Si a muchas apasionadas del universo fashion se les pide que citen míticos diseñadores que han hecho historia en el mundo moda, se les ocurrirán muchos nombres: Balenciaga, Christian Dior, Pertegaz... La mayoría hombres, a excepción de Cocó Chanel, por supuesto, que ya tiene mérito.
Los estereotipos de género han estado muy presentes en la moda, como en otras artes, invisibilizando muchas veces el papel de algunas de aquellas costureras que allá por el siglo XIX y principios del XX irrumpían en ese patriarcado para marcar tendencia con su aguja. Sus nombres no son tan conocidos, pero tienen un papel muy destacado en la industria, no solo por su aportación creativa, sino por el paso fundamental que dieron en el emprendimiento femenino.
Las mujeres cosían, cortaban, confeccionaban... A veces para sí mismas, otras para sus clientas del barrio por un sueldo pequeño o para señoras de más poderío. Quizá muchas de ellas no fueron reconocidas como grandes diseñadoras, pero sin duda aportaron su granito de arena y son parte de la historia. En Magas rescatamos de ese olvido a una de ellas, Felicidad Duce, una catalana que se atrevió hace casi 100 años a crear una escuela-taller de moda para impulsar la independencia de las mujeres y mejorar sus condiciones de vida.
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Aquel proyecto sigue abierto después de casi un siglo, aunque ahora reconvertido en un centro moderno y de referencia, gestionado por la red canadiense LCI. Pero sigue manteniendo los mismos valores inspiradores que le confirió Duce. Así nos lo asegura Silvia Viudas, directora general de LCI Barcelona que, además, está íntimamente ligada a esta historia: "Mi madre fue alumna de aquella escuela que, cosas de la vida, he acabado comprando". Junto a ella repasamos la vida y el legado de una mujer 'olvidada' del mundo de la moda.
"Nosotros la seguimos recordando y la escuela no quiere olvidar para nada su legado. Era una mujer de una gran fuerza y de una gran visión en el mundo, incluso del marketing y de la comunicación. Eso no se tiene que perder", empieza diciendo.
Felicidad Duce Ripollés nació el 7 de marzo de 1907 en el barrio de Gracia (Barcelona), en el seno de una familia humilde y numerosa de seis hermanos. Sus padres fueron a Cataluña de otras regiones de España. Desde pequeña, Feli dio muestras de su gran capacidad intelectual, "lo que hizo que tuviera la suerte de ser becada y poder formarse. Le gustaba mucho toda la parte del arte, la música y tuvo la oportunidad de ir al Instituto de la Dona, que era un colegio costura de la época".
Empezó a trabajar muy pronto y contaba con dos virtudes fundamentales, "la capacidad de sacrificio y grandes ideas", lo que hizo que entrara como aprendiz, luego pasara a ser profesora y finalmente montó su propio negocio con solo 16 años". Como muchas otras mal llamadas modistillas, las mismas que tanto contribuyeron a vestir con estilo a otras mujeres, comenzó creando prendas por unas cuantas monedas entre las vecinas de su barrio. Poco a poco se fue profesionalizando y empezó a enseñar a otras mujeres a hacer patrones en su taller.
En aquella época la gran mayoría de las mujeres cosían en casa y se hacían sus propios vestidos. Lo que Felicidad pretendía era darles una oportunidad de emprendimiento para que pudieran formarse y ganar su propio dinero, lo que les daría una mayor independencia en una época en la que la mujer era un ciudadano de segunda en muchos aspectos. En su escuela hacían incluso el vestuario para una productora de cine.
Pero no solo eso, sus actos siempre tuvieron un enorme calado social. "Durante la guerra civil española transformó su escuela en el taller para hacer los uniformes militares y lo que pedía era comida para sus estudiantes como pago. Ella siempre ha trabajado para la mujer", explica Silvia.
No fue una mujer al uso. Se casó, pero se separó muy joven con una niña pequeña, así que no lo tuvo fácil para conciliar; esa palabra que entonces no existía para ellas. "Tuvo que mandar a su hija a estudiar a un internado a París para poder dedicarse más a su negocio y mantenerlo actualizado", añade.
En la vida de Felicidad y en su trayectoria profesional hubo un hombre crucial: el diseñador Pedro Rodríguez: "Era un amigo. Mi madre me ha explicado que él iba a la escuela a dar clases magistrales y transmitía su saber a las alumnas. Esto dio mucha importancia al reconocimiento de Felicidad".
Uno de los grandes hitos que Duce ha dejado para la posteridad es la creación de un sistema métrico. A partir de unas líneas marcadas en el cuerpo de cada modelo, conseguía aplicarlas en el papel hasta obtener el patrón ideal. Es el método Feli que aún hoy se mantiene vigente. "También inventó las delegaciones, porque su escuela tenía más de 50 en España. Digamos que tenía un ejército de mujeres que transmitían el conocimiento y el amor por esa profesión a otro ejército de mujeres. Todo en una época en las que no podían ni abrir una cuenta en el banco sola sin un hombre", relata Silvia.
Felicidad falleció en el año 2000, pero no se jubiló nunca, siempre estaba en la escuela, en las clases, volcada en la que siempre fue su gran pasión. Su antigua escuela-taller, renombrada como LCI Barcelona, ha tenido alumnos ilustres como Juan Vidal, Josep Font o María Escoté.
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La actual directora general del centro destaca la capacidad de persuasión de Duce, sus dotes comunicativas y el hito que consiguió haciéndose un nombre en la profesión. Su escuela, popularmente conocida como 'La Feli', ha cambiado de nombre, pero su espíritu sigue intacto, e incluso algunos de los profesores que forman parte del equipo estuvieron con su fundadora. "También instauramos en el año 2000 un premio de moda que se lleva su nombre. Estas mujeres con tanta fuerza no deberían desaparecer. Felicidad hizo un gran favor a la sociedad española", nos cuenta Viudas.
El mundo de la moda ha cambiado mucho desde que Felicidad comenzó su andadura. Ahora las clases están llenas de mujeres y también de hombres, y los estudios de diseño y moda son reconocidos. "Lo que me gustaría resaltar es que LCI Barcelona mantiene esa herencia de Duce. Las personas que estamos aquí impulsando el proyecto venimos de esta mujer apasionada y que ponemos también esa fuerza en el equipo. Hay muchísimas mujeres trabajando aquí y tenemos que luchar con unas titulaciones que no son tan aceptadas", finaliza Silvia Viudas.