Hay dos maneras de medir los viajes: por las carcajadas que brotan en el destino y por las sonrisas que se dibujan la cara cuando se recuerda lo vivido. En África existe un lugar que se ha ganado el título de forma unánime. En Gambia, la sonrisa es universal.
[Viajar con amigas nos hace más felices: el secreto está en las endorfinas]
Gambia con los cinco sentidos
Un vuelo directo conecta España con Banjul, la capital del país africano. Cinco horas que separan dos continentes y una cultura que fusiona los cinco sentidos del ser humano. La primera impresión que rodea al viajero nada más aterrizar va teñida de sensaciones desconocidas, que pronto pasan a reunirse en una larguísima mesa familiar.
Los tambores que acompañan la música reggae empapan el ambiente de buenas vibraciones. El tacto de la tierra seca cuando se arranca una rama de cacahuete es el camino más directo para descubrir el verdadero sabor del fruto seco: la famosa salsa domoda.
La visión de los animales salvajes volando, nadando y viviendo en completa libertad es la sacudida más poderosa que ofrece la naturaleza. Y el olor a humedad que se filtra en la ropa gruesa de la cama no desaparece de la memoria hasta pasadas varias semanas de haber abandonado el país. Gambia abre los sentidos y los perfora. Vivir todas las emociones no es solamente aconsejable es de obligatoria peregrinación.
Gambia, el rio de la vida
La historia de Gambia viene precedida por su colonización. De hecho, sus fronteras actuales fueron fijadas a cañonazos en el año 1889, cuando un barco de la armada británica se internó por el río disparando sus salvas. La marca de la munición definió el camino y, cuando el barco no pudo remontar más, finalizó la tarea. Había nacido un país.
Descontando su costa, Gambia se encuentra rodeada por Senegal y es, prácticamente, un país-río, pues solo existe un puente construido en 2019 llamado Senegambia que facilita la comunicación entre el norte y el sur de Senegal. La mayoría de la población tiene que utilizar pequeños barcos para cruzar de una parte a otra, sin embargo, toda la vida concentra aquí y un buen lugar para comenzar a explorar el país es navegar hasta Janjanbureh.
De Janjangbureh a Wassu
Al adentrarnos en el rio de Gambia, África se abre ante los ojos del viajero y la riqueza de la vida lo envuelve. Janjangbureh es una isla con dos calles que se cruzan en su punto intermedio y varios locales donde sirven comidas camufladas entre el polvo de la calle y las persianas de los comercios colindantes. Cuando cae la noche y las flores de los baobabs se abren, las sonrisas de los niños iluminan el camino.
Navegar por el rio Gambia desde este punto ofrece una maravillosa perspectiva: hipopótamos, babuinos y aves de todos los colores conviven en su hábitat natural. Si la actividad se realiza al atardecer también se puede disfrutar de una preciosa puesta de sol que superará las expectativas del viajero elevando la experiencia al nivel máximo. Cruzando el rio se encuentra uno de los lugares más curiosos de Gambia: las piedras milenarias de Wassu.
Wassu, siglos de historia
En una zona apartada y protegida por una valla de metal se encuentran los antiguos círculos de piedra de Wassu, fechados entre los años 750 – 1000 d.C. Se cree que estas piedras cilíndricas de cuatro metros de altura son las tumbas de los reyes y jefes de la antigüedad. En la actualidad, el complejo está protegido por una leyenda local que maldice a cualquier persona que perturbe la paz del lugar, de ahí su buen estado de conservación.
Tras varias excavaciones realizadas a principio de siglo se encontraron armas de hierro, puntas de lanzas y flechas, cuchillos, recipientes de cerámica y adornos de bronce, hallazgos que le otorgaron el título en 1995 de Monumento Nacional y Patrimonio de la Humanidad.
Los esclavos del rio Gambia
Aunque la historia del país no le hace justicia a su eterna alegría, conocerla a través del rio Gambia es la forma más salvaje de descubrir sus orígenes. Uno de los puntos clave es el asentamiento donde el escritor Alex Haley situó la narración Raíces, basada en "la historia de Kunta Kinte, habitante de la aldea de Juffure, mandinka, raptado mientras buscaba un tronco para fabricarle un tambor a su hermano pequeño".
El relato histórico del escritor es impecable, pues Haley quiso ser fiel a los hechos acontecidos durante siete generaciones de afroamericanos y escribió una historia ambientada en Gambia, desarrollada en pleno siglo XVIII y cuyos protagonistas principales fueron el sufrimiento de los esclavos, las rebeliones y la guerra de secesión.
La isla de Kunta Kinteh
James Island, fue rebautizada en el año 2011 en honor a uno de sus hijos más famosos y en ella se expone la terrible diáspora que tuvo lugar cuando, desde 1588 hasta 1906, los ingleses compraron los derechos sobre el río Gambia y continuaron con el pingüe negocio de la captura de seres humanos. Miles de mandingas fueron obligados a salir de Gambia y cargados en barcos de esclavos que los trasportaron por mar hasta América. En la isla de Kunta Kinteh se situa el Memorial de la Esclavitud de África, Patrimonio de UNESCO desde 2003, en honor a todas las víctimas que perdieron la vida durante este periodo.
"En Gambia no pasa nada"
Aunque parezca sorprendente, en Gambia existe una fuerte y enérgica esencia rastafari. La música reggae forma parte de la cultura local y de ella han hecho su forma y filosofía de vida. Durante la temporada alta de turismo (que empieza en noviembre para evitar las lluvias) se incrementa el número de policía turística para evitar los pequeños percances que puedan sufrir los extranjeros.
Estos contratiempos no tienen nada que ver con robos o atracos y están básicamente suscritos a la venta ilegal de marihuana por parte de los nativos, siendo el primer castigo el corte de las rastas.
Cuando un gambiano salude a un turista es posible que se dirija a él con un "no problem" o, si el turista es español, con un "en Gambia no pasa nada. Y es una afirmación totalmente cierta. Su tolerancia está ligada a los valores de su sociedad y es la muestra de lo feliz que pueden ser las personas con la música y la conversación.
Pocas cosas pueden salir mal con una sonrisa
Kapuscinki decía que la mejor forma de conocer el mundo es hacer amistad con el mundo: "Existe una conexión entre nuestro destino personal y la presencia de miles de personas y cosas de cuya existencia no sabíamos nada y que pueden influir, y de hecho influyen en nuestras aventuras".
Los gambianos se muestran desconfiados durante los cinco segundos de la primera toma de contacto. En cuanto ven sonreír al extranjero, la sonrisa se proyecta en sus gestos, de ahí la importancia de recurrir a este detalle para abrir la puerta del extranjero.
Desconectar para conectar
En definitiva, en Gambia se respira paz. Perderse por sus carreteras, muchas de ellas sin asfaltar, y buscar las sonrisas que desnudan del alma ligan al viajero con el país y su gente.
Gambia es un buen destino para desconectar de la tecnología y, al mismo tiempo, para conectar con el entorno. Conocerlo vale tanto la pena que resultará difícil separarse del brillo que desprende su conjunto, adversidades incluidas. Para encontrar, hay que buscar, y lo obstáculos y las aventuras también entran en el mismo paquete viajero. Todo esto es Gambia, la costa de las sonrisas.