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La llegada del coronavirus a principios de 2020 provocó que el mundo se parase en cuestión de semanas. Entre los cierres más dramáticos estuvo el de las fronteras, que dejó a miles de ciudadanos atrapados en países extranjeros y sin saber qué hacer. Para que un avión vaya de un destino a otro no solo hace falta el personal de vuelo, que también. Por eso, durante semanas hubo cientos de personas trabajando intensamente para traer de vuelta a los que se habían quedado fuera de España. Quizá lo hacían desde la sombra, pero esas personas anónimas fueron imprescindibles para llevar a cabo las repatriaciones o gestionar el corredor sanitario por el que se trajo cosas tan necesarias como las mascarillas, justo en el momento que más lo necesitábamos. Una de ellas fue Alicia Abascal (Santander, 1977).
Mánager de Derechos de Tráfico y Vuelos Comerciales de Iberia, Alicia fue clave para abrir los cielos durante la pandemia. Es la encargada de conseguir los acuerdos para poder volar a otros países y, si algo falla en el proceso, los aviones no despegan. Desde que empezó la pandemia también elabora diariamente los documentos que informan al personal del aeropuerto y a los pasajeros de todas las modificaciones en las restricciones de los cerca de 50 destinos que maneja Iberia en vuelos directos. "Me acuerdo que empezamos con un report, dos, tres... ¡Ya vamos por el 1.050! Yo pensé que esto duraría poco, se estabilizaría y habría los mismos requisitos para todo el mundo, pero no. Al final cada país establece los suyos".
Alicia atiende a MagasIN en las oficinas de Iberia de Madrid y responde de forma cálida y amable a todas las preguntas, aunque sabe que en cuanto acabe la entrevista le espera una última actualización de Bélgica. "No es muy relevante, es una forma de favorecer a los residentes en Bélgica que se pueden hacer el PCR cuando lleguen, pero es verdad que siempre hay cambios".
De Liérganes al mundo
Criada en el pueblo de Liérganes (Cantabria), Alicia siempre supo que quería conocer mundo. A diferencia del resto de su familia, ella no tenía suficiente con el precioso paraje del pueblo, declarado conjunto histórico artístico. "Además es que yo soy muy cántabra en el sentido de que toda mi familia es de allí y ellos están encantados", bromea. "No tienen ninguna necesidad de visitar nada, algo que yo puedo entender porque Cantabria es muy bonita". Ella siempre ha sido todo lo contrario: le gusta aprender idiomas, conocer nuevas culturas, la cooperación internacional... Lo que probablemente nunca pensó, es que acabaría cumpliendo su sueño trabajando en una compañía centenaria, no solo de las más importantes de España, sino del mundo; y que encima le tocaría liderar su departamento durante una pandemia.
Pese a su interés por las relaciones internacionales y otros estudios de humanidades (como filología hispánica o historia del arte), finalmente estudió Ciencias Empresariales en la Universidad de Cantabria. "De alguna manera era muy genérica y todo el mundo decía que con economía o derecho puedes trabajar donde sea". Pero en cuanto pudo se marchó de Cantabria a descubrir mundo, y ya no ha vuelto más que de visita. Primero fue a Italia de Erasmus y luego se quedó trabajando varios años en una sucursal bancaria de Milán. Más tarde pasó algunos meses en Reino Unido, Bélgica y República Checa para estudiar un máster en Relaciones Internacionales e Integración Europea.
En 2006 se incorporó a Iberia, aunque no exactamente en el departamento que le hubiese gustado. "Entré inicialmente en el área financiera que tenía más que ver con mi background, pero cuando tuve oportunidad sí que salté directamente a las Alianzas del Derecho de Tráfico que tienen un componente internacional muy grande. Realmente cuando empecé en Iberia quería estar en ese departamento, pero no fue posible porque necesitaban alguien de mi perfil en financiera".
