Hace unas semanas, un juez estadounidense impidió que la Universidad Católica de América subastara el famoso vestido con el que Judy Garland protagonizó El Mago de Oz en 1939. La actriz llevaba también en dicha película unos famosos zapatos rojos que ahora están en el Museo Nacional de Historia.
Las subastas de objetos de los famosos, especialmente si son estrellas de Hollywood, son tan rentables que se han convertido en un filón para las empresas especializadas. en los últimos años, sin embargo, se ha incrementado el interés por las prendas y accesorios de actores y actrices.
Pueden ser vestidos de una película o bien que las celebrities llevaron en otra ocasión. Por ejemplo, el vestido con el que Marilyn Monroe, en 1962, le cantó Happy Birthday Mr. President a JFK casi llegó a los cinco millones de dólares cuando fue subastado.
Marilyn es la gallina de los huevos de oro por la enorme cantidad de coleccionistas que compran todo lo que de ella sale a subasta, para sus museos y colecciones privadas: el famoso vestido blanco que llevaba en La tentación vive arriba (1955) y se llevantaba por el aire que salía de la rejilla del Metro se convirtió en el más caro jamás subastado al superar los cinco millones y medio de dólares.
Pero, según explican los expertos en subastas, Marilyn es hoy un icono de la cultura pop (inmortalizada por Andy Warhol para la eternidad), que cumplió a rajatabla la máxima "Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver" y, aunque parezca macabro, los objetos de alguien que ha fallecido trágicamente joven incrementan su valor.
La frase, que erróneamente se atribuye a James Dean, en realidad es una línea de diálogo que pronuncia Humphrey Bogart en Llamad a cualquier puerta (1949). El actor de Gigante (1955) falleció a los 20 años de edad, en un accidente de coche. Marilyn tenía 36 cuando murió en su cama, aparentemente por sobredosis, aunque un documental reciente contradice esa versión oficial.
Judy Garland también falleció por sobredosis de barbitúricos, a los 47 años de edad. Considerada por el American Film Institute como la octava mejor estrella femenina de la historia del cine, su larguísima carrera comenzó como niña prodigio a los diez años, por lo que, cuando murió llevaba casi cuatro décadas de trabajo en los que ganó el Oscar, el Globo de Oro y muchos de los premios más prestigiosos de Hollywood.
Por eso, dicen los expertos, se explica la pasión que despiertan los objetos de El Mago de Oz (1939). Y precisamente el vestido que llevaba la actriz en dicha película iba a ser subastado hace unas semanas, hasta que un juez estadounidense lo impidió. 80 años después de su estreno, la Catholic University of America (Universidad Católica de América) iba a subastarlo.
Se trata de una universidad privada, ubicada en Washington D. C. que esperaba obtener con la subasta más de un millón de dólares. La institución iba a destinar el dinero al departamento de teatro, pues el vestido fue regalado, en 1973, al reverendo Gilbert V. Hartke, jefe durante muchos años de dicho departamento y que falleció en 1986.
Pero Barbara Ann Hartke, sobrina del reverendo y única heredera, se opuso a la subasta alegando que el vestido tiene un gran valor sentimental para ella. Esta profesora retirada de 81 años, que vive en Wisconsin, reclama la propiedad de la prenda y dice estar disgustada por haberse enterado por los medios de comunicación de la intención de la Universidad de subastarla.
Y, un día antes de que se abriera la puja, el juez federal Paul Gardephe dictaminó que la demanda tenía base suficiente para proceder y, por tanto, el vestido no podía ser subastado mientras el caso está pendiente en un tribunal federal de Manhattan.
Según el magistrado, la prenda no puede cambiar de manos hasta que no quede establecido quién es el verdadero propietario, por lo que la subasta debe posponerse y esto puede suponer meses de retraso.
Esto complica los planes de la casa de subastas Bonhams, que pretendía sacar a la venta, además del mítico vestido, otros objetos famosos como la chaqueta que llevó el actor Leslie Howard en Lo que el viento se llevó (1939) y una silla del famoso Café Rick de la película Casablanca (1942).
Fue la actriz Mercedes McCambridge, amiga de Judy Garland, quien se lo donó al reverendo, pues éste fue su mentor cuando ella asistió, como artista residente, al programa de teatro de la Universidad.
La actriz ganó un Oscar como Mejor Actriz de Reparto por la película El Político (1949) y precisamente trabajó con James Dean en Gigante (1955), pero los papeles que le dieron más fama fueron los de malvada en películas como Johnny Guitar (1954) y De repente, el último verano (1959).
Sin embargo, uno de los papeles más desconocidos por el gran público y, sin embargo, más elogiados, fue el de actriz de doblaje, dando voz a la actriz Linda Blair (cuando su personaje estaba poseído) en la película El Exorcista (1973).
La actriz ocupó titulares al demandar a la Warner Bross y al director de la película por no incluir su nombre en los títulos de créditos como se le había prometido, aunque finalmente lo logró con la ayuda del Sindicato de Actores. Por eso, y porque el padre Hartke era muy conocido en Washington, por sus esfuerzos en favor del teatro, también la donación fue noticia de portada en los medios, en los 70.
Durante el rodaje, el departamento de vestuario creó para la famosa actriz seis vestidos idénticos, compuestos de una blusa blanca con manguita corta estilo farol y un pichi o delantal encima, de cuadritos vichy en blanco y azul claro. Una serie de expertos dictaminaron que el vestido ahora objeto del litigio era uno de esos seis originales.
Probablemente Mercedes McCambridge y el reverendo Hartke, que tanto amaban la interpretación, los escenarios y el teatro, estarían de acuerdo en que el vestido fuera subastado y con el dinero se ampliara el departamento de la Universidad dedicado a formar a futuros actores y actrices, pero la subasta quedará paralizada hasta que se resuelva el litigio sobre la propiedad del mismo.
Los abogados de la Universidad alegan que el padre Hartke trabajó durante 40 años allí y su deseo era que la prenda allí se quedara. Consideran que el regalo fue a la institución y no al sacerdote pues éste, al pertenecer a la orden de los dominicos, tenía voto de pobreza.
Asimismo, aseguran que, aunque no exista constancia escrita de su voluntad de que el vestido permaneciera en la Universidad Católica, lo prueba el hecho de que, cuando se jubiló, no se lo llevó con él.
Lo más sorprendente, es que el vestido apareció, durante el verano de 2021, en un despacho de la Universidad y dentro de una bolsa de basura.