Cada 10 de junio se celebra el Día Internacional de la Heráldica y, para conmemorarlo al estilo MagasIN, hemos escogido la Real Orden de las Damas Nobles de la Reina María Luisa, probablemente, la más 'feminista' de todas las distinciones reales. Fue creada por el rey Carlos IV a instancias de la propia soberana.

María Luisa de Parma quería una manera propia de recompensar a las mujeres nobles que se distinguieran por sus servicios o cualidades, por lo que se trata de una distinción estrictamente femenina, es decir, reservada únicamente a mujeres.

Han obtenido esta distinción más de mil, entre ellas, innumerables aristócratas de España y representantes de la realeza de numerosos países de todo el mundo en reconocimiento a sus «servicios, prendas y cualidades».

En el Archivo Histórico de la Nobleza Española hemos encontrado algunas curiosidades sobre la Real Orden de las Damas Nobles de la Reina María Luisa. 

1. Recibe el nombre de la reina María Luisa de Parma (1751 - 1819) porque fue ella quien así se lo pidió al monarca, para distinguir con ella a las damas de la Corte que sobresalieran por sus cualidades o servicios. Fue creada en honor a su esposa por Carlos IV, mediante el Real Decreto de 21 de abril de 1792, para conmemorar el nacimiento del infante don Felipe María Francisco.

2. El Decreto fija el número máximo en treinta damas, aparte de la familia real, e impone el distintivo público de una banda blanca y morada. Curiosamente hoy este color representa la lucha por la igualdad de género. Su insignia se describe en el segundo artículo de sus estatutos, y consiste en una banda realizada en tela de moaré, de seda y algodón, compuesta por tres franjas verticales: la central blanca y las dos laterales moradas; su anchura es la mitad que la de las bandas de las órdenes masculinas.

Venera o insignia de la Orden de las Damas Nobles de María Luisa.

Se debe colocar desde el hombro derecho hasta el costado izquierdo, y de ella pende una cruz de ocho puntas de oro, en cuyo centro hay un óvalo con la imagen en esmalte de San Fernando, que aparece de cuerpo entero, armado, coronado y con el manto de rey, que lleva en su mano derecha una espada y en la izquierda, el globo u orbe real.

3. La reina tenía la capacidad de adoptar cuantas medidas considerara oportunas para la orden y la elección de sus miembros. El 15 de marzo de 1794 María Luisa de Parma estableció los Estatutos por los que había de regirse la Orden, que constaban de 15 artículos.

4. Las nombradas Damas Nobles debían asistir a los dos capítulos anuales que se celebrarían en palacio, presididos por la reina, el día de San Fernando (patrono de la Orden), y el de San Luis. Y tenían también la obligación de visitar hospitales y asilos de mujeres y la celebración de sufragios por cada una de las compañeras que fallecía.

5. Algún acontecimiento nacional o en el seno de la familia real daba lugar a una elección conjunta de damas. Por ejemplo, los realizados el 4 de abril de 1794, para solemnizar el nacimiento del infante Francisco de Paula Antonio; los del 6 de septiembre de 1795, para celebrar la paz firmada en Basilea, y los del 4 de octubre de 1802, para festejar el casamiento del príncipe de Asturias con la infanta María Antonia de Nápoles. 

Las infantas españolas se condecoraban después del bautizo, en el momento de nacer o incluso antes "por si a Dios pluguiere que fuese niña".

En 1796 el rey elevó la Orden a dignidad nobiliaria, concediendo a sus poseedoras y a sus cónyuges el tratamiento protocolario de excelencia, equiparándolas a la Grandeza de España, y a los caballeros Grandes Cruces de la Orden de Carlos III. Llevan anexo el tratamiento Excelentísima o Excelentísima Señora.

La familia de Carlos IV, retratada por Francisco de Goya en 1800. MUSEO DEL PRADO

6. Tras la guerra de la Independencia, Fernando VII respetó durante un tiempo la soberanía de la Orden en su madre. Pero, por una disposición del 25 de octubre de 1816, el rey delegó en su esposa la Orden.

A partir de ese momento, las sucesivas reinas heredaron las prerrogativas de la fundadora de la Orden y se instauró la costumbre de que fuera la actual reina de España la que ejerciera la gobernación de la misma.

7. Isabel II regulará el 8 de octubre de 1851 las condiciones exigidas a los aspirantes a cualquiera de las Órdenes Civiles. Da normas sobre propuesta, concesión y clases de condecoraciones según la categoría de la persona solicitante. El artículo séptimo del decreto hace extensivos a la Real Orden de Damas Nobles los requisitos necesarios para obtener la gran cruz de Carlos III.

Tras la destitución de Isabel II, el general Francisco Serrano y Domínguez, como regente, cambio la denominación de la Orden de María Luisa por la de Damas Nobles de España. Se imponía la obligación de llevar a diario la banda con su venera o insignia, como pública muestra del gran honor que les había sido concedido por la reina.

8. Al advenimiento de la Primera República se suprimió la Orden de Damas Nobles junto con las demás Órdenes civiles y militares. Tras la restauración del trono y de la reimplantación de las Órdenes civiles, Alfonso XII delegó en su esposa las facultades relativas a recepciones y ceremonias, Cuando falleció la reina María de las Mercedes, y según el deseo manifestado en vida por esta, instituyó que, en los actos de etiqueta, las Damas Nobles debían usar una cruz pendiente de un lazo con los colores de la banda para ser fácilmente distinguidas y tener las consideraciones propias de la Orden, que era igual en preeminencias a las grandes cruces de los caballeros de Carlos III e Isabel la Católica.

Pero, en aquellos actos que por su menor importancia protocolaria no requirieran el uso de la banda como prescribían los estatutos de la Orden, el monarca declaró que las Damas Nobles podrían usar, sobre el lado izquierdo del pecho, la Cruz de la Orden pendiente de un lazo de cinta igual a la Banda, mediante Real Decreto de 28 de noviembre de 1878.

9. El título, las insignias de oro y la banda eran personales, vitalicios y propiedad de la Orden, que los otorgaba en usufructo y recuperaba cuando fallecía la mujer distinguida con ellos. Sin embrago, se sabe que, cuando Isabel II fue destronada, en 1868, las familias de las Damas Nobles se negaron a devolver las insignias a las nuevas autoridades como muestra de lealtad a la soberana y a la institución monárquica.

10. Aunque no hace mención expresa a la Orden de María Luisa, un decreto de la segunda república de 24 de julio de 1931 la abolió de hecho como institución oficial. Sin embargo, tanto Alfonso XIII, hasta enero de 1941, como su hijo Juan de Borbón, conde de Barcelona, otorgaron algunas bandas de esta Orden a princesas de su familia.

El padre del rey Juan Carlos I se la concedió a sus hijas las infantas Pilar y Margarita duquesa de Badajoz y de Hernani (Dama n.º 1192), cuando cumplieron 18 años. Y también a la entonces princesa Sofía de Grecia (Dama n.º 1193.1), al convertirse en Princesa de España por su matrimonio en 1962. En las fotos de la ceremonia de proclamación del rey de España, el 22 de noviembre de 1975, puede verse a la reina Sofía luciéndola.

Tras la renuncia de Don Juan de Borbón a sus derechos dinásticos el 14 de mayo de 1977, no ha habido nuevos nombramientos; por lo tanto, sólo tres mujeres la ostentan hoy en día: la Reina Leticia (que sería la 1.194 pero de facto la reina es la 1), como actual soberana, la reina Sofía y su cuñada la infanta Margarita. Por lo que algunos expertos consideran que, se mantiene formalmente en vigor de iure, la orden puede considerarse extinguida de facto o de hecho.

Distinguir a sus más fieles

María Luisa de Parma, pintada por Mariano Salvador Maella entre 1789 y 1792. MUSEO DEL PRADO

María Luisa de Parma se convirtió en reina consorte de España, en 1788, tras la muerte de su suegro, el rey Carlos III, y su esposo, Carlos IV, se convirtió en rey de España. Se dice que ejerció una gran influencia sobre su marido y fue objeto de rumores y habladurías sobre su relación con Godoy.

María Luisa y Carlos IV tuvieron catorce hijos, pero la reina llevó a cabo 24 embarazos, lo que deterioró su salud e incrementó la leyenda negra que la suponía maldita y la convirtió uno de los miembros más impopulares de la realeza española a lo largo de la historia. 

Enfrentada a su nuera y a numerosos miembros de la Corte española del momento, es famosa la rivalidad que mantuvo con la entonces duquesa de Alba, María del Pilar Teresa Cayetana de Silva Álvarez de Toledo y la duquesa de Osuna, María Josefa de la Soledad Alfonso-Pimentel y Téllez-Girón.

Tras la abdicación de Carlos IV en favor de su hijo, el príncipe Fernando, María Luisa acompañó a su marido al destierro, primero en Francia y luego en Roma, donde moriría, pero ambos están enterrados en el Panteón de los Reyes del Monasterio de El Escorial.



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