Cuando comenzó en el Departamento de Derechos de Tráfico y Acuerdos Comerciales por fin pudo tener ese "componente internacional" que tanto deseaba, aunque tuvo que estudiar para adaptarse al puesto. "Había un montón de terminología muy técnica. Pasas de ver la aviación indirectamente a verla en primera plana, y sobre todo muy ligada la operativa porque yo no sabía ni lo que era un derecho de tráfico, ni un Convenio de Chicago, un acuerdo bilateral... Tuve que hacer un aprendizaje bastante intenso porque es un departamento el que tampoco puedes decir: Bueno, ya lo haré. Las autoridades tienen su fecha límite y tú tienes que pedir una serie de permisos y de derechos porque si no los tienes no puedes volar".
El derecho de tráfico aéreo
En su departamento se encargan de negociar los acuerdos con otros países para poder volar y tienen que gestionar todo el papeleo que permite que, por ejemplo, un avión que viaja de Málaga a Medellín pueda hacerlo y pasar por el espacio aéreo de terceros países. Justamente, hace un par de semanas Alicia estuvo en Bogotá negociando la renovación y ampliación de los acuerdos bilaterales con Colombia. Para llegar a establecer esos convenios, hay que pasar por unos procesos muy largos y en los que se ven implicadas muchas personas.
"Cuándo se cierra una ruta, el departamento de Áreas de Navegación dibuja una ruta aérea y nos la pasan. Lo primero que hacemos es ver si tenemos derechos de tráfico para poder aterrizar y despegar en el país de destino. Si no lo hay, hablamos con el Gobierno de España para que establezca negociaciones bilaterales con el país en cuestión y que acuerden aumentar, por ejemplo, la capacidad (porque te pueden permitir siete vuelos a la semana o lo que hayas acordado). Lo ideal es llegar a un acuerdo bilateral amplio, pero no siempre es posible porque hay países muy proteccionistas", explica Alicia.
En caso de que sí que tengan derechos de tráfico con dicho país, "empezamos a gestionar los permisos inmediatamente y para ello contactamos con la autoridad de Aviación Civil del país de destino y con todos los países que sobrevuela la ruta (una información que ya sabemos gracias al dibujo elaborado por Áreas de Navegación). Con esa ruta contactamos con las aviaciones civiles de cada país y les decimos: Mira, queremos entrar en tu país por este punto de entrada y este de salida, y aparte queremos tener una serie de alternativas por si hay tormentas o lo que sea, para poder seguir volando. Se fijan estos detalles y ya te lo autorizan". Habitualmente, cuenta Alicia, estos acuerdos se hacen con anticipación y "una cierta programación y regularidad", pero como tantas otras cosas, la Covid lo cambió todo.
Llegada de la Covid-19
De repente muchos países empezaron a cancelar vuelos, había muchas dudas con respecto a las medidas sanitarias... Era un sinfín de cambios de los que Alicia y su equipo tenían que estar pendientes e informar. "Al inicio de la pandemia cambiaban la normativa cada cinco minutos. Nos pasó incluso que hacían cambios teniendo el avión ya en el aire. Entonces teníamos que llamar a las autoridades y decir que, por favor, le dejasen aterrizar, que hiciesen un salvoconducto a la tripulación para que pudiesen tener el descanso mínimo para poder volver y que permitiesen la entrada de los pasajeros".
Cuando relata cómo fueron los primeros meses de la pandemia, llega incluso a preguntarse cómo aguantó ese ritmo de trabajo. Como tantos otros profesionales esenciales, sus jornadas se alargaban y no tenía ni días de descanso. Había que traer a las personas que permanecían en otros países y ayudar en el transporte de material sanitario. "La verdad es que los primeros meses fueron una locura y bueno, el primer año en general. Se juntaron todas las prohibiciones de volar, dejamos los servicios mínimos, con el corredor sanitario de China y los vuelos de repatriación. Los cambios horarios eran brutales y la dedicación era las 24 horas del día".
