Carmen San Martín Gutiérrez (42 años) no puede desligar un sólo recuerdo de la bodega de su propia infancia. Esos veranos en casa de sus abuelos, rodeada de primos y de uvas tienen claramente un olor: el del vino. Pues ni en esas tardes frescas se pudo imaginar que fuera a dirigir la empresa que formó su bisabuelo y mucho menos convertirse en una de las pocas mujeres en presidir una Denominación de Origen en España: la de Rueda (Valladolid).
"Nunca pensé que iba a acabar trabajando en la empresa familiar. Al contrario, ya estamos en cuarta y quinta generación y somos muchísimos y lo más normal es que no hubiera trabajado allí. Pero la empresa atravesaba un mal momento y quizás por mi formación y experiencia laboral, encajaba para lo que en ese momento necesitaba. Me lo ofrecieron, lo medité y dije que para adelante", explica la gerente de la bodega Hijos de Alberto Gutiérrez desde el año 2012.
Lo de llegar a presidir una de las 96 denominaciones de origen que hay en España, la más antigua de Castilla y León, también fue un rebote del destino. Una copa que pensó que nunca llegaría a su mesa pero que ahora que la ha probado y brinda por los 40 años historia que cumple Rueda, es consciente de que puede ser el mejor brindis de toda su carrera.
"Presentarme fue casualidad. La asociación de bodegas elaboradoras de Rueda decidimos ir a las elecciones en distintos estratos (las bodegas se dividen en estratos en función de su tamaño). Queríamos cambiar determinadas cosas y nos presentamos con un equipo. Ganamos y cuando llegó el momento de elegir presidente, me lo ofrecieron. Me pareció un reto que jamás iba a tener la oportunidad de volver a vivir y quería esa experiencia, pero no fue algo premeditado".
Esta vallisoletana, que estudió Derecho, hizo un máster en Asesoría Jurídica de Empresas y otro en Dirección y Gestión de Empresas Vitivinícolas y trabajó en el Banco Sabadell antes de pisar como directiva su bodega, habla de su llegada a la cima del mundo del vino casi como por "circunstancias concatenadas". Pero llegar a ser gerente (mujer) de una bodega en un mundo tradicionalmente masculinizado como es el del vino y la primera presidenta de la DO Rueda necesita de unas buenas uvas y de un mejor destilado.
"Coincidían en mi persona determinados valores que podían ser atractivos para la representación de la DO que al final es lo que haces, porque las decisiones son colegiadas. Tenía un perfil muy diferente a lo que había tenido la denominación hasta el momento y que venía de la mano de los nuevos tiempos, siendo además de una bodega de las de siempre de la zona y de una empresa familiar que no tiene inversiones en otras denominaciones", explica.
Modernidad y tradición
Carmen San Martín Gutiérrez tiene un discurso confiado en lo que dice, estudiado y preparado. En la charla que mantiene con MagasIN aparecen términos como nuevas tecnologías, ferias virtuales, exportación, teletrabajo, aranceles, nuevos mercados, nuevos consumidores, diversificación... que se entrecruzan en su día a día como los principales retos a los que el sector del vino en España tiene que enfrentarse. Y Rueda, aún más.
"Cuando conté con el favor de los vocales, éramos conscientes de que iba a ser la primera mujer en presidir la DO. Era una imagen fresca que va también de la mano de nuestros vinos que es un estilo de vino joven, fresco, afrutado y encajaba mucho mejor yo que otros perfiles", explica sinceramente.
Pero ¿qué aporta la mujer al mundo del vino? "Muchas cosas. En eso la DO Rueda es bastante pionera y muy femenina en muchísimos aspectos. Hay muchas enólogas aquí. Además, ha habido un cambio generacional y muchas de las gerentes y propietarias somos también mujeres, muchas en mandos medios e intermedios. Y en la propia DO trabajando somos mayoría. En un sector como este, donde se ve una sensibilidad especial, nosotras solemos ser más empáticas, más asertivas... y eso trasladado al entorno empresarial es muy positivo".
Hasta la mayoría de los consumidores de estos vinos vallisoletanos tiene rostro femenino. "Es verdad que Rueda tiene muy buenas cifras entre el público femenino, gusta mucho. Pero los que llevan consumiendo nuestros vinos son hombres de edad media porque, en muchos aspectos, la mujer se ha incorporado más tarde a estos consumos. Era una bebida tradicionalmente de hombres. Para nosotros no hay un patrón de quién es el consumidor tipo de Rueda y decimos que es de espíritu joven".
