Noticias relacionadas
Cuando Inés Tamarit (49 años) decidió estudiar Medicina, pensó que la decisión era completamente suya. Pese a que su padre, profesor de la misma carrera, le sugirió repetidamente que hiciese Arquitectura, ella estaba convencida de que su vocación era ser médico. "Siempre digo que cuando eres joven te crees muy importante y que la decisión la has tomado tú solo. Yo, por vocación, no me planteaba ninguna otra cosa, pero ahora, desde la madurez, sé que mi padre fue una influencia muy importante para mí", cuenta a MagasIN.
Él era su "referente en la vida intelectual", aunque entonces no se diese cuenta. Sin embargo, una vez empezó la carrera, su trayectoria profesional le llevó por derroteros muy distintos a los de su padre y, entonces sí, encontró a qué quería dedicar su vida. "Mi padre se ha dedicado a la investigación y la enseñanza porque veía una gota de sangre y se caía redondo. Yo he salido por el otro lado, encontré mi vocación en la medicina asistencial me gusta ver pacientes y el trato en la clínica". La doctora Tamarit se especializó en Ginecología y Obstetricia y, después de haber trabajado en distintos hospitales, ahora es coordinadora de la Unidad de Diagnóstico Prenatal del Hospital Quirónsalud San José de Madrid.
Es una de las mayores expertas del país en el diagnóstico de malformaciones fetales y lleva la empatía y la comunicación con la paciente por bandera. Informar a unos padres de que algo no va del todo bien en el embarazo, cuenta, es uno de los momentos en los que más tacto y sensibilidad hay que tener. "Mi mantra es que no concibo la medicina sin entrega, y cuando hablo de entrega me refiero a entrega como persona completa. No solamente somos médicos, científicos que hemos estudiado, soy una persona y la parte humana me parece igual de importante que la clínica".
Fue justamente esta parte más humana la que le hizo enamorarse de la obstetricia. Era 1995 e Inés Tamarit estaba todavía en quinto de carrera. Ese verano se fue dos meses a hacer prácticas a México gracias a la AJIEM, la Asociación Juvenil de Intercambio de Estudiantes de Medicina. Cuando llegó al hospital de Guadalajara, le pusieron a atender partos como un trabajador normal, pese a que ella ni siquiera había visto uno antes, y esa experiencia "claramente me marcó la vida". "Cada vez que tengo una paciente mexicana se lo digo: yo estoy aquí por ustedes porque fue en México donde atendí mi primer parto".
"Había una carga tremenda de trabajo, a veces en 24 horas había más de 50 partos y no había matronas, los hacían los estudiantes de quinto. Mi primer parto fue muy emocionante, pero también me pareció muy duro. Me impresionó y me impactó mucho la fortaleza de las mujeres. Fue el primer momento en el que fui consciente del enorme esfuerzo y sacrificio que hacen las mujeres para dar a luz a un bebé y me quedé marcada para siempre. Además, no había analgésicos, ni que hablar de anestesia epidural, y había muy poco material. Casi no teníamos material de sutura y había la orden de no hacer episiotomías", recuerda con cariño.
La evolución
De vuelta en Madrid y con esa tremenda experiencia a las espaldas, Inés Tamarit escogió Ginecología y Obstetricia porque "vi que podíamos hacer mucho por las mujeres y yo quería ayudar en algo. El parto es el momento en el que la mujer necesita más apoyo y más ayuda". En estos 20 años de trayectoria ha visto evolucionar y mejorar su especialidad, tanto en técnicas como en el trato a las pacientes. Por ejemplo, se ha pasado de hacer episiotomías "de forma sistemática", a intentar evitarlas en la medida de lo posible. "Pensábamos que era lo mejor en base a los estudios y a la evidencia científica que teníamos. Hasta entonces, era mejor hacer episiotomía que no hacerla. Lo mismo hemos vivido ahora con la Covid, vamos cambiando el protocolo según adquirimos información".
Otro ejemplo son las salas de dilatación, que ya se están quedando atrás y dan paso a unas instalaciones confortables y alejadas de la estética hospitalaria, con las que se busca que las parturientas estén lo más cómodas posible. "Se llaman UTPR: unidades de trabajo de parto y recuperación. Simplemente son habitaciones que los arquitectos diseñan junto con los médicos para que no parezca un hospital y donde las mujeres tengan a su alcance los medios para vivir su parto como ellas quieran, siempre dentro del margen de seguridad para ellas y sus bebés".
