Si hay una mujer que debe estar la primera en un listado de mujeres que ha contribuido al éxito del deporte español, el suyo siempre encabeza la lista. Pero si su juego sobre la tierra batida fue, según los expertos, muy atrevido, también lo fue su vida fuera de las pistas, por lo que, además, fue pionera en el mundo de la moda.
Fue, lo que entonces se definía como “una mujer adelantada a su época”, pero se adelantó nada más y nada menos que un siglo: practicó la equitación, el esquí alpino, el alpinismo y el patinaje sobre hielo, pero también el billar y, sobre todo, el tenis, deporte en el que conseguirá algunos de sus mayores triunfos. Aunque su favorito siempre fue el esquí.
Se hizo mundialmente famosa como Lilí Álvarez pero, cuando nació, fue bautizada como Elia María González-Álvarez y López-Chicheri. Sus padres venían de familias sin ningún apuro económico y eran bastante modernos para su época: Virginia López-Chicheri había estado casada anteriormente y decidió poner tierra por medio e instalarse en Suiza.
Allí se quedó cuando conoció y volvió a casarse con Emilio González-Álvarez, porque el clima favorecía la frágil salud de la madre de Lilí. Pero viajan constantemente por todas las capitales europeas, donde se hospedan en los mejores hoteles. De hecho, Lilí nació en Roma, el 9 de mayo de 1905. La niña no acude al colegio, sino que es educada por institutrices.
Terminará hablando inglés, francés, alemán e italiano. El matrimonio no tuvo más hijos, y el padre, que vivía de sus rentas, completa la educación de su hija transmitiéndole su pasión por el deporte. Como declararía años después a Radio Nacional de España (RNE): “Fue el aburrimiento de mi padre el que me hizo ser deportista”.
Con la facilidad que ofrece Suiza para practicar deportes de invierno, aprendió a patinar con cuatro años y a esquiar con cinco. Su padre, que era “un gran jugador de billar”, la subía a una silla para que llegase a la mesa y jugara con él.
La pequeña se acostumbra a ser la única niña en un mundo de hombres, disfrutando de una libertad absolutamente extraordinaria para una mujer de su época. Acompaña a sus padres a los viajes a París, Londres, Berlín… e incluso se presenta a los torneos de baile de salón que se celebran en los hoteles donde se alojan. En uno de ellos enseñará a bailar al entonces príncipe Pablo de Grecia, luego rey de los griegos y padre de la reina Sofía de España.
A los 11 años participa por primera vez en un campeonato internacional de tenis. En 1917, con 12 años, gana su primer campeonato de patinaje artístico sobre hielo en Saint Moritz y en 1921, con 16 años, obtiene la Medalla de Oro Internacional de patinaje. El primer torneo de tenis que ganó fue el campeonato de Ginebra en 1919, con 14 años.
En 1924, a los 19 años, participa como piloto el Campeonato de Cataluña de Automovilismo y se convierte en la única mujer que logra un trofeo en categoría masculina (no había competición femenina). Hoy las mujeres que pilotan en distintas categorías de las carreras automovilísticas son muchas, e incluso existen rallies exclusivamente para mujeres, pero en aquella época, presentarse era no solo un atrevimiento, sino una provocación.
Además de ser una de las dos primeras mujeres deportistas españolas que participó en unos Juegos Olímpicos de verano (los de París, en 1924), junto a Rosa Torres, en la categoría de dobles femenino, también jugó en dobles mixto con José Miguel Fernández Liencres, llegando hasta cuartos de final.
Unos meses antes, ya había sido convocada por la delegación española para participar en los primeros Juegos Olímpicos de Invierno que se celebraron en Chamonix en 1924, pero una lesión le impidió participar y le hizo abandonar el patinaje. Este deporte perdió una figura, pero el tenis mundial ganó una estrella.
Participa en todos los torneos franceses de tierra batida celebrados en Montecarlo, Cannes, Niza, París, etc., pero será en 1926, al derrotar a Molly Mallory (ocho veces campeona del Abierto de Estados Unidos, que acababa de derrotar a la mítica Suzanne Lenglen), en el torneo británico de Beckenham, cuando consiga una auténtica proyección internacional.
