Los baúles vintage de Louis Vuitton, cuando se encuentran en condiciones óptimas, experimentan un aumento constante en su valor. Según la información proporcionada por el Mercado de las Pulgas de París, en los últimos tiempos, su precio al público ha experimentado un incremento anual que oscila entre el 5% y el 10%.
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Parece ser que su referencia icónica a la vieja Europa y a los viajes trasatlánticos tan recreados en la gran pantalla y la escasez de las piezas que están en el mercado se configuran como dos de los factores que estén disparando su valor y que hagan que el comprador encuentre poco margen de negociación de sus elevados precios, que, en algo más de una década han visto duplicado su valor.
Hace unos años era probable encontrar una magnífica pieza en perfecto estado, restaurado cuidando todos y cada uno de los detalles sin dañarlo, por unos 6000 euros.
Hoy, los mejores baúles, que se encuentran en tiendas especializadas, parten de precios sobre los 15.000 euros y se pueden llegar a pagar 50.000 euros por los más valiosos.
La firma de origen francés incluye en la descripción de sus orígenes en su página web su incuestionable vinculación con lo que llego a convertirse en uno de los símbolos de la élite en un tiempo en que solamente viajaba la clase más pudiente de la sociedad: “La tradición de Louis Vuitton como fabricante de baúles precedió incluso a la función de la compañía”.
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Corría el año 1837, cuando un joven llamado Louis Vuitton, comenzaba a trabajar con 16 años como aprendiz del Sr. Maréchal. Una de las marcas más identificadas con el lujo, en la que nunca hay rebajas y están limitadas las unidades de venta por persona, se fundaría años más tarde por ese adolescente que había llegado a pie a París.
En la primera mitad del siglo XIX, los viajes terrestres y marinos implicaban un importante deterioro del equipaje. Por eso, las personas que viajaban recurrían a artesanos para empaquetar y proteger sus enseres personales.
El joven Vuitton pronto destacó en el taller de su maestro, en el que logró un elevado conocimiento del sector y un nivel de especialización notable para la edad que tenía. Cuando contaba con 33 años, abrió su propio taller en la Rue Neuve-des-Capucines. Nada le hacía presagiar que más que un taller estaba fundando un imperio.