Provenía de una familia de judíos conversos. Nació en la Sierra de Alcaraz (Albacete). Y era mujer. Uno de estos tres puntos contribuyó a que su nombre no pasara a los libros de historia. Fue una mujer que revolucionó a finales del siglo XVI la medicina y la filosofía. En un libro dedicado a Felipe II, Lope de Vega llegó a llamarla 'Musa Décima', pero realmente se llamaba Oliva Sabuco de Nantes y un siglo antes de que los médicos venecianos comenzaran a llevar sus máscaras de pájaro ante la peste, advirtió que para evitar su contagio lo mejor sería cubrir la nariz y los ojos, convirtiéndose en la primera en recomendar la mascarilla para librarse de las infecciones.
Aun así, los ríos de tinta sólo corrieron por ella cuando comenzó a debatirse la autoría de su libro. De hecho, es ahí donde hoy sólo se estudia a su padre, el bachiller Miguel Sabuco, como autor del mismo.
Escrito en 1587 se llamó 'Nueva Filosofía de la Naturaleza del Hombre', no conocida ni alcanzada por los grandes filósofos antiguos, la cual mejora la vida y la salud humana. Y su capítulo XXXI estaba dedicado a la peste y decía así:
"Capítulo XXXI. De la peste, grande contrario. La peste viene de dos maneras, o en el aire elemento, o en enfermedad contagiosa, que también se pega por el tacto aire […] Este mal entra por el olfato, o anhelito, o por los ojos […] Y también te aviso que será buen remedio atapar las narices al aire".
En Alcaraz, en una agreste sierra entre cuatro cuencas hidrográficos en la que siglos después se refugiarían los bandoleros, nació en 1562 Oliva Sabuco. Esta villa era la única junto a Albacete que superaba los 1.000 vecinos en la zona. Pero el número de habitantes era indiferente para la formación de las mujeres: salvo las monjas, no recibían educación alguna.
De hecho, la inmensa mayoría no sabía leer ni escribir, ni siquiera para firmar. Pero nuestra protagonista nació en el seno de una familia dedicada a la medicina, como su padre, su tío y su hermano, que era boticario. Y por su casa se movían los humanistas de la zona, como Pedro Simón Abril, profesor de Gramática y Retórica. En su obra demostró ser una gran erudita de los grandes clásicos de la filosofía y la medicina como Hipócrates, Galeno, Avicena y Averroes. Y de hecho, tras la publicación de su Nueva Filosofía, se la consideró una de las plumas más brillantes del Siglo de Oro. Incluso se movió en los círculos científicos y filosóficos de la época, algo muy poco usual en aquella época.
Su obra, con la que ella buscaba corregir algunos conceptos que consideraba erróneos de la filosofía y la medicina, tuvo tanto éxito que ser reeditó al año siguiente aunque al final la Inquisición acabó metiendo mano en su cuarta edición. Entre sus aportaciones más importantes se encuentra precisamente la del contagio y prevención de la peste. Pero también se consideró brillante su forma de describir la circulación de la sangre.
Habla de musicoterapia. De la necesidad de la higiene. De los problemas médicos que puede causar la soledad. Y de lo que cura la buena compañía. Promoviendo un estilo de vida saludable, Oliva Sabuco unió medicina y filosofía. Ella defendía que el alma se localiza en el cerebro, y no en el corazón, como se creía, y que había que cuidarse de forma global.
Su obra, que incluía siete tratados, salió de España, se tradujo a varios idiomas y se expandió por Europa y América Latina. Y de hecho, hay historiadores que apuntan a que esta divulgación junto con su condición de mujer permitió que algunos autores plagiaran algunas de sus ideas, apropiándoselas directamente.
Aunque la gran revolución llegaría en el siglo XX, cuando se localizaron documentos privados de la familia en los que el padre reclamaba la autoría de la obra. "La polémica tiene su razón de ser y de hecho es más compleja de lo que parece", reconoce la propia presidenta de la Asociación Oliva Sabuco de Alcaraz, quien sin embargo, defiende que la autora es la hija.
"El libro hace hincapié en los cuidados, de la salud en general, de la forma de vida, de los enfermos... era un ámbito muy de las mujeres", señala. Y en efecto, Oliva Sabuco habla de "cómo cuidarte para tener una vida larga, se atreve a hablar de los efectos de los colores, de que hay que cuidar la respiración...".
Con vertientes enfrentadas por la autoría, la pregunta sigue sin una respuesta clara. ¿Por qué, en un mundo de hombres habría dejado el padre que su hija firmara tan magna obra? ¿Quizá huir de la Inquisición? El historiador Aurelio Pretel considera que no hay duda sobre la autoría: la escribió el padre. "En la epidemia de peste en Alcaraz, Oliva puede tener 14 años, es el padre quien conoce, quien habla con los médicos". El por qué pone su obra a nombre de su hija lo explica en términos económicos. Le pide el dinero al yerno, al marido de Oliva. Y recuerda que ella misma renuncia ante notario. Firma que no es la autora. Aun así, Pretel reconoce que lo importante es el contenido de la obra.
Dinero, reputación... Desde Albacete Elvira Valero apunta que el objetivo era dar prestigio a su hija para casarla bien. Recuerda Valero que según los documentos privados, padre e hija siempre se llevaron bien.
Si su obra la convirtió en una mujer fuera de serie en aquel momento, el resto de la vida de Oliva Sabuco se enmarca dentro de lo que el destino de la época tenía reservada a las féminas: el matrimonio. Y poco más se sabe de ella. Sólo que acabó su vida en un convento y fuera de los libros de historia. Hoy cinco siglos después, Oliva Sabuco da para una enciclopedia de mujeres olvidadas: un repertorio de Castilla-La Mancha que recoge todo el talento femenino injustamente aparcado por la historia. Y también hoy, cinco siglos después, cosas de la vida, la Real Academia de la Historia, concluye que Oliva Sabuco y su Nueva Filosofía es "un referente significativo de la cultura española renacentista".