En las relaciones normalizamos muchos hábitos tóxicos sin darnos cuenta. Pensamos que son comportamientos comunes —o se convierten en ello porque suceden constantemente—, lo justificamos con que nosotros —quizás— también lo haríamos, culpamos al estrés que pueda estar sufriendo la otra persona por miles de factores o simplemente estamos tan cegados que entendemos y apoyamos a nuestra pareja sin importar lo que haga.
La normalización de todos estos hábitos ha hecho que todos los que vienen después sean nada más que una consecuencia. Lo que era un simple 'brote' acaba convirtiéndose en un bucle del que no podemos salir a menos que abramos los ojos y seamos conscientes de que todo eso que la otra persona lleva meses haciendo quizás no es beneficioso para nuestra relación. Pero pocas veces pasa.
Sin darnos cuenta, estamos convirtiendo nuestra convivencia en un 'infierno'. Permitimos cosas que nunca hubiésemos imaginado y, cuando somos conscientes y nos quejamos al respecto, nos exponemos a una manipulación que nos hace pedir perdón sin tener nosotros la culpa. Entramos en esa especie de relación que parece un cuento de hadas, pero la realidad es que está muy lejos de serlo. Como la de Elvis Presley con Priscilla.
[Esta es la señal que demuestra que la persona que estás conociendo no quiere una relación seria]
La relación de Elvis Presley y Priscilla ocupó durante años todos los titulares. No solo por ser la pareja del rey del rock'n roll, sino por la gran diferencia de edad que había entre ellos y la historia que les juntaba: una niña de 14 años que se enamoró de un hombre, que le sacaba diez. O así lo muestra la película dirigida por Sofia Coppola que, lejos de ser una novela romántica, mostró la cara que nadie conocía del matrimonio idílico.
Esa relación ensalzada por los medios, fans y todo aquel que oía hablar sobre ella, realmente tenía una faceta escondida. Repleta de comportamientos tóxicos y hábitos normalizados que no eran nada más que lo que hoy se contempla como el síndrome Elvis, que posiblemente suceda más de lo que nos creemos.
¿Qué es el síndrome Elvis?
De todos los eventos históricos que representaban a la relación de Elvis con Priscilla, uno de los más notorios fue el cambio estético de la joven. De un momento a otro, ella pasó de ser una chica de 14 años a una mujer con el pelo teñido, carillas, maquillajes oscuros y atuendos de los que no presumía anteriormente. Lo que parece un simple cambio de imagen no era nada más y nada menos que los ideales de su pareja. Ella era consciente de todo, de hecho, se definió a sí misma como "la muñeca viviente de Elvis".
Lejos de la realidad, este comportamiento es más habitual de lo que nos pensamos. Es usual que nuestra pareja dé su opinión sobre nuestros atuendos, que nos diga si le gusta la camiseta que llevamos o si ese pantalón nos estiliza mucho, de hecho, en ocasiones es lo que deseamos. Sin embargo, no es lo mismo la implicación que la manipulación.
Si nuestra pareja cambia nuestra estética, no está haciéndonos un favor, sino que está controlándonos. Todas hemos oído alguna vez en nuestra vida el comentario acerca de lo corta que es nuestra falda o lo ceñido que es el vestido que llevamos. Al final, están criticando, controlando y a la vez manipulando algo que nosotras hemos elegido con pleno conocimiento.
Una de las bases de una relación sana es el respeto. En el momento en el que estos comentarios y, sobre todo, comportamientos entran en juego, está comenzando lo que posiblemente se convierta en un bucle y en una manera de llevarnos a un terreno dominado por la otra persona. Sin embargo, tendemos a no darnos cuenta, ya que comienza desde pequeños comentarios o actos, que posteriormente desembocarán en una forma de manipulación.
Priscilla no fue el único rostro conocido que pasó por el síndrome Elvis. Kim Kardashian también pasó por esta situación, cuando su pareja intentó deshacerse de todas las prendas que no le agradaban. Antes de la relación, la empresaria y modelo vestía casi exclusivamente vestidos ajustados y zapatos de tacón. Cuando se juntaron en 2012, él vació su armario para comprarle uno nuevo y más sofisticado.
En este punto, es muy posible que todos esos comportamientos extrapolen a más situaciones cotidianas. Ese no será el único control que encontremos en la relación, ya que si empieza controlando nuestra forma de vestir, lo más probable es que indirectamente también esté vigilando nuestro círculo más íntimo como amistades o incluso el teléfono móvil.
Para salir de esta situación, resulta fundamental mirar a nuestra relación y pareja con una mirada objetiva. Dejar de idealizarla y permitirnos quitarnos la venda de los ojos, para determinar si estamos cómodos con todos esos comportamientos manipuladores. Lo más sencillo consiste en establecer límites y una vez los sobrepase, reflexionar acerca del futuro.