La llama del feminismo español prendió en el número 4 de la madrileña calle Barquillo, a escasos metros de la plaza de Cibeles. Allí, en el domicilio de la empresaria malagueña María Espinosa de los Monteros (1875), directora de la Casa Yost en España, que se encargaba de la distribución de las famosas máquinas de escribir homónimas, se constituyó la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME). El acto tuvo lugar el 20 de octubre de 1918 y dio como resultado el lanzamiento de la primera organización feminista de entidad en nuestro país.
Desde ese momento, las reuniones y debates de esta asociación sufragista que velaba por el acceso a la educación de la mujer y, en consecuencia, obtener salarios con mejor remuneración, irían incluyendo a rostros fundamentales en las conquistas femeninas en aras de la igualdad: Clara Campoamor, Victoria Kent, Consuelo González Ramos, Isabel Oyarzábal, María de Maeztu, etcétera. Pero su primera presidenta y hoy figura olvidada —también, quizás, por sus llamativas contradicciones ideológicas— fue María Espinosa de los Monteros, fémina inteligente y muy trabajadora, con una capacidad de gestión apenas vista para la época.
Nacida en Estepona, María Teresa se mudó en su adolescencia primero a Sevilla y luego a Madrid, donde comenzó a destacar como emprendedora. En 1916, con tan solo 22 años, fue nombrada directora de la Casa Yost: la mecanografía ofrecía entonces a las mujeres la posibilidad de empleo y de formación en una coyuntura en la que tan solo se les contemplaba en el ámbito doméstico. Un año antes, síntoma de su carácter sobresaliente, le fue concedido el ingreso en la Orden Civil de Alfonso XII, por el Ministerio de Instrucción y Bellas Artes, a recomendación de Emilio Mª de Torres.
Contemplando las dificultades desde lo más hondo, como empresaria de éxito y gozando de una posición privilegiada, María Espinosa centró entonces sus esfuerzos en la mejora de las condiciones sociales y laborales de las mujeres españolas, reducidas a una mera condición de ciudadano de segundo nivel. Y en un gesto plagado de simbolismo, de intención, cedió su propio hogar para la organización del movimiento feminista. Entre todas las integrantes primigenias de la ANME, la malagueña fue elegida presidenta, cargo que desempeñaría hasta 1924.
Conferencia famosa
El órgano de difusión de las ideas de la ANME fue el periódico Mundo Femenino, cuyo primer número salió de la imprenta el 25 de marzo de 1921 e informaría sobre el desarrollo de las actividades feministas hasta el estallido de la Guerra Civil en 1936. Según rezaba uno de los eslóganes que incitaban a la compra, la misión del diario era "la defensa de la mujer y el niño" y "trabajar por la paz, de asuntos sociales, de crítica en sus distintos matices, de pedagogía, de enseñanza, de amplia información española y extranjera en cuanto concierne a los avances feministas".
El mayor protagonismo de María Espinosa como líder del movimiento feminista se registró en 1920, con dos conferencias, pronunciadas a título de presidenta de la ANME y del Consejo Supremo Feminista de España —que englobaba otras cinco organizaciones— que resumen sus postulados moderados. La primera de ellas, que tuvo lugar el 22 de enero en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de Madrid, y titulada Influencia del feminismo en la Legislación Contemporánea, define el feminismo como la redención de la mujer, la perfección de las sociedades y la elevación de la humanidad.
Una de las partes más reseñables de su alocución es la siguiente: "La mujer no pide el voto para abandonar por las ocupaciones político-sociales los sagrados deberes que como esposa, madre y guardadora del hogar le son de antiguo privativos. Ciertamente que la mujer que se halle libre de determinadas obligaciones podrá actuar en la política conforme a su leal saber y entender; y para estas ciudadanas conscientes y capacitadas, no por el sexo, sino por su inteligencia y estudios, queremos el voto (…) en la seguridad de que cuantos más hombres practiquen la sana política que entraña el feminismo, menos mujeres sentirán la necesidad de ejercitar sus derechos políticos”.
Como se puede observar, su discurso vela por la igualdad entre ambos sexos y por la capacidad del género femenino para tomar parte en los debates de la sociedad, pero también esconde una creencia mucho más conservadora —si lo contemplamos con los ojos del siglo XXI— de que el verdadero sitio de la mujer es el hogar, las tareas domésticas. Una sucesión de ideas, a priori, contradictorias y más efectistas en el corto plazo que realmente revolucionarias.
La desaparición
Habiendo alcanzado la presidencia de la primera asociación feminista española que alcanzó una notable entidad y moviéndose en los mismos círculos que sus contemporáneas como Campoamor o Kent, aunque estas hacían gala de posturas más progresistas, ¿qué provocó la desaparición de María Espinosa del primer plano de la lucha por la igualdad?
La empresaria malagueña se había casado en 1905, a los treinta años, con el abogado Antonio de Torres, padre de sus dos hijos: Antonio —nacido en torno a 1907— y Álvaro (1910). El matrimonio se separó en 1911 —época en la que el divorcio era casi una anomalía—, y poco tiempo después el marido emigró de forma definitiva a Argentina. María Espinosa se quedó al cuidado de sus dos vástagos —otra extrañeza en los primeros compases del siglo XX—, a lo que le ayudó su amiga Ana Picard, compañera de negocios y administradora de algunas empresas conjuntas.
Al mismo tiempo que dejaba su sitio como presidenta de la ANME a su paisana Isabel Oyarzábal, ya proclamada la dictadura militar de Miguel Primo de Rivera, María Espinosa se mudó a Segovia, donde fue nombrada concejala en 1926. Allí vivió con sus hijos, que ingresaron de forma simultánea en la Academia de Artillería de Segovia. Se dedicó a su cuidado y a la gestión de sus negocios, dejando al lado una lucha feminista a la que ella había contribuido enormemente en su fase de despegue.
Los últimos años de su vida los pasaría en Alicante, donde falleció el 13 de diciembre de 1946. A pesar de los pocos testimonios que se conservan de su vida en el período de la Segunda República, la Guerra Civil o esa primera etapa del franquismo, parece justo incluir a María Espinosa en la terna de mujeres que hicieron posible que el voto femenino aterrizase en el parlamento español en 1931.