Jo Alexander con su libro 'Una mujer cualquiera vuelve a casa'.

Jo Alexander con su libro 'Una mujer cualquiera vuelve a casa'.

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Papeles invertidos: cuando la violencia les apunta a ellos

Jo Alexander
Publicada

Hay historias que se buscan con empeño, que surgen de una obsesión o una pregunta sin respuesta. Pero otras llegan sin previo aviso, como llamadas inesperadas que nos desvían del camino trazado. Así fue el origen de Una mujer cualquiera vuelve a casa.

En aquel momento, estaba completamente inmersa en la escritura de una novela. Vivía atrapada en su estructura, sus personajes y sus dilemas narrativos. No tenía espacio mental para otro proyecto. Pero entonces sonó el teléfono. Desde el colectivo de escritoras Les Germanes Quintana me propusieron escribir un relato sobre una mujer asesina para un libro que se publicaría pronto.

Mi primera reacción fue negarme. Tenía demasiado entre manos, y aceptar significaba desviarme de mi plan. Pero algo en la propuesta me inquietó. ¿Por qué no podía dedicarme a una historia breve, aunque solo fuera como un ejercicio? Así que finalmente acepté.

Ese primer relato lo escribí con la idea de que sería un paréntesis en mi trabajo. Pero mientras lo desarrollaba, me di cuenta de que estaba explorando algo que iba más allá de una simple narración criminal. Había en esa mujer asesina una complejidad y un humor negro que me fascinaba. Sus motivaciones no eran planas, no obedecían a un arquetipo ni a una lógica convencional. No era simplemente malvada ni una víctima de las circunstancias. Era un personaje con múltiples capas, con luces y sombras que se entremezclaban.

El resultado me gustó tanto que no pude detenerme. Lo que en un principio parecía una simple colaboración acabó convirtiéndose en una obsesión. La novela en la que trabajaba quedó relegada a un segundo plano. Empecé a escribir más relatos sobre mujeres que matan, cada una con su historia particular, con sus propias razones para cruzar la línea de lo permitido.

Uno de los aspectos que más me interesó al desarrollar estos relatos fue huir de los clichés sobre las mujeres asesinas. En la literatura y el cine, solemos encontrar dos tipos predominantes: la femme fatale manipuladora y la víctima empujada al crimen por una situación extrema. Yo quería ir más allá.

Mis personajes no son heroínas ni villanas, sino mujeres con pasados complejos y decisiones difíciles. Algunas matan por venganza, otras por accidente, algunas porque no ven otra salida, y otras simplemente porque pueden. La violencia en sus historias no siempre es espectacular ni premeditada. A veces es silenciosa, casi accidental, otra es fría y calculada. Pero siempre tiene consecuencias.

Nunca planeé escribir un libro de relatos. Como autora, mi tendencia ha sido siempre la narrativa de largo aliento. Sin embargo, esta vez el propio proceso me enseñó algo nuevo: la potencia del cuento como una forma de narrar con precisión y contundencia.

Cada relato de Una mujer cualquiera vuelve a casa fue un desafío en sí mismo. Algunos surgieron con rapidez, como si la historia ya estuviera ahí, esperando a ser escrita. Otros me exigieron más trabajo, más reescrituras, más ajustes hasta encontrar el tono exacto.

Pero lo que realmente me impulsó a escribir el libro no fue tanto la figura de la asesina como la de la víctima. En todos los relatos, las víctimas son chicos menores de veinte años, jóvenes hermosos y vulnerables, o con una personalidad atormentada. No son víctimas al azar ni cuerpos vacíos en la narración, sino presencias esenciales, figuras marcadas por una relación compleja e inquietante con sus asesinas. Me encantó darle la vuelta a la realidad y explorar la figura del hombre como víctima.

Cada historia es un juego de tensiones, un vínculo cargado de deseo, poder y fatalidad. La violencia no surge de la nada, sino de dinámicas intensas donde la atracción y la destrucción se entrelazan. Más que contar historias de mujeres que matan, quise explorar la fragilidad de estos jóvenes y la tragedia que los envuelve.

Por otra parte, la imagen de una mujer regresando a su hogar tras haber cometido un crimen me parecía poderosa. Esa idea de que, después de un acto extremo, la vida continúa. Se vuelve a casa, se prepara la cena, se observa el mundo desde la ventana. Porque matar no siempre es un punto final; a veces, es solo un punto y seguido.

Después de escribir varios relatos, supe que tenía un libro entre manos. Seleccioné los mejores, los que mejor dialogaban entre sí, y los trabajé con la misma minuciosidad con la que abordaría una novela.

Cuando las editoriales Columna y Alrevés decidieron publicarlo, sentí que este proyecto inesperado había encontrado su lugar. Un libro que nació de una simple propuesta, de un "¿por qué no?", y que acabó convirtiéndose en uno de los trabajos más reveladores de mi carrera.

Ahora, con el libro ya en manos de los lectores, me doy cuenta de que las historias que más nos transforman no son siempre las que planeamos escribir, sino aquellas que nos encuentran en el momento justo y nos empujan a lugares que nunca imaginamos explorar.