La Semana de la Moda Alta Costura Otoño-Invierno 2022/2023 ha dejado esta semana varias ideas claras sobre las tendencias que veremos en fiestas, alfombras rojas e incluso en bodas, para la próxima temporada.
A primeros de julio, París es siempre una fiesta. La capital gala ha celebrado del 4 al 7 de julio su “semana grande” de la moda. Cientos de fotógrafos se agolpan, dentro y fuera de donde se celebran los desfiles, para intentar captar la instantánea de los famosos que asisten como invitados.
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Casi una treintena de diseñadores presenta esos días sus mejores ideas, cosidas por las mejores modistas en los mejores talleres, confeccionadas con los mejores tejidos, bordadas por las mejores manos expertas y adornadas con los accesorios de los mejores artesanos de París: joyas, encajes, pasamanería, botones, etc.
La ‘paternidad’ del concepto se atribuye al diseñador británico Charles Frederick Worth, quien en 1858 abrió la primera casa de alta costura en el número 7 de la rue de la Paix, en París. Tendrían que pasar diez años hasta que, en 1868, se crea la Fédération de la Haute Couture et de la Mode (FHCM), en español, la Federación de la Alta Costura y de la Moda de Francia.
Desde entonces, muchas casas de costura han obtenido el derecho a pertenecer a la exclusiva Haute Couture: Chanel y Dior están entre las legendarias, algunas lo perdieron con los años y otras se van sumando a la lista.
Y aunque en muchos países se habla de Alta Costura, el título más exclusivo del mundo sigue siendo el que otorga la Federación de la Alta Costura y de la Moda de Francia, organismo encargado de promocionar la moda francesa y que impone unas condiciones férreas para admitir a un diseñador o una casa de moda en su selecto club, ya sea como miembro oficial o como firma invitada.
Últimamente, han sido firmas como Maison Margiela, Valentino y Balenciaga (en su nueva andadura sin el gran genio de Guetaria) quienes han dado nueva vida a la institución más legendaria de la industria. Para tener derecho a utilizar el nombre Haute Couture cada miembro oficial debe hacer una prueba, presentar 50 looks al año y contratar una plantilla en un taller de París.
En la confección de uno de estos vestidos se pueden invertir de 200 a 2.000 horas de promedio, según su dificultad técnica, el número de bordados y adornos que lleve y la complejidad de estos. Y, en algunos casos, todavía más horas. Son prendas destinadas a durar y a inspirar a los diseñadores de prêt-à-porter y hasta a los de low cost, pues la creatividad que desfila en la Alta Costura permea todas las capas de la moda.
Miles de amantes de la moda sueñan cada año con las ideas que presentan las casas de costura, en un ritual que no ha cambiado tanto desde sus orígenes y que incluye una investigación exhaustiva, la artesanía, el proceso experimental y sobre todo, la creatividad sin límites.
El resultado va mucho más allá de la moda, que trasciende figurines, tejidos, hilos y patrones para transformar la sociedad y la cultura.
La primera española
Este año, la sorpresa la dio la diseñadora española Juana Martín, que presentó su colección Andalucía junto a su amiga Rossy de Palma. La cordobesa ya había desfilado anteriormente en la capital gala como invitada, pero ahora lo hace dentro del calendario oficial, por lo que es la primera diseñadora española en pertenecer como miembro de pleno derecho.
Juana Martín se dio a conocer a finales del siglo XX con su estilo fusión de la tradición andaluza y las tendencias más modernas. En su desfile de Alta Costura no faltaron los lunares ni los volantes; tampoco las toreras, que serán seguro tendencia en las próximas temporadas, pues las hemos visto en los desfiles de varios diseñadores. En definitiva, una colección a lo grande: modelos oversize con grandes sombreros cordobeses, grandes pendientes y grandes broches. Todo en blanco y negro.
Una firma con historia
Chanel es la maison más veterana de cuantas han escrito la historia de la Haute Couture (y siguen en ella). Como si el tiempo no hubiera pasado, Virginie Viard sigue llevando fuerte el timón sin hacernos echar de menos a Karl Lagerfeld. La prenda estrella sigue siendo la chaqueta de tweed, pero combinada con faldas midi de gasa y otros tejidos o con pantalones bombachos. Siempre, con bolsillos.
