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Urquiola de Palacio (Madrid, 1967), es muchas cosas: una amante de la vela, de la naturaleza, una mujer familiar... Para el gran público destaca principalmente como una excelente profesional, convencida de la importancia de los abogados como pieza clave del sistema jurídico. Abogada en ejercicio desde 1992, Urquiola de Palacio se convirtió el pasado octubre en la presidenta electa de la Unión Internacional de Abogados (UIA), una organización fundada en 1927 que reúne a asociaciones, colegios de abogados, despachos y profesionales independientes de más de 110 países. En octubre de 2022 tomará posesión como presidenta y será la sexta española y la segunda mujer de toda la historia de la UIA en lograrlo.
"Al final es un honor. La Unión Internacional de Abogados es una asociación en la que llevo participando más de 11 años. He sido presidenta de comisiones, he participado en los órganos de Gobierno... Dentro de esa trayectoria, acabar siendo presidente es un honor", cuenta orgullosa a MagasIN. Entre los objetivos de la UIA están garantizar la seguridad jurídica y el Estado de derecho en los países miembros. Unas tareas que cobran aún más relevancia en tiempos de incertidumbre, como los derivados de la pandemia. "Ahora mismo todo apunta a que, efectivamente, vamos a tener sobre la mesa urgencias reales derivadas de la puesta en peligro del Estado de derecho en muchos puntos del mundo. Tienes que estar atento a lo que está sucediendo en todas partes, pero es apasionante porque es el mundo jurídico en su más amplia manifestación".
Para Urquiola se trata de un puesto "desde el que puedes hacer muchas cosas por la defensa del derecho de defensa y por la defensa del papel de la abogacía en la construcción de la Justicia". Al mismo tiempo, es "un cierto reto", aunque eso no hace que le tiemblen las piernas, y es que no rechaza ningún desafío. Su currículum es prueba de ello: es Socia Directora de Palacio y Asociados; ha ejercido como profesora en distintas asignaturas de másters y grados universitarios; es árbitro desde 2003 y actúa desde hace años como mediadora en asuntos civiles y mercantiles.
En este sentido, es también presidenta del Centro de Mediación Empresarial de Madrid, vicepresidenta del Centro Internacional de Arbitraje de Madrid, presidenta de CEA Mujeres en el Club Español del Arbitraje, y vocal del Consejo de Colegios de Abogados de la Comunidad de Madrid por tercer mandato (aunque no han sido consecutivos). Es además presidenta de la Corte de Arbitraje de Madrid, desde cuyo despacho atiende a este periódico. "Me divierto mucho porque hago tareas muy variadas y además las combino con alguna otra cosa", comenta con una cálida sonrisa antes de tomar un sorbo de café, como restándole importancia a la lista de cargos que ocupa.
Su pasión por la abogacía le viene desde bien pequeña. Prueba de ello es que en bachillerato ya se estudiaba el Código Civil durante los recreos. "Me parece que la posición del abogado dentro del conjunto del engranaje de la Justicia es esencial. Al final es quien garantiza la defensa del individuo, de las empresas y de todo. El juez te administra Justicia, pero si tú no sabes defenderte el tener a alguien que lo haga es absolutamente clave. Y yo, que siempre era defensora de causas pobres de pequeña, pues me parecía que mi evolución natural era la de ser abogada".
Especializada principalmente en Derecho Civil y Mercantil, actualmente trabaja en el despacho Palacio y Asociados con sus hermanos Ana de Palacio y José María de Palacio. Es más, empezó a ayudar en el despacho incluso antes de comenzar la carrera. "Al final del Bachillerato iba por las tardes a hacer los temas de contabilidad. Como estudié en el sistema francés e hice un Bachillerato con economía, pues tenía, digamos, los rudimentos para gestionarlo y luego también hice un par de cursos de contabilidad. Durante la universidad seguí trabajando allí y más en cuestiones jurídicas: acompañando a los clientes a las actas notariales, haciendo gestiones o buscando jurisprudencia".