En ese sentido, afirma, agradece el haber podido trabajar desde casa porque si no, "no sé si habría resistido". "Había veces que estaba con el moño en mi casa, la bata y no me daba tiempo ni de quitarme el pijama porque me acababa de acostar y a las dos horas ya me estaban llamando de Australia. Hubo un tiempo que dormía a ratitos, era casi como los animales en el sentido de que decía: Ahora tengo sueño, pues duermo un poco; ahora tengo tiempo, pues como un poco. Era una locura la verdad".
Aquellos días de incertidumbre los límites entre autoridades y estamentos se disiparon. Al final "éramos personas intentando ayudar y traer los pasajeros de vuelta. Mis interlocutores habituales son las aviaciones civiles de cada país, pero en esta pandemia he hablado con ministros de Sanidad de Latinoamérica e incluso de Defensa. En Perú, por ejemplo, pasaron todas las operaciones a la Base Militar del Callao. Entonces me encontraba hablando con un General o, en Costa Rica, con una doctora de sanidad que dio el permiso y casi me desmayo. Pero bueno ahora tengo algunos contactos que...", relata entre risas.
Pese al caos y las dificultades llevaron a cabo cientos de operaciones. Por ejemplo, para restablecer los vuelos con China incluso tuvieron que aprender a usar una página específica para completar el papeleo. "Tienen un sistema para medir los permisos de los aviones y todas las modificaciones que se hagan para traer carga y demás solo se puede hacer a través de una página que está en medio chino medio inglés. Funciona exclusivamente desde un ordenador que hay en la oficina y la tuvimos que adaptar específicamente para los requerimientos de los chinos. Entonces, tenía que venir aquí cuando la necesitaba. Paradójicamente, cancelamos vuelos a China por la Covid pero luego fuimos más que a ningún sitio".
También aprendieron "lo que es la flexibilidad, la agilidad, la transversalidad y la resiliencia. Unas operaciones que antes te podían llevar tranquilamente dos semanas, como mínimo, se sacaban en un día o dos porque había mucha urgencia. Eso sí, con una dedicación de 24 horas, que eso sostenido en el tiempo evidentemente es imposible". En este sentido, una de las cosas que más valora Alicia es que crearon rutas nuevas solo para las repatriaciones. "Fuimos a Katmandú, Nepal, Maputo, Manila... O Sídney, una ruta en la que batimos el récord de sobrevuelos con 15 países por los que pasaba el avión. Y ahí, llamando por la noche a ver si nos querían atender".
Vuelta a la "normalidad"
Meses después de esa vorágine, pudo regresar a Cantabria por Navidad y reunirse otra vez con su familia, algo que necesitaba aunque "el confinamiento no lo llevé mal". "Tenía mucho trabajo, así que no me daba tiempo tampoco a pensar mucho y bueno, qué ganaba con desesperarme. Pero el encuentro es verdad que fue muy emotivo y me puse a llorar cuando les vi. Echaba en falta el contacto humano".
Ahora, casi dos años después, todo mantiene una relativa calma, si bien cada nueva variante amenaza con volver a lo peor. Pero Alicia es optimista y anima a cualquiera que desee hacer un viaje en avión, que no se espere. "Ahora es un poco más rollo porque tienes que hacer una preparación previa, pero bueno depende del destino. Al final creo que lo importante es que esté claro lo que necesitas. Es verdad que a veces los gobiernos lo comunican de una manera que no está muy clara, entonces pienso que ahí hago una labor bastante importante de pasarlo a limpio. Una vez que has preparado y pasas el filtro, es maravilloso".
Pase lo que pase, mientras sigamos con estos vaivenes del virus, Alicia y su equipo seguirán dándonos la información necesaria y trabajando para que los aviones puedan seguir yendo a sus destinos. Y es que gracias a ella y a decenas de personas más, pudieron facilitar 122,74 millones de equipos sanitarios y traer 60 vuelos especiales con 23 países de los cinco continentes. "Estoy muy satisfecha porque, no sé si mejor o peor, pero más no podríamos haber hecho. Estoy satisfecha del trabajo y de haber puesto nuestro granito de arena", afirma con una sonrisa.