Parto humanizado
A esta forma de entender el parto se le llama "parto científico humanizado". Básicamente busca empatizar más con la paciente y hacer que forme parte de la toma de decisiones durante el proceso. "La medicina ha cambiado mucho y cuando empecé a trabajar existía lo que hoy se llama la medicina paternalista o de imposición, que consistía en hacer lo que decía el médico. Por ejemplo, si el médico decía episiotomía, se hacía episiotomía y nadie rechistaba. Hoy en día se habla de corresponsabilidad, todo lo hablamos con la paciente, le explicamos con cariño y cercanía qué consideramos que es lo mejor para ella y por qué, para que ella lo entienda y no sea una imposición".
La clave para la doctora es la comunicación continua, porque no hay un momento más vulnerable para una mujer que el parto, más si las cosas se complican. Ella misma lo vivió en sus carnes al dar a luz a su primera hija y que le cambió totalmente su visión de los partos. "Fue un antes y un después en mi vida. Yo ya me dedicaba a la ecografía fetal y a diagnosticar malformaciones. Cuando me hacían las ecografías de mi bebé estaba tumbada en la camilla y temblaba de los pies a la cabeza porque claro, sabía todo lo malo que le podía pasar. Luego el primer parto fue difícil, muy complicado con un final muy bueno. La vivencia desde el otro lado, la angustia de no saber si el bebé está bien, cómo va a salir... Por eso hay que estar ahí acompañando y transmitir tranquilidad".
Lo mismo en las ecografías, el terreno que más controla. Otro momento determinante durante el embarazo y de muchos nervios para los padres. "Comunicar malas noticias debe hacerse con mucha delicadeza, con cuidado". Aunque este tipo de lecciones empiezan a explicarse en las facultades, Inés Tamarit ya empezó a crear escuela hace años. "Era muy pesada marcando a los residentes que, además de estudiar y saber diagnosticar al feto, tenían que saber cómo transmitírselo a la paciente. Varios ginecólogos acabaron dedicándose a medicina fetal y yo quiero creer que creé escuela y que son unos excelentes profesionales".
Violencia obstétrica
En este sentido, Inés Tamarit considera que la violencia obstétrica es ya algo del pasado. "Efectivamente, el tema de la violencia obstétrica es muy complejo y a mí me toca mucho porque claro, soy ginecóloga. En mi opinión, muy personal, es un tema que tiene mucho tirón y del que se está hablando mucho en redes, pero que se está agrandando. Creo que es un problema que se ha ido quedando atrás".
Ahora, gracias a esta nueva información y la forma de trato a las pacientes, las mujeres pueden elegir con mayor libertad, y siempre en base a los consejos de los profesionales, qué tipo de parto quieren tener. En caso de que no les convenza la técnica del médico, Inés Tamarit considera positivo que hagan saber qué es lo que desean. "Me parece bien que ahora lo discutan, de verdad, creo que las mujeres tenemos derecho a opinar sobre cómo nos gustaría parir hasta un cierto punto".
El mayor problema en este sentido es que en el campo de la obstetricia es habitual que se generen conflictos éticos, algunos de los cuales pueden acabar generando polémicas. "Por ejemplo, una mujer que se niega a que le hagan una cesárea o le induzcan el parto está decidiendo sobre la vida de su nonato, pero si nosotros sabemos que existe un riesgo grave para ese bebé estamos obligados a intentar que nazca. Eso para algunos es violencia obstétrica", explica la doctora.
"Creo que hay que saber analizarlo con un poquito más de justicia. Yo, como autocrítica, porque intento ver el punto de vista de todos y buscar soluciones respecto a la violencia obstétrica, creo que los médicos igual no informamos lo suficiente, igual nos tenemos que tomar más tiempo, aunque también es difícil porque tenemos mucha carga de trabajo".
Por esa razón, para seguir aprendiendo sobre la forma en que tratar a las pacientes, Inés Tamarit va a empezar a estudiar un máster en Bioética Clínica. "Pienso que nos tenemos que formar y saber transmitir a la paciente las cosas, entablar un diálogo. Casi siempre que lo hacemos, llegamos a un acuerdo".