Laura Vitalia González Martínez es de esas personas que escuchan mucho más de lo que hablan. Aguarda con paciencia a tener las palabras justas y no tiene prisa en contestar. Mientras recorre el Arsenal de Cartagena, donde se encuentra la Escuela de Submarinos en la que termina su último curso como oficial, es difícil no fijarse en su rostro dulce, su aspecto impecable con el uniforme y la responsabilidad que pesa en una voz suave pero firme de quien va a conseguir un hito, al menos, en la historia de la mujer en el Ejército español.
Y es que con sólo 25 años, esta madrileña está a una semana de convertirse en la primera mujer oficial de submarinos de la Armada española. Cuando el próximo 5 de agosto salga del Tramontana en Cartagena ya lo hará con toda la formación y la práctica terminada de una especialidad que hasta ahora no había tenido a ninguna mujer entre sus mandos.
De hecho, este cuerpo es el que menos porcentaje de chicas tiene entre sus filas, con sólo un 10% del personal, y hasta ahora la mujer que más alto había llegado dentro del Arma Submarina era suboficial Y eso que España fue uno de los países pioneros en la entrada de mujeres en los sumergibles, un paso para la igualdad que ha costado en muchos de los territorios punteros en Defensa.
"No sabía que iba a ser la primera mujer oficial de submarino de la Armada española cuando lo cogí. De hecho cuando hice la petición para entrar en la especialidad, las plazas son limitadas y ni siquiera sabía si iba a poder entrar. Cuando lo conseguí, ya me lo dijeron", asegura Laura, que cursó en una de las seis plazas que se habían ofertado para este año para una generación que, como decía una publicidad de hace tiempo, llega cada vez más jóvenes pero sobradamente preparada.
"Yo soy de acceso directo. Es decir, terminé el bachiller, hice la selectividad y entré en la Escuela Naval Militar, en Marín, Pontevedra. Cambiaron el método y ahora durante nuestra formación militar también recibimos una formación universitaria, en mi caso por la Universidad de Vigo. Vienen profesores de allí y son los que nos imparten las clases es como si fuera otro campus", explica para 'justificar' que vaya a ser toda una oficial de las Fuerzas Armadas con sólo 25 años, una edad a la que mucha gente ni siquiera sabe qué hacer con su vida.
Lo más curioso es que su historia de amor con la Armada española se fraguó en un museo, en tierra y a muchos kilómetros del mar: "De pequeña iba mucho al Museo Naval de Madrid. A mi padre le gustaba la historia y el arte, y este museo está al lado del Prado. Eran visitas casi semanales. Los cuadros en el Museo Naval han sido mi primer contacto con el mar, que yo recuerde".
De esos paseos entre astrolabios, maquetas de buques y mapas de navegación, surgió el sueño de una niña que ya era una opción de vida cuando terminaba segundo de Bachillerato. "Me gustaba mucho la tradición que tiene la Armada Española, sus valores, su historia, y quería formar parte de ella. Vivir las experiencias que te ofrece".
La carrera de esta oficial de submarino parece haberla diseñado un alto mando desde un despacho de la Armada casi como el ejemplo éxitoso de que las políticas de apertura de las Fuerzas Armadas funcionan. Y es que si el Museo Naval fue la puerta a una idea, la feria Aula de Madrid, uno de esos encuentros de oportunidades de futuro para jóvenes en los que el Ejército ha defendido siempre estar como un camino para captar talento, acabó de darle el pasaporte que buscaba. "Fui al stand de las Fuerzas Armadas y ahí me informé de la formación que se recibe y se necesitaba. Luego empecé a ver por Internet vídeos y documentales sobre la vida en la Escuela Naval y lo tuve claro".
Tan decidida estaba que sus padres tuvieron que firmar la autorización para que se enrolara en Pontevedra porque ni siquiera tenía cumplidos los 18 años cuando presentó la solicitud. "Hice unas pruebas médicas, físicas y psicológicas, y de inglés, que esas son apto o no apto, y el escalafón es la nota de selectividad que marca cómo se van eligiendo todas las opciones que hay. Había que poner un orden de prioridad en la convocatoria y yo sólo puse la Armada. No quería otra cosa".
Ni tierra, ni aire, ni guardia civil… ella quería ser protagonista de las escenas que había visto en su Museo Naval, con el mar como bandera (en superficie o sumergida). "Soy hija única y mis padres se sorprendieron un poco de mi decisión. Les costó sobre todo que me fuera de Madrid porque no esperan que saliera de casa tan pronto. Pero nunca trataron de convencerme de hacer otra cosa. Me apoyaron desde el primer día", reconoce.
Elegir un submarino
Entrar en la Escuela Naval es una cosa pero, ¿cómo se elige querer pasar el resto de su vida trabajando en un submarino? "El primer año tenemos conferencias sobre las distintas especialidades que ofrece la Armada. Y me llamó mucho la atención la conferencia que dieron de submarinos. Ya me picó la curiosidad y empecé a leer libros acerca de la vida submarinista. Y en quinto hice una pequeña ambientación en mi periodo de prácticas aquí en la flotilla de submarinos de Cartagena. Ahí fue cuando decidí que este era el camino que quería escoger".
- Pregunta.- ¿Dicen que las pertenencias personales que se pueden llevar en un submarino tienen que caber en cuatro cajas de zapatos?