Una experiencia que, por supuesto, le facilitó el estudio durante la carrera. "Por ejemplo, yo estaba muy acostumbrada a leer escritos procesales y a oír dictar demandas, contestaciones, a ayudar a preparar pliegos de interrogatorios... Entonces, cuando estudiaba procesal y explicaban algo yo ya lo entendía. Creo que me facilitó muchísimo a la hora de estudiar y al terminar la carrera también me sirvió porque me colegié y arranqué 'corriendo'".
El linaje familiar
Aunque varios de sus hermanos son también abogados, Urquiola apunta que no es una tradición familiar. No obstante, hay otra cosa que sí que es tradición: destacar en la profesión que eligen. Su bisabuelo, Silvestre de Palacio fue un ingeniero que colaboró con su hermano, el ingeniero y arquitecto vasco-francés Alberto de Palacio, en la creación y diseño del Puente Colgante de Portugalete (Patrimonio de la Humanidad). Quizá de ahí le viene a Urquiola el interés por la arquitectura. "De no haber sido abogada hubiera elegido ser arquitecto. Siempre me voy fijando en todos los edificios y, en alguna oportunidad que he tenido de arbitraje de temas de ingeniería y de construcción, me encanta la parte técnica. Es una curiosidad natural".
Además de la ingeniería, en su familia también hay tradición militar. Por parte de la familia materna está el general Francisco Lersundi, ministro con Bravo Murillo y Narváez. Su padre fue Luis María de Palacio y de Palacio, marqués de Matonte, y su madre, Luisa del Valle Lersundi, era galerista. Urquiola es la menor de siete hermanos, entre los cuales ella no es la única que destaca. Es hermana de Loyola de Palacio, fallecida en 2006 y que muchos recordarán porque fue la primera mujer ministra de Agricultura de España (1996-1999) y la primera española en ser vicepresidenta de la Comisión Europea (1999-2004); y Ana Palacio, que fue ministra de Asuntos Exteriores durante el Gobierno de José María Aznar, además de diputada en el Congreso y en el Parlamento Europeo.
Pese a todo, Urquiola asegura que a ella nunca le ha "picado el gusanillo de la política". Al menos de lo que ella llama "política en mayúsculas", porque con toda la labor que hace dentro del sector de la abogacía, sí que se podría decir que es una política. "Entiendo que mi participación en la UIA y mi preocupación por contribuir a la mejora y el mantenimiento del Estado de derecho eso es, en cierto modo, una preocupación política. Pero si me preguntas por política con P mayúscula, nunca".
No obstante, está muy pendiente de lo que ocurre con la Justicia en España, un sector que en los últimos años ha sido muy menospreciado por parte de la opinión pública. Eso sí, ella defiende que "tenemos una estructura jurisdiccional suficientemente robusta". "Se ha puesto en tela de juicio el sistema de elección de los órganos de gobierno de los jueces y ese tipo de cosas, y se ha bajado a un debate muy mundano, de decir que 'no hay justicia', que 'hay que ver cómo están las cosas'... El problema es que en el fondo se están mandando mensajes muy simplistas y no se está analizando en profundidad todo lo que puede haber detrás", defiende.
"Yo creo que en general se administra justicia y se administra bien. A lo mejor te encuentras algún caso aislado en que sea una cosa que clama al cielo, pero tenemos un sistema de garantías, incluyendo el poderse ir al Tribunal Europeo de Derechos. E insisto, cuando tú haces ruido en torno a un asunto, mandas cuatro mensajes simplistas y no se analiza en profundidad, ni se hace una exposición estructurada de cuál es la situación de conjunto, pues te encuentras con eso de que la gente esté diciendo que no hay justicia. Y el peligro de pensar que no hay justicia es que la ciudadanía se la tome por su mano y no cumpla con sus obligaciones".