También combina botas de cowboy con vestidos muy femeninos en guipur o gasa, ideales para vestir del día a la noche. Y atención, vuelven el color camel y los encajes en blanco.
Celebrando una década
Giambattista Valli organizó una fiesta para celebrar sus 10 años en el calendario de la Alta Costura: en ella hubo, por supuesto, tarta y globos plateados en forma de unicornios y el que fue, según los expertos, el desfile más romántico de todos los ofrecidos. Tules en cascada, en rosa, en amarillo flúor, bailarinas de alfombra roja con faldas acabadas en cola de sirena, una moda de cuento que invita a soñar en tiempos oscuros.
En su desfile pudimos ver algo que ha sido una constante en otros, los vestidos más cortos por delante que por detrás, una tendencia que Cristóbal Balenciaga puso de moda desde los años 40, con su llamado modelo cola de pavo real.
El desfile más nostálgico
Sin duda, el de Olivier Rousteing para Jean Paul Gaultier. El diseñador de Balmain se convierte en el tercer diseñador en el que confía Gaultier para que tome las riendas de su colección desde que anunciara su retirada del exclusivo mundo de la Alta Costura.
Rousteing estaba exultante, pues se declara admirador confeso de Gaultier (quien fue considerado durante años el enfant terrible de la moda por su libertad y su visionario concepto de las tendencias y la diversidad).
Su propuesta actualizó y reinterpretó los iconos de Gaultier en un viaje en el tiempo desde los 90 hasta hoy: desde el corsé de Madonna a la camiseta de rayas marineras, plumas, plataformas, armaduras, vestidos y hasta el frasco del mítico perfume Le Male (1995) son transformados por el joven diseñador francés, ante la atenta mirada de su clienta más fiel: Kim Kardashian.
De Italia a Francia
Los dos diseñadores que se han mantenido más fieles a sí mismos y a su estilo han sido Maria Grazia Chiuri y Giorgio Armani. La italiana fue la primera mujer en ponerse al frente de Dior en 70 años de historia. Su colección, clásica y muy contenida, reinventa el folclore y la artesanía, en una revisión que trae a las princesas medievales al siglo XXI, las viste con toreras bordadas y las calza con unos botines victorianos, muy Mary Poppins.
El maestro italiano rinde homenaje a los 'locos años 20', a las flappers y a la pintora art decó Tamara de Lempicka (1898-1980), y lo apuesta todo al rosa con toques de su famosos Azul Armani. Su propuesta es sin duda la más razonable y la más ponible, con brillos y lentejuelas pero no demasiado extrema, y tan cómoda, que incluso su "vestido de novia" es con pantalones, eso sí, ceñidos al tobillo.
Del Líbano a París
Elie Saab presentó por primera vez prendas masculinas pero siguió apostando por el rosa para las femeninas, especialmente el rosa empolvado. Sus creaciones y estampados, que recuerdan en ocasiones a los mosaicos de estilo bizantino que inspiraron la obra de Gustav Klimt, seguían su estilo fielmente su estilo: brillos, pedrerías, transparencias, lentejuelas y enormes volúmenes que envuelven a las mujeres como ya hizo el gran Cristóbal Balenciaga. El mismo Elie Saab de siempre, pero vistiendo a una mujer más femenina que nunca.
Una musa española para un diseñador francés
Stephan Rolland confío en su musa, Nieves Álvarez, para presentar una colección all ritmo de la gran Edith Piaff, la modelo y presentadora española lucía una impresionante capa en color negro que una imponente capa negra acolchada, que cubría su look: al levantarla, en un momento del recorrido, ha dejado al descubierto un minivestido negro adornado en el escote con unos grandes eslabones de metal y unas botas de caña alta u over the knee (sobre la rodilla), estilo mosquetero.
Nieves Álvarez cerró el show con un imponente vestido rojo, de escote palabra de honor y cuerpo ceñido, una gran falda globo y unas impresionantes “alas” que, a modo de capa, se ajustaban a sus brazos.