Carmen sabe que el crecimiento de una DO pequeña, con unas 19.000 hectáreas cultivadas, que produce un vino blanco fresco, fácil de beber y con un público muy fiel tiene que pasar por mantener esa personalidad pero ampliar el mercado por arriba, por abajo, por el este y por el oeste: "Si hacemos un estudio del consumidor quizá sigue siendo varón y de mediana edad. Pero nosotros sí ofrecemos una imagen joven porque Rueda tiene muy buenos resultados en las mujeres y en los jóvenes. Y éste es un público que durante unos años ha estado perdido", advierte.
La máxima responsable de esta denominación explica que el consumo de vino entre los jóvenes cayó porque lo sentían como algo muy alejado, "como cosas de sus padres y abuelos" y empezaron a tirar por otro tipo de bebidas, "incluso con una graduación más alta que el vino, para pasar de los refrescos a los destilados". Ahora, el trabajo de Rueda ha sido, entre otros, aprovechar que son unos caldos frescos, fáciles de beber para captar a una parte de consumidores que se acercan al mundo del vino atraídos por su romanticismo y sus tradiciones.
"Es el público más agradecido para los vinos de Rueda", advierte.
El gran objetivo
El principal reto al que deben enfrentarse los vinos de su DO es la exportación. "El año que viene terminamos legislatura y el principal objetivo es que seamos capaces de exportar. Ahora más que nunca". Los bodegueros de la zona estaban haciendo un esfuerzo común para apostar por abrir el mercado pero la pandemia ha venido a dejarlo todo en suspenso.
"Teníamos dos planes muy ambiciosos en EEUU y en China, que se han tenido que paralizar por completo porque es imposible viajar ni desarrollar las acciones tal y como estaban planteadas. Además, los aranceles de Trump también nos han generado muchos problemas porque se impone un sobrecoste muy elevado a los vinos por debajo de 14º que, en el caso de Rueda, son la inmensa mayoría, y eso ha dado al traste con los planes".
Carmen San Martín sabe que Rueda sólo puede crecer cruzando fronteras porque España ya está conquistada y con muy buen sabor en cada copa que venden. En la vendimia de 2019 se produjeron 92 millones de botellas con un resultado óptimo.
"El mercado nacional es muy bueno, salvando ahora las circunstancias. Es una marca muy consolidada aquí, donde es incluso complicado mantenerse por las cifras que está trabajando ya Rueda. En cambio, es fuera donde tenemos muchísimo potencial de mejora, que es la manera educada que se está exportando poco".
Pero lejos de ver cómo Rueda se ha quedado atrás a la hora de lanzarse al mercado internacional, esta mujer metódica y con muchos números en la cabeza, enseguida marca la ventaja: "Hay mucho camino para recorrer".
"La exportación es complicada porque requiere de inversión, de decisión, de estar varios años esperando resultados que tardan en llegar, por eso tiene que ser continuista en los años que vengan".
¿Por qué esta DO vallisoletana con 40 años de historia se quedó atrás en el camino que ya han marcado otros vinos españoles? "Rueda tiene un tamaño pequeño en comparación con otras DO. Somos pequeños en España, y en el mundo ya ni te cuento. El mercado nacional era tan bueno y tan boyante que las bodegas no vimos la necesidad pronto de salir al exterior. Nos centramos en lo que hacíamos muy bien y en estar cómodos. Cuando surgen estas necesidades ya llegas más tarde, con un mercado más maduro, con una competitividad muy alta y te toca aprender. Y el proceso es lento, requiere adaptarse a los gustos del cliente final".
Ahora tiene que cantar, en cualquier idioma que quiera escucharlo, las bondades de la variedad Verdejo: "Aquí en España todos tienen muy claro cuál es el perfil de nuestros vinos. Fuera tienes que empezar a dar a conocer ese varietal, Verdejo, que no es la más conocida ni mucho menos frente al chardonnay o sauvignon blanc. Es minoritaria". Y luego las copas vendrán solas.
"No fue fácil"
Carmen San Martín Gutiérrez sabe que el camino para lograrlo no es fácil. Nada lo ha sido para ella. Cuando entró en la bodega con más de 300 años de historia, aunque establecida tal y como está ahora desde 1941, sólo tenía 34 años y todos los ingredientes para que la miraran diferente: joven, venía de otro sector y encima era mujer.
