Sara Baras, referente en el mundo del flamenco

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Sara Baras, de alumna de su madre a referente flamenco: "El baile resalta la fortaleza y resistencia de las mujeres"

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Sara Baras (San Fernando, 1971) es un palíndromo que habla golpeando los pies en el suelo acompañando el compás. Su cabeza alta y su mirada intensa sostienen el peso de la música flamenca. Mueve los brazos elegantemente en el aire, de una forma muy delicada que contrasta con el zapateado vigoroso y preciso. Su cuerpo erguido posee los escenarios de todo el mundo mientras transmite la profundidad de sus emociones.

Reconocida bailaora y coreógrafa española, es una de las figuras más destacadas del flamenco contemporáneo. El baile de Sara Pereira Baras es una mezcla de técnica impecable y profunda intensidad emocional. Logra capturar la esencia pura del flamenco, respetando sus raíces, pero con un estilo enérgico, poderoso e innovador.

Ha tejido su arte con hilos de músicas clásicas, jazz y electrónica, incorporando proyecciones visuales, pasos de danza contemporánea e historias modernas para trascender el flamenco en su forma más pura. En muchos espectáculos, lleva pantalones y chaquetas, vestuario tradicionalmente usado por los bailaores, para subrayar su fuerza en escena.

Acaba de estrenar en Madrid su nueva actuación, Vuela, un viaje coreográfico compuesto por 15 piezas donde cada una gira en torno a la palabra. A través del lenguaje del flamenco, la bailarina crea un mundo en movimiento. "Es un regalo poder compartir este espectáculo con el público. Se crea un ambiente precioso".

Como dice su nombre, el espectáculo volará desde España hasta Hong Kong y Singapur, dando la vuelta al mundo. "El público de allí respeta el flamenco de una manera preciosa, igual que aquí". Baras sostiene que hace muchísimo tiempo que maestros como Paco de Lucía, Camarón, Enrique Morente y Antonio Gades abrieron las puertas del flamenco al mundo.

Nombre de la fortuna

Sara Pereira Baras es su nombre real, aunque con el tiempo se simplificó, dejando solo el apellido de su madre. "Al ser su hija, todo el mundo al final me llamaba Sarita Baras". Le dieron ese nombre desde niña, muchos antes de que supiera que se iba a dedicar a esta profesión.

"Tu nombre te dará suerte", le decía la gente. Baras sostiene que la suerte no es un mero golpe de fortuna, sino que se atrae trabajando, con mucha seriedad y honestidad. Con entrega y respeto. La bailaora trabajó duramente para llegar donde está ahora. "Todo lo que he aprendido me cuenta todo lo que me queda todavía por aprender", afirma con mucha ilusión.

Empezó a bailar a los ocho años. Ella y sus amigas fueron las primeras alumnas que tuvo su madre, Concha Baras, en su academia, y cuenta que a partir de allí "fue un flechazo". Su madre le enseñó a amar la cultura, la danza y el flamenco, a respetar el arte desde pequeña. "Ella me puso en camino y empecé a volar". Recuerda a toda la generación de bailaoras que las ha precedido. Manuela Carrasco, Concha Barga, Carmen Ledesma, Carmen Cortés… "Estas mujeres me han cambiado la vida".

La bailaora ha roto los estereotipos dentro del flamenco, interpretando roles tradicionalmente masculinos, como el martinete o la soleá por bulerías, y proyectando una imagen de fortaleza femenina. Ha representado las figuras emblemáticas de Juana La Loca, Mariana Pineda, Carmen, La Pepa y Medusa. "A través del flamenco se puede resaltar la fortaleza y la resiliencia de las mujeres. Para mí fue muy importante imaginar cómo hubieran bailado ellas".

Históricamente, el flamenco ha sido un arte machista, pero por suerte a Baras no le ha tocado vivirlo. "He crecido en una generación donde nos valorábamos por lo que éramos y no por ser guapas o feas, hombres o mujeres. He hecho personajes femeninos y me gusta anteponer el sentimiento y querer a los personajes". La bailaora no ha sufrido discriminación en su carrera; aun así, defiende a la mujer y se considera una "enamorada de ellas".

Un baile jondo

El flamenco no es solamente un arte; es una forma de vida, de sentir, de expresar y de conectar con el arte de una manera especial. "Yo creo que, desde chica, me enamoré de su pureza y de su verdad. La técnica es muy complicada y difícil, pero antepone el dejarte llevar por lo que sientes. El corazón y la sensibilidad tienen que estar presentes en este arte".

Baras cuenta que cuanto más aprendía, más se daba cuenta de que hay una parte del flamenco que no se puede interpretar; solo se puede sentir. "Llega a lo más hondo de tu ser para poder transmitirlo y que se clave en el corazón de cualquier persona". Es un arte que traspasa, que no entiende de fronteras, que no tiene lengua ni pasaporte, va directo al corazón. "Por esto decía que dedicarse a algo que te apasione es una suerte".

Con solo veintiséis años, la bailarina decidió crear una compañía de danza. "No era costumbre. Sin embargo, era un momento en que había muchas figuras masculinas en el baile y yo quería dedicarles a las mujeres más espacio". En 1996 montó, con otras chicas, un espectáculo dedicado al baile de mujer, Mujeres.

No fue un proyecto grande, pero lo hicieron con tanta ilusión que fue un éxito. Fue presentado en la Bienal del Flamenco de Sevilla, en el Festival de Otoño de Madrid y en el Teatro de los Champs-Élysées. El boca-oreja transformó a esas chicas en una compañía.

Conservar la ilusión 

La compañía de Sara Baras lleva más de 25 años existiendo. Es una de las compañías con más experiencia. "Hemos intentado que cada obra tuviera algo que nos hiciera crecer". Trabajaron con la dramaturgia, los instrumentos y las coreografías, sin dejar de innovar. Es una compañía privada que se mantiene del público. "Por esto digo que no hay palabras suficientes para agradecer". No obstante, ya superaron las 4.000 funciones y siguen con los mismos nervios de levantar el telón. 

"Yo misma muchas veces pienso: jolín, con todo el tiempo que llevamos seguimos con la misma ilusión, ¿cómo es posible?". Pero tiene la respuesta: "Corregimos con cuidado una y otra vez. Y estamos siempre con esa búsqueda de hacerlo cada vez mejor y de poder disfrutarlo, teniendo el sacrificio suficiente para poder bailar mejor y hacer que el público vuele con nosotros".

Vuela es una manera de celebrar estos veinticinco años, intentando recordar al gran maestro, Paco de Lucía. "Es un agradecimiento que sentimos por sus consejos y por su forma de enamorarnos de este arte". Sara Baras conoció a Paco de Lucía siendo jovencita. Tuvo la suerte de tener una relación muy cercana con él y pudo disfrutar de sus consejos desde el principio. Por eso, ahora siente que quiere agradecerle todo lo que le ha dado.

Con músicos y bailes en directo, se crea un espectáculo que es una obra de arte. Dirigido por la misma bailarina, todo el equipo coincide en la entrega y la pasión por estas artes. Vuela está hecho de momentos de improvisación, coreografías perfectamente estudiadas y bailes tanto de solistas como grupales. "Volcamos energía por todos lados".