Otro libanés en la 'corte' de la moda
Zuhair Murad se ha inspirado en la astrología (como ya hicieran también, en su época, Coco Chanel y Elsa Schiaparelli): sus estampados representaban los signos del Zodiaco, las cartas del tarot, las estrellas y planetas y otros símbolos como el ojo que todo lo ve o las serpientes bordadas en las prendas, que se vuelven mágicas.
Y si el diseñador español más famoso de todos los tiempos, Cristóbal Balenciaga, ha estado más vivo que nunca en esta semana de la Alta Costura, otra diseñadora visionaria ha inspirado desfiles como el de Zuhair Murad. Se trata de Elsa Schiaparelli (creadora de la falda-pantalón para Lilí Álvarez).
La diseñadora más surrealista
La histórica casa de costura Schiaparelli fue fundada en los años 20 por la gran rival de Coco Chanel. La exposición Shocking! The Surreal World of Elsa Schiaparelli, inaugurada esta semana en el Museo de Artes Decorativas de París, recorre el maravilloso legado de la diseñadora que trabajó con artistas surrealistas como Salvador Dalí o Jean Cocteau.
Inventora del llamado shocking pink o rosa fucsia, que hemos visto en muchos desfiles en esta semana de la moda como color estrella del otoño invierno. Hoy es el diseñador Daniel Roseberry quien está al frente, y continúa el legado surrealista de su fundadora.
El diseñador estadounidense ha traído al otoño-invierno 2022-2023 muchos de los códigos que hicieron famosa a Elsa Schiaparelli: hombreras (fue la primera en utilizarlas), estampados trampantojos y vestidos-jarrón de los que salen flores gigantes (una imagen perfecta para representar el tópico de la mujer-florero).
Daniel Roseberry asegura que, tras varias temporadas de activismo sobre las pasarelas necesitaba seguir haciendo “cosas hermosas”, pero sin olvidar que la fundadora de la casa (a la que Coco Chanel se refería siemore como "esa artista que hace trajes") se especializó en dotar a la mujer, sobre todo, de creaciones tan sorprendentes como surrealistas.
La revolucionaria de la moda hoy
Su legítima heredera es, sin lugar a dudas, la diseñadora que ha revolucionado la Alta Costura desde que presentó su primera colección en 2001 es Iris Van Herpen. Conocida por sus innovadoras propuestas, que aúnan diseño y tecnología, con un toque de ciencia-ficción.
La holandesa ha transformado la moda en general con su aplicación de la ciencia (colabora con varias universidades), la tecnología digital y unas sofisticadas técnicas de impresión en 3D. Todo ello, unido a una investigación para descubrir fibras biodegradables fabricadas con algas y restos de cáscaras de cacao o una seda hecha de hoja de plátano. La diseñadora también experimenta con plástico oceánico reciclado (gracias a una colaboración con Parley for the Oceans).
Para esta colección otoño-invierno 2022-2023, Van Herpen se inspiró en la Metamorfosis de Ovidio y en la existencia de identidades múltiples, tanto en el mundo digital como en el físico, pero con un toque natural’, explica van Herpen, y añade que los materiales reciclados también están muy presentes (la diseñadora ha vuelto a utilizar plástico oceánico reciclado, como parte de una colaboración con Parley for the Oceans).
De Cristóbal a Demna
Sin duda, el desfile más esperado de la semana de la Alta Costura fue el de Balenciaga, la segunda colección con el diseñador georgiano Demna Gvasalia. El creador de la marca Vetements y niño mimado de la moda ha llevado a la Alta Costura nuevos tejidos como el neopreno japonés de piedra caliza y otros materiales reciclados, para dar forma a una colección titulada Latex on, latex off y Daft Punk forever.
Sus rompedores diseños elevaron el plumífero de categoría pero, en esta ocasión, se nota la investigación exhaustiva en los archivos de la casa Balenciaga, incluyendo abrigos con grandes cuellos que ocultan el cuello y se transforman en capucha.
El auténtico homenaje al maestro vasco está en los gigantescos vestidos que precedieron a una auténtica obra de arte: un vestido de novia realizado con 250 metros de tul, 200.000 lentejuelas (de 25 tipos diferentes), 70.000 cristales, 80.000 hojas de plata y más de 7.500 horas de trabajo de las bordadoras. Yo creo que a Balenciaga le habría gustado mucho.