La excelencia
Sorprende ver el importante legado y la trayectoria profesional de sus hermanas, que se hicieron un hueco en las altas esferas políticas en un momento en el que no era tan habitual ver a mujeres en esos puestos de poder. Urquiola lo achaca a la influencia en su familia de la "tradición vasca". "En el contexto de la familia vasca, lo que hay es el matriarcado en el que las mujeres son mujeres fuertes y que tradicionalmente están muy presentes en la vida en general, en sacar la familia adelante. A nosotros nos educaron siempre en que hombres y mujeres, poniendo esfuerzo y haciendo las cosas bien, podían hacer cualquiera cualquier cosa. Y nos han educado igual a los hermanos que las hermanas".
"Creo que al final para triunfar como mujer el empoderamiento es muy importante, no te puedes poner tú misma tus límites, sino pensar: oye, a lo mejor no llego pero voy a pelear y voy a poner todos los medios". Eso no quita, apunta Urquiola, "que durante la vida te puedas encontrar con gente que quiera ponerte trabas por ser mujer, pero entonces tienes que pensar que el que está desubicado es el otro", afirma.
"En ese caso hay que bordear los obstáculos, saltarlos o procurar poner una solución. Lo importante para las mujeres y para las jóvenes es que sean conscientes de que en realidad no tenemos que atender a los límites que nos quieren poner los otros. Al final todo parte de una cuestión que parece que ahora está poco de moda: procurar la excelencia. A lo mejor luego resulta que no llegas por la razón que sea, pero por lo menos que no quede porque no hagas tú el esfuerzo".
Ella no ha sentido nunca que le hayan puesto estos obstáculos, aunque "sí me he encontrado en situaciones que me han parecido hasta chistosas" y, por supuesto, no le han achantado lo más mínimo. "Lo típico de estar en una reunión y que todo sean hombres que consideran que tienes que adoptar un rol concreto; o conversaciones en las que un hombre ha adoptado un discurso muy paternalista".
Opciones de conciliación
Tampoco le han puesto ninguna traba en el ámbito personal. Con cuatro hijos, Urquiola sabía que la corresponsabilidad era la clave para que la familia funcionase, ya que no estaba dispuesta a renunciar a su carrera profesional. "Es que además me he casado con un vasco y él tiene la misma visión de que las mujeres pueden hacer lo mismo que los hombres. Yo no pido que el hombre ayude, es que es corresponsable y poniendo todos de nuestra parte llegaremos más adelante".
Aunque ella optó por seguir evolucionando profesionalmente, considera que las mujeres deben poder elegir la forma en la que llevar su maternidad. "Me merecen el mayor respeto las mujeres que deciden que quieren disfrutar de una forma distinta de la maternidad, ocuparse de sus niños más en primera persona y no delegar nada. Pero lo importante es poder plantearte tú qué quieres hacer de tu vida. La abogacía es además una profesión en la que se establece una relación de confianza entre el abogado y el cliente, y yo a los tres o cuatro días de dar a luz a mi primer hijo estaba en la Notaría firmando una escritura. Entre los tres partos no habré juntado ni dos meses de baja, pero es mi opción. Yo respeto perfectamente a quien se coja la baja de maternidad completa o decida repartirla con la pareja. En mi caso no me arrepiento, y la verdad es que tampoco tengo la sensación de que no me haya ocupado de mis hijos".
Al igual que cuando hablar de su profesión, se le ilumina la cara cuando menciona a su familia, su casa en País Vasco y sus viajes en vela. Por eso, la clave para tener las pilas cargadas en el trabajo y tener energías para ocuparse de todos sus cargos es saber desconectar y disfrutar de tiempo de calidad con los suyos. "Tengo la capacidad de disociar perfectamente. Cuando entro en el despacho me centro en las cosas profesionales y al revés, cuando cierro la puerta me voy a mi casa y se acaba el tema profesional. Hombre, si tengo que contestar algún correo pues lo hago, pero ya está. Y trabajar con mis hermanos es lo mismo porque ellos también tienen esa capacidad de desconexión. Cuando estamos en el trabajo estamos en el trabajo y cuando cerramos la puerta y cogemos una copa de vino hablamos del mar y de los peces. Tenemos muchas aficiones y muchos otros temas que tratar que resultan muy relajantes", concluye.