En 1926 consigue llegar a su primera final del campeonato de Wimbledon. En las gradas, es testigo de excepción el rey Alfonso XIII, que también estuvo en el vestuario diciéndole que se movía en la pista “como un torero”. Lilí (que había jugado al tenis con el rey Gustavo V de Suecia, en uno de sus viajes), mantendría una amistad con el monarca español, que ya no se perdería ninguno de sus partidos.
En 1927 y 1928 lo logrará de nuevo, convirtiéndose en la primera deportista española que llegaba a tres finales consecutivas en el torneo británico. La prensa inglesa la apoda “The Señorita” por su asombroso estilo de juego. Mujer renacentista e incansable, en 1927 escribe en inglés su primer libro, titulado Modern lawn tennis.
En 1929 gana Roland Garros en la categoría de dobles femeninos, jugando con la holandesa Kornelia Bouman. Ese mismo año ganó también el Campeonato de España y en 1930, el torneo de Roma, considerado el tercer campeonato más importante de Europa. Tendrían que pasar más de 60 años antes de que otra española, Conchita Martínez, levantara de nuevo el trofeo italiano.
Lilí Álvarez se enfrentó a las mejores tenistas de su época y fue considerada como una de las diez mejores jugadoras de tenis desde 1926 hasta 1931. Ocuparía durante tres años seguidos el segundo puesto en el ranking mundial, siempre como amateur pues nunca quiso ser profesional, a pesar de que recibió numerosas ofertas para serlo.
En 1931 revoluciona las pistas, primero en Roland Garros y luego Wimbledon, al convertirse la primera tenista que utilizó una falda-pantalón para jugar: un diseño creado expresamente para ella por la diseñadora Elsa Schiaparelli, absolutamente escandaloso para la época.
Los cronistas de la época la califican como “la mujer más elegante en las pistas”. Y no mentían: "Tuve la suerte de que los grandes modistos de París me daba, cada seis meses, seis trajes de mañana, cuatro de tarde, seis de noche y un gabán de noche. Y, a los seis meses, me lo cambiaban todo".
Con buen olfato publicitario, la Rolls-Royce le presta un coche con chófer para sus viajes: "Yo iba a todos lados con mi Rolls, mi chófer y mi doncella, o sea, que parecía una rajá", declararía años después a RNE. Es una auténtica celebrity de la época y todo el mundo quiere conocerla.
No solo conocerá a todos los que eran alguien en el mundo de la moda de su época (como por ejemplo Coco Chanel y su "archienemiga" Elsa Schiaparelli),, sino a políticos como Winston Churchill, a escritores como George Bernard Shaw y a otros famosos como los Duques de Windsor.
Se cuenta una anécdota muy famosa que Lilí protagonizó cuando el mariscal francés Foch (que había sido comandante en jefe de las fuerzas aliadas durante la Primera Guerra Mundial) le dijo: "No me atrevería a proponerle un partido de tenis a esta señorita". A lo que ella respondió: "No se preocupe, mariscal, yo tampoco le declararía a usted la guerra".
En España, años después, su círculo incluirá también a intelectuales como Eugenio d'Ors, Ignacio Zuloaga, José Luis Aranguren, José María Cossio, etc. Porque, a pesar de no haber recibido una educación convencional, era un mujer muy culta.
Como repetían todos los que la conocieron, era también una mujer polifacética, original y sorprendente. Su amiga María Salas, destacaba en Fin de Siglo (RNE) cómo Lilí Álvarez, después de un vida cosmopolita y llena de glamour, "al mismo tiempo podía ser de una sencillez asombrosa".
Y narra una anécdota que la define muy bien: "Se llevó a su madre a vivir con ella en una casita que tenía en la Sierra de Guadarrama. Como sólo había un dormitorio, se lo cedió a ella y Lilí se fue a dormir a la leñera, junto a la leña almacenada y con un tronco como mesilla de noche.
