.
La organización siempre debe preceder a la acción, y resaltar el trabajo en comunidad es muy importante, siempre envueltos en los diferentes enfoques y diferentes miradas ante una situación, puesto que cada uno de nosotros posee una visión muy particular de la realidad. Compartir es vital, ayudarnos es del todo nuestro destino.
El reto entonces se encuentra en estos días en la coherencia dentro del mundo global en el que vivimos, ser capaces de dejar de lado intereses particulares y pensar en el bien común, en aunar esfuerzos desde el presente para incidir en el mañana, sin conflictos, de manera participativa y por supuesto en comunidad.
Cada uno de nosotros debemos interiorizar nuestra implicación individual y colectiva en el desarrollo de nuestra comunidad desde el respeto, la solidaridad y la inclusividad. La creatividad en la diversidad nos hace fuertes, positivos y constructivos.
En este sentido, es un claro ejemplo para todos nosotros, la riqueza de tribus y razas que existe en el Senegal, ya que los hace ser individuales y plurales al mismo tiempo. Su diversidad es enorme y su ejemplo de globalidad todavía más.
Sus propias culturas y ceremonias se entrelazan unas con otras, se comparten, se disfrutan, se respetan. Se sienten muy orgullosos de ser diversos, reconocen el valor de su patrimonio que va pasando de forma impecable de generación en generación. Se cuidan mucho unos a otros.
Todo ello se refleja muy bien en la mujer africana, a la que admiro muchísimo En el marco de la diversidad en el Senegal, ellas son un motor indispensable de transmisión de su cultura. Los tejidos que lucen con tanta elegancia muestran lo que son y de dónde vienen, pero también muestran sus tradiciones, ceremonias y folclore.
En el ejercicio de la responsabilidad que lleva trabajar en comunidad, ellas representan la columna vertebral del continente africano. Son la voz silenciosa de África, lo que las convierte en poderosas y sin ninguna duda en la referencia para toda mujer en el mundo. Son disciplinadas, organizadas, muy trabajadoras, elegantes.
Es impresionante verlas interpretarse en el escenario de su propia vida. Sobre ellas recae la organización del hogar. Compatibilizan sus quehaceres cotidianos en sus nidos con la responsabilidad de salir a buscar alimento y un futuro para sus pequeños.
De verdad, admirables, su sonrisa es permanente a pesar de la carga de trabajo que soportan, pero lo que más impresiona es su interior, su enorme instinto de supervivencia las convierte en mujeres únicas y esperanzadas. Yo me fijo mucho en ellas, me marcan una clara hoja de ruta que me lleva a la conclusión de conocer nuestro lugar en el mundo, estamos para ayudarnos.
Más allá del efecto bumerán que siempre resulta de tratar de hacer el bien, es el beneficio espiritual e incluso físico lo que provoca hacer las cosas de forma constructiva, pensando en los demás. Es puritita coherencia, que nos enraíza en este mundo y nos reafirma en la felicidad.
Nos empeñamos en ver las sombras cuando de verdad solo existe la luz. Si conseguimos superar el miedo que hace levantar muros y nos colocamos en el foco de la globalidad desde el interior de cada alma, el miedo da darse a los demás desaparecerá.
No es una ilusión, creedme, es la experiencia de tantos años en África, lo que me reconoce como un ser humano, parte de una cadena sólida, indestructible y real. En el Senegal tenemos un dicho: nit nittay garabam "El Ser Humano es el remedio del Ser Humano". ¡Qué gran verdad!