La sociedad de El Argar, que revolucionó el sureste de la Península Ibérica a comienzos de la Edad del Bronce, entre 2200-1550 a.C., con sus centros urbanos y construcciones monumentales, una organización jerárquica en colectivos especializados y clases sociales y que hizo gala de una violencia institucionalizada, también pudo ser pionera en el empoderamiento femenino. Así lo concluye un nuevo estudio arqueológico: las mujeres argáricas pudieron haber desempeñado un papel relevante en las labores de gobierno.
Esta hipótesis se deduce del hallazgo de un rico ajuar funerario en una de las más de cien tumbas documentadas en el yacimiento de La Almoloya, en el municipio murciano de Pliego, por el equipo de investigadores del Departamento de Prehistoria y la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Barcelona. En el enterramiento, excavado en 2014 y que contenía los restos de dos individuos —un hombre de entre 35 y 40 años y, encima, una mujer de entre 25 y 30—, apareció un repertorio de joyas y objetos personales muy completo: brazaletes, dilatadores de orejas, anillos, cuentas de collares, espirales, recipientes con ofrendas y, sobre todo, una diadema de plata colocada sobre la cabeza de la fémina.
Rafael Micó Pérez, catedrático de Prehistoria de la UAB y uno de los directores de las investigaciones, señalaba hace unas semanas en una entrevista con este periódico que la diadema es única —solo se conocen otras cinco con semejante diseño en esta zona peninsular, que abarcó partes de las actuales provincias de Murcia, Almería, Alicante, Granada, Jaén y Ciudad Real, y ninguna había podido ser estudiada teniendo en cuenta su contexto— y que probablemente perteneció a una princesa. El nuevo estudio, publicado en la revista Antiquty bajo el título de Emblems and spaces of power during the Argaric Bronze Age at La Almoloya, Murcia, va más allá al apuntar que esta élite femenina tuvo poder de decisión.
"La singularidad de estas diademas es extraordinaria. Fueron objetos simbólicos hechos para estas mujeres, transformándolas así en sujetos emblemáticos del poder de la clase dominante", explica Cristina Rihuete, una de las firmantes del artículo científico y codirectora de los trabajos, que optan al II Premio Nacional de Arqueología y Paleontología de la Fundación Palarq. "La Almoloya y la tumba 38 son ese tipo de hallazgos excepcionales que nos proporcionan de vez en cuando una visión sobre los gobernantes y los objetos emblemáticos de las primeras sociedades que emergieron en Europa durante la Edad de Bronce", añade Vicente Lull, catedrático de Prehistoria.
La Almoloya fue uno de los principales centros neurálgicos de la sociedad argárica, considerada por los expertos como la primera organización estatal del Mediterráneo occidental. En este yacimiento se ha hallado un palacio —el primero de Europa— que habría actuado como epicentro del poder político y económico. Precisamente bajo el subsuelo de lo que ha sido identificado como la sala de gobierno —este pueblo prehistórico sepultaba a sus muertos debajo de los hogares— se halló la mencionada tumba, lo que refuerza todavía más su carácter elitista.
La cuestión más difícil de dilucidar es si la clase alta femenina llegó realmente a gobernar o las joyas halladas fueron meros elementos simbólicos. "En la sociedad argárica, las mujeres de la élite eran enterradas con diademas, mientras que los hombres lo eran con una espada y una daga. Estos guerreros tenían un ajuar funerario menor en cantidad y en calidad. Las armas eran el medio más eficaz de hacer cumplir las decisiones políticas y ciertos hombres habrían jugado un papel ejecutor, aunque la legitimación y, quizás también el gobierno, recayera en las manos de ciertas mujeres", barajan los investigadores.
Los huesos de los individuos encontrados en la tumba 38 han sido sometidos a análisis genéticos en el Instituto Max Planck. Los resultados han demostrado que ambas personas eran contemporáneas, tuvieron una hija en común —identificada en un enterramiento cercano— y fueron inhumadas, simultáneamente o con muy poca diferencia, a mediados del siglo XVII a.C. La mujer presentaba varias anomalías congénitas y unas alteraciones óseas en las costillas que podrían indicar que padecía una infección pulmonar en el momento de la muerte. El hombre tenía un desgaste óseo propio de una extensa actividad física, probablemente de montar a caballo.