Con la misma naturalidad con la que había vivido en los mejores hoteles de París, Londres y Berlín, estaba en la leñera de su casita. Esos eran los contrastes de Lilí", añade.
Una mujer sin prejuicios sociales que, como contaba María Salas, "en los cursos y reuniones de la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica), charlaba con los obreros y obreras igual que en el salón más empiringorotado".
Y al mismo tiempo, podía ser una mística, religiosa, pero no beata, una católica que hablaba del divorcio, del control de natalidad, del papel de los laicos en la Iglesia y reivindicaba la igualdad entre hombres y mujeres en el Evangelio. Todo ello, en los años 50 y 60, cuando nadie se atrevía a hacerlo.
Fue también de las primeras mujeres españolas en trabajar como periodista: comenzará en 1930 escribiendo para el diario argentino La Nación y, en 1931 se convierte en corresponsal en España del británico Daily Mail, para el que relatará, no solo el triunfo de la Segunda República, sino también el estallido de la Guerra Civil.
De esta última recordará que, mientras viajaba por distintas ciudades españolas de la zona nacional, con el corresponsal de una radio internacional, "las balas silbaban sobre nuestras cabezas".
Unos años antes, en 1931 y "en un Madrid revuelto, extraño, interesantísimo", se había instalado en el Hotel Palace y es una de las tres únicas mujeres que asiste a la inauguración de las Cortes Constituyentes: "Éramos las dos diputadas [Clara Campoamor y Victoria Kent] y yo, que estaba en el palco de la prensa".
Entre 1926 y 1937 publica asimismo sus crónicas deportivas en revistas europeas y se convierte una de las primeras mujeres en cubrir eventos deportivos. Sin perder de vista la situación del deporte español, colabora con otros medios como la revista Cuadernos para el Diálogo, El Ciervo y La Vanguardia.
En 1934 se casa con el conde de Valdéne, un aristócrata francés al que conoce en casa de su madre en Biarritz, que era representante del Figaro en España. Se fueron a vivir a Londres y, en 1939, pierden el bebé que esperan y se separan.
Lilí tuvo que ser operada entonces y ya no podrá tener hijos. Regresa a España definitivamente. Trabaja como asesora deportiva de la Sección Femenina de Falange y una de las primeras formadoras de profesoras de Educación Física. Pero nunca se conformó con el rol tradicional que se atribuía a la mujer de su tiempo.
Tras el final de la Guerra Civil, cambia la raqueta por los esquíes y retoma la práctica de deportes de invierno: gana el Campeonato de España de Esquí Alpino y en 1941, el Campeonato de España de Esquí, en las modalidades de absoluto, descenso y eslalon, pero su victoria en Candanchú fue censurada por los medios al acusar de machismo al jurado.
En 1940, volvió a ganar Campeonato de España de Tenis, en San Sebastián. Ese mismo año, la Federación Española de Tenis la descalificaría a perpetuidad “por haber proferido injurias contra España”. Aunque fue recalificada un año después, tras ganar la final del Torneo de Santander en 1941, decide cerrar su carrera tenística.
Ya solo jugará algunos partidos amistosos, por ejemplo, en 1956, con un jovencísimo Manolo Santana. Nunca dejaría sin embargo de criticar el trato tan diferente que se daba a los hombres y mujeres deportistas, lo que la convirtió en una feminista atípica.
Apartada definitivamente de la competición, da conferencias, sigue colaborando en prensa y escribe libros: llegará a publicar una decena, entre ellos, Plenitud (1947), En tierra extraña (1954), El seglarismo y su integridad (1959), Feminismo y espiritualidad (1964) y Mi testamento espiritual. Ideario de una beata atípica (1985).
De pensamiento muy crítico y progresista, en 1961, en pleno franquismo, publicaba un artículo en la revista El Ciervo: "Esto de la ‘pérdida de la femineidad’ me parece el 'coco' inventado por los varones para espantar a las personas del 'sexo débil' que no desean cultivar por más tiempo su ‘debilidad’.
Pero este 'coco protector' que esgrime la secreta falta de seguridad en sí mismo de aquellos, así como su correspondiente y demasiado visible afán de conservar su situación de privilegio, es un 'coco' ya viejo y trasnochado, que entra rápidamente en desuso.
No hay más que ver hoy día a tantas y tantas mujeres despiertas, valientes, emprendedoras… y muy femeninas, para darse cuenta de su poca consistencia. Hablo de la del 'coco'".
En 1960, coincide con María Laffitte y Pérez del Pulgar, Condesa de Campo Alange y fundadora del Seminario de Estudios Sociológicos de la Mujer (SESM). La deportista y se suma al grupo de mujeres reunido por la llamada “condesa feminista”, para reflexionar y dialogar sobre el papel de la mujer en España.
Entre ellas está también la académica Elena Catena (una de las primeras mujeres que obtuvo el doctorado en Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid y la primera vicedecana de la misma facultad), quien la recordaba así en RNE: “Aquella era una época extraña y Lilí era una gran europea, más libre que todas nosotras; sabía que España era otra cosa” y, a pesar de la censura franquista, 'conseguimos decir mucho'”.
Entre 1964 y 1968 escribe en ABC y en la revista Blanco y Negro, para la que, en 1965, cubrió la Copa Davis, en Australia, como enviada especial.
Después creará la Fundación Lilí Álvarez, que en 1996 fusiona con la Fundación Deporte Joven. Allí se custodian y exponen sus objetos personales e imágenes de su carrera deportiva. Y allí la conocerá Fernando Romay: “Irradiaba una personalidad enorme. Y te dejaba asombrado en cada conversación que tenías con ella”.
En 1998, Lilí presenta, a los 93 años, su último libro La Gran Explicación, desde la vida y el deporte. Falleció en su casa, el 8 de julio de ese mismo año. No pudo recoger personalmente la Medalla de Oro al Mérito Deportivo que le fue concedida, a título póstumo, y entregada, a su familia unos días después.
En 2017 se crea el Premio Lilí Álvarez de Periodismo Deportivo, convocado por el Instituto de la Mujer y para la Igualdad de Oportunidades y el Consejo Superior de Deportes. Con este galardón, se pretende reconocer “los trabajos periodísticos que más y mejor hayan contribuido a la difusión y defensa de la igualdad entre mujeres y hombres en el ámbito deportivo y a visibilizar el deporte femenino en España”.
Con el mismo objetivo de “honrar su memoria y devolver sus gestas al lugar que merecen en el imaginario colectivo”, dos emprendedores y amantes del tenis, Chema Menéndez y David Vicente, organizaron en 2021 el primer Torneo de Tenis Vintage Lilí Álvarez. Dos requisitos: vestir de blanco y competir con una raqueta de madera, para recordar las hazañas de nuestra pionera del tenis.
Sin embargo, murió sin que en España fueran reconocidos sus méritos, tal y como ella misma confirmó en una entrevista firmada por Antonio D. Olano en 1988 (con ocasión del homenaje que le rindió Wimbledon a los 60 años de su gesta): "Yo fui tres veces finalista en Wimbledon, cosa que no lo ha sido nunca ningún español varón... Ya ves, el homenaje que no me hacen en España me lo tributan allí."
Su sobrino, Jaime López-Chicheri Dabán, es quien mantiene viva su memoria y su legado, no permitiendo que se olvide que Lilí Álvarez ayudó a visibilizar y a redefinir el papel de la mujer en la sociedad de la primera mitad del siglo XX, cuando hasta jugar con una falda-pantalón era un escándalo monumental.
“Entendí siempre el deporte, y en general todo lo físico, como base, como fundamento para una vida más rica y más llena en todos los sentidos".
Cuatro calles (en Madrid, Valdemoro, Tres Cantos y Guadalajara) y un centro deportivo municipal en Moratalaz llevan su nombre. Quizás muchas de las deportistas que hoy juegan en su cancha de baloncesto, su campo de fútbol o su pista de volley-playa, entre otras instalaciones, no conozcan la apasionante vida de la mujer que les abrió el camino a la normalidad que hoy disfrutan.