La poeta nativa americana Chystos escribió: "El holocausto ya ha ocurrido. Lo que le sigue es sólo un cepillo ardiente. Cómo duele y llora el corazón mientras escribo estas palabras… Gritaré no más, no más, no más destrucción con esa última luz cegadora".
No. No. No. More. Destruction. Este es el grito de la consciencia radical, imprso por primera vez en las páginas de 'This Bridge Called My Back: Writings by Radical Women of Color' en 1981. La cita puede que contenga el sentimiento más radical e instructivo para las feministas de hoy día. Si todo lo que nos queda tras el robo transnacional de los recursos de la Tierra