"Al principio hubo un poco todo, cierta desconfianza por mi juventud y cierto rechazo a lo que es un cambio generacional también. Pedías algo y te contestaban 'pues toda la vida se ha hecho así'. Y lo que pensaba es que, 'bueno pues llevamos, como mínimo, 15 años haciéndolo mal'", explica.
En 2012, cuando la nueva gerente asume su cargo, ya muchos bodegueros habían dado el paso a la implantación de nuevas formas empresariales, nuevas formas de trabajo y de nuevas tecnologías que, definitivamente, chocaban con "lo de toda la vida" pero que necesariamente no tenían por qué acabar con ello.
"Hay determinados puestos que se sentían amenazados. Pero las nuevas tecnologías han cambiado la forma de trabajar, ahora con el teletrabajo ya ni te digo, hay hasta ferias virtuales, y hay que saber adaptarse a los tiempos".
Carmen San Martín Gutiérrez sabe que "hay un componente muy romántico dentro del mundo del vino" pero también que las bodegas no dejan de ser empresas iguales a todas las demás a la hora de gestionarlas, que hay que saber incorporar las mejoras que las hagan crecer y desarrollarse.
"El vino como producto tiene sus particularidades. No es lo mismo fabricar tornillos, que los puedes hacer constantemente, que el vino que dependes del clima, de la recogida de la uva una vez al año mientras el resto del año te dedicas a terminar elaboraciones e intentar comercializarlo de la mejor manera posible. Pero en esencia, es una empresa normal".
Una empresa normal que le hace sonreír, casi sin querer, al hablar de la otra cara de las bodegas, de esos aromas, del nacimiento de algo nuevo cada temporada que permite, precisamente gracias a ese espíritu muy romántico, generar sensaciones en la gente incluso antes de destapar una botella.
"Por eso nos vemos atraídos muchas veces por este mundo. Incluso hasta la cata tiene sus códigos, ceremonias y su idioma propio. Tiene algo muy bonito que es crear, darle tu sello y tratar de imprimir la personalidad de una bodega o de un enólogo. Un componente muy creativo que va desde las propias etiquetas hasta el estilo de los vinos. Por eso hay vinos que una botella vale miles de euros, porque es capaz de aportar mucho valor añadido en un producto".
Recuerdos
Ese espíritu romántico es lo que la une a unas tierras que huelen a uva pero también a infancia, a familia, a amor, a risas, a juegos... a felicidad pura. "Recuerdo estar corriendo por las instalaciones, con mis primos. Esta bodega siempre ha formado parte de mi vida, de mi infancia. Pasábamos los veranos en casa de mis abuelos, en Serrada, y con esa libertad que había entonces, salíamos a jugar, con las bicis... Veníamos a la bodega a coger cartones y materiales para construir cabañas... Siempre ha sido como volver a casa".
El confinamiento ha sido muy duro y no sólo a nivel laboral, donde ha tenido que improvisar sobre proyectos que se iban cerrando. Perdió a su padre en marzo y todavía, a día de hoy, está siendo muy difícil. Pero 'su' bodega y 'su' denominación de origen le siguen sacando una sonrisa cuando vuelve a mirar al futuro por encima de las vides.
No tiene hijos pero sí muchos sobrinos de los que, seguro y casi a modo de casting futuro, adivina una bodeguera o un bodeguero en potencia. "Esta empresa familiar mantiene la vocación de dejar su legado a la siguiente generación y en la medida de lo posible, a ver si lo conseguimos, dejarla mejorar de lo que nos la encontramos; que estén orgullosos de pertenecer a ella y que la sientan con cariño".
Es consciente de que cada generación que pasa están más disgregados, son más ramas de una cepa por la que sienten un amor que casi viene en el ADN. "Todos sentimos un cariño muy profundo por la empresa de los abuelos, del bisabuelo, y a todos nos gusta mucho el vino, lo disfrutamos mucho".
Por eso sabe que cada año, la vendimia es como una llamada de la sangre en la que aparecen 'Gutiérrez' por el pueblo a disfrutar de un ritual que los enraíza. "Vienen y visitan el pueblo. Es una excusa para volver al sitio del que procedes, de donde procede tu familia, a tus raíces. Aunque ya muchos viven fuera, sí les gusta venir a la bodega y sentirla como propia".