Nueva York, la ciudad que nunca duerme. En su corazón más profundo se encuentra la isla de Manhattan. Desde que fuera poblada en el siglo XVII por primera vez, miles de inmigrantes llegaban a Estados Unidos en busca de una nueva vida, un trabajo y una identidad.
Recibiendo personas de cualquier rincón del mundo y de cualquier tipo de etnia, Manhattan se ha convertido en uno de los iconos estadounidenses más importantes de la actualidad. Ahora, la editorial Casiopea publicará un libro —Damas de Manhattan: Las mujeres que forjaron la historia de Nueva York— donde pondrá el foco en las mujeres, cuyas historias han pasado a segundo plano, y que fueron un pilar fundamental en la edificación de la ciudad de Nueva York.
"Las hay que abandonaron la seguridad de sus hogares para viajar a Nueva York y sembrar allí su semilla ideológica, cultural, filantrópica y social. Otras, simplemente, lo tuvieron difícil, e incluso se vieron obligadas a abrirse camino en el hampa, de la forma que mejor sabían", escribe Pilar Tejera.
Annie, primera inmigrante de EEUU
El 1 de enero de 1892 se estrenaba la oficina de inmigración de Ellis Island. 148 pasajeros buscaban ser los primeros en pisar la tierra de la esperanza. Pero ese privilegio recayó en Annie Moore, la cual cumplía 15 años ese mismo día.
"Su rostro es una mezcla de temor, de cansancio y de ansiedad", explica el libro. De pronto, y para calmar a la joven, el oficial le entregó una moneda de diez dólares por ser la primera persona inscrita mientras da una charla de bienvenida.
Annie jamás se desprendió de aquella moneda. "Es la primera moneda de los Estados Unidos que ha visto y la mayor suma de dinero que ha poseído". Allí consiguió asentarse, tuvo hasta 10 hijos y jamás abandonaría la ciudad que le había dado la bienvenida. Su figura inspira una canción, una novela y dos estatuas de bronce; una de ellas se encuentra en Cobh Heritage Center (Queenstown), su puerto de partida. La otra, en Ellis Island, su puerto de llegada.
La defensora de Nueva York
Margaret Corbin nació en 1751, mucho antes de la oleada de inmigrantes a la ciudad neoyorquina. Las 13 colonias buscaban la independencia respecto al Reino Unido, que no estaba dispuesto a abandonar las tierras más allá del Atlántico.
Mientras los británicos asediaban Nueva York en la batalla de Fort Washington, última posición rebelde neoyorquina, Corbin combatió a cañonazos hasta el último momento. "Limpiar, cargar, apuntar, disparar". Es lo que había aprendido. Durante unas horas que parecieron días, disparó y disparó hasta ser alcanzada en un brazo, en el pecho y en la mandíbula. Instantes después, perdió el conocimiento.
Por desgracia, nunca terminó de recuperarse por completo de sus heridas y tuvo que trasladarse a Filadelfia. El Gobierno le concedió una pensión para cubrir sus necesidades básicas y en reconocimiento a su servicio. De esta forma fue la primera mujer, en la historia de los Estados Unidos, en recibir una pensión del Congreso por un servicio militar.
Un banquete sexista
Jane Croly era una periodista reconocida que vivía en Nueva York. Sus artículos eran publicados en medios de Nueva York, Boston y Baltimore. Su marido también ejercía como periodista y cuando llegó a casa una carta de invitación para un evento organizado por el Club de Prensa neoyorquino, se sorprendieron de que el nombre de Jane no estuviera en la lista.
Realmente, ninguna mujer había sido invitada. En aquel momento, las demás mujeres periodistas, junto a Jane, protestaron hasta que los organizadores del evento se vieron obligados a hacer algunas concesiones. Finalmente, se admitió a las mujeres con la condición de que tomaran asiento detrás de una cortina, sin ser vistas por los caballeros asistentes a la cena de gala. "Pedirle que se escondiera detrás de una cortina siendo periodista mientras su esposo ocupaba un asiento en las mesas de comedor había sido el peor de los insultos", narra Tejera.
Aquello hizo ver a Jane que las cosas debían cambiar. Su siguiente paso fue fundar el Woman's Press Club de Nueva York. A aquel club tendría terminantemente prohibido el acceso cualquier varón y además se impulsaron proyectos cívicos, becas, conferencias, actividades literarias y sociales. Asimismo, por allí pasaron grandes figuras del periodismo nacional.
Constructora del puente de Brooklyn
"El puente era el arpa de la muerte, la extraña criatura alada sin ojo que me mantenía
suspendido entre ambas costas", escribió el novelista estadounidense Henry Miller acerca de uno de los emblemas de Nueva York. Se construyó entre 1870 y 1883 y, en el momento de su inauguración, era el puente colgante más grande del mundo.
El ingeniero Washington Roebling estaba al cargo de la construcción. Desgraciadamente, sufrió una embolia y enfermó, de manera que no podía trabajar en una obra que se llevó muchas vidas y esfuerzo por delante. De esta manera, Emily Warren, su esposa, convenció a los a los políticos y promotores y se hizo cargo de la obra dirigiendo a cientos de obreros. Padeció junto a ellos los numerosos incidentes y accidentes y tuvo que hacer frente al ayuntamiento y a los promotores que dudaban de la aptitud de la mujer.
"Este es un monumento eterno a la devoción y el sacrificio de una esposa y a su capacidad de recibir una formación de la que ha sido apartada durante demasiado tiempo", calificó el congresista neoyorquino Abram Hewitt la labor de Warren.
El 24 mayo de 1883 la obra quedó concluida. El día de la inauguración Emily fue una de las dos primeras personas en cruzarlo. La otra fue el vigésimo primer presidente del país: Chester Alan Arthur. El hecho de que fuera una mujer quien tomó las riendas para tal obra suscitó enormes dudas tras la inauguración. Se especulaba que el puente no tardaría en derrumbarse. "En respuesta a tales rumores se organizó un desfile de elefantes para demostrar que el puente no se iba a desplomar. Jumbo, un ejemplar de siete toneladas seguido de otros veinte soberbios paquidermos, recorrieron la estructura desde Brooklyn hasta Manhattan", relata Tejera.
Mujeres neoyorquinas
Damas de Manhattan: Las mujeres que forjaron la historia de Nueva York pretende dar voz a todas aquellas mujeres que, fueran de la tendencia ideológica, clase y profesión que fueran, pusieron su grano de arena para construir la Nueva York de hoy en día.
Dorothy Parker, Lorraine Vivian Hansberry, Abby Rockefeller, Eve Adams o Texas Guinan son algunas de las mujeres que conforman la lista del libro que publica Casiopea y que marcaron la historia del pasado y presente de Nueva York.