- Respuesta.- Es cierto que el espacio es muy limitado por lo tanto el equipaje que se puede llevar es mínimo. No sé si equivale a cuatro cajas de zapatos pero sí que es lo imprescindible.
- P.- ¿Debe ser difícil dormir en camas calientes o por ser oficial se tiene algún privilegio?
- R.- Hay alojamientos para oficiales y suboficiales y hay alojamientos de cabos I. Lo que pasa es que no da para todo el número de personas de este cargo, y el resto duerme en la proa, indistintamente. Yo no voy a dormir en alojamiento de oficiales porque se ocupan por antigüedad. Y lo mismo en suboficiales y cabos I.
- P.- ¿Y la intimidad?
- R.- Es cierto que hay poca intimidad, pero en los momentos que necesitas privacidad la hay. No hay situaciones incómodas porque hay mucho respeto entre compañeros. La ducha es privada, los servicios también con su puerta… No hay problema.
La flamante oficial de submarino habla de la vida bajo el agua como si llevase 20 años navegando por el Tramontana, y, sobre todo, ya tiene claro cuál es el secreto para disfrutar de una convivencia que se hace difícil por las circunstancias en las que se vive: respeto, paciencia y compañerismo.
Por eso no le asusta dormir con la tropa o las camas calientes o tener que compartir cualquier mínimo centímetro de libertad. "En la semana que estuvimos embarcados en el Tramontana, tanto mis compañeros como yo ya dormimos en la proa, en la parte común, sin ningún problema. Cuando llegas a la cama estás tan cansado que sólo quieres dormir y el cuerpo se acostumbra".
Paso a paso
La formación para poder subirse a un submarino es intensa. Los que llegan a distintos puestos están muy preparados tanto física como psicológicamente y no sólo por la dureza de las condiciones de vida sino también por esta especialidad es muy importante para las defensas de un país, aunque no siempre se ponga en valor su papel.
"Realiza una gran labor y la capacidad a la que dota a las fuerzas armadas es enorme. Con lo cual tener un Arma Submarina que cuente con las últimas tecnologías lo que va a hacer es aumentar estas capacidades y potenciarlas. Es fundamental".
Y ahí da igual que tengas 25 o 40 años, que seas hombre o mujer, el conocimiento de cada uno para ocupar su puesto es lo que pesa y el escalafón se respeta sí o sí. "Es cierto que el galón tiene un peso de autoridad y se respeta seas como seas. Yo he trabajado con personas que tienen más experiencia que yo y he estado al mando, pero una también tiene que saber la manera de aproximarse y de llevar a personas que tienen más años. Va en cada uno, pero es donde tienes que poner en práctica todo lo que nos han enseñado durante los cinco años de formación".
No quiere levantar mucho la vista de lo que está haciendo y mucho menos mirar a un futuro a largo plazo. Como mucho a los siguientes pasos que le quedan cuando consiga por fin oficialmente su título. "Son dos años destinada en un submarino, luego hacemos otra especialidad y la servidumbre de esa especialidad son tres años en el Arma Submarina. Cada año salen unas plazas dependiendo de las necesidades que se tenga y van desde sistema de combate a tecnologías de las comunicaciones y la especialidad de máquinas. A mí me gustan las tres, pero quizá por la que me incline un poco más sería la de máquinas", asegura como la única preferencia que quiere decir. El resto, a lo que mande su superior.
¿La primera comandante?
Sin embargo, es difícil que siendo la primera mujer en llegar a ser oficial de submarino en el Ejército español no se la vea como protagonista de un horizonte mayor. "Yo la verdad es que no sé qué será de mí. No hago mi trabajo pensando en llegar a ser la primera mujer comandante de un submarino. Hago mi trabajo así porque me gusta hacer las cosas bien. Me gusta desarrollar mi carrera profesional de una manera correcta. Ese es mi modo de actuar".
Si se le pregunta si pronto habrá una mujer JEMAD, Laura Vitalia explica, como si fuera algo obvio, que será cuestión de tiempo. "No sé si eso ocurrirá a corto plazo porque para ocupar ciertos cargos conlleva unos años de carrera militar. Las mujeres que entraron, las primeras, no han pasado aún el tiempo suficiente, pero a medio plazo y largo plazo aumentarán las posibilidad de que eso ocurra".
Eso sí, si se habla de inspiración surge enseguida el nombre de Esther Yáñez, la primera mujer que entró en la Armada española y la primera en estar al frente de un barco de guerra. "Ella es mi referente, como cualquier cosa que dé visibilidad al papel de la mujer dentro de las Fuerzas Armadas".
Hoy Laura Vitalia todavía no podrá leer este artículo. El submarino puede estar hasta 30 días sumergido y la desconexión respecto a la familia y al mundo es total. De hecho, es uno de los aspectos más difíciles de un trabajo no apto para todos los públicos.
"Cuando uno decide meterse en la Armada y Submarino sabe a lo que se expone, entonces no pilla de sorpresa. Pero eso no quita que sea duro", contesta sin perder la sonrisa cuando se le recuerda que el libro, un dispositivo con películas descargadas o los juegos con los compañeros serán las únicas diversiones que puede tener durante muchos días en la era de la ultracomunicación.