¿Te pasa que en las épocas de estrés te encuentras más hinchado? Si te ocurre, no te alarmes, tiene mucho sentido y es muy importante entender la conexión para poder solucionar tus problemas digestivos.
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Muchos de los desequilibrios gastrointestinales que vemos en consulta, a menudo, han sido provocados por altos niveles de estrés mantenidos en el tiempo. Por ejemplo, el SIBO, cuya causa más común es el estrés, y si este no se mejora, es muy habitual que haya muchas recidivas.
Por eso es fundamental que tratemos estos problemas desde la raíz y con un tratamiento integrativo 360. La alimentación, el control del cortisol y la búsqueda del equilibrio gastrointestinal en su globalidad (correcta producción de ácidos gástricos, una mucosa sana, una inmunidad fuerte y una microbiota equilibrada) son esenciales.
Cuando tenemos altos niveles de estrés mantenidos en el tiempo, la hormona que lidera ante tal estado de alerta es el cortisol. Esta hormona prepara al cuerpo para las grandes exigencias, nos ayuda a estar atentos, a tener energía a tope para poder con todo y llegar a todas partes.
Es una gran aliada cuando necesitamos de su ayuda, el problema es cuando la requerimos todo el tiempo y no le damos tregua, entonces sus efectos se vuelven negativos. El estrés cronificado tiene efectos nefastos sobre nuestra salud general y en especial, sobre nuestra salud digestiva.
Cuando estamos con el cortisol a tope, el sistema nervioso simpático se activa, es el sistema de la acción, que aumenta la frecuencia cardíaca, respiratoria, circulatoria… Pero, sin embargo, inactiva la digestión, se inhibe la producción de los jugos gástricos y los movimientos intestinales.
Digamos que todo no puede estar a tope a la vez y el cuerpo es selectivo y decide qué funciones activar y cuáles anular.
Por lo tanto, si el estrés es permanente, el proceso digestivo está inhibido permanentemente. Una de las consecuencias típicas del estrés es la hipoclorhidria o déficit de producción de ácido clorhídrico en el estómago, que es fundamental para poder digerir proteínas, absorber vitaminas como la B12 y a su vez ejerce de barrera ácida protectora que impide el paso de bacterias.
Si no lo producimos bien, nos empezamos a sentir hinchados, las digestiones son pesadas y tenemos eructos después de la comida.
Por otro lado, el estrés nos lleva a mal comer porque también se producen alteraciones en el control de saciedad y aquí se complica más la cosa. Picoteo, como rápido, engullo… y la digestión es mala porque no estamos produciendo los jugos necesarios y el movimiento gastrointestinal está inhibido por nuestro sistema nervioso.
Todo esto nos lleva a sentirnos hinchados, con el abdomen bloqueado y llenos de gases. El estrés crónico también favorece la inflamación y la retención de líquidos.
Encuentra la solución
Una de las claves para hacer una buena digestión y evitar muchos problemas es la activación del sistema nervioso parasimpático, que es el sistema antagónico al simpático y se activa en relajación, y su director de orquesta, que conecta cerebro e intestino, es el nervio vago.
La actividad física, las respiraciones diafragmáticas profundas, la meditación o el mindfulness, en resumen todo aquello que nos relaje, ayuda. En consulta también utilizamos otras estrategias como los adaptógenos, grandes aliados en la gestión del estrés.
Lo importante es el abordaje de los problemas digestivos desde las causas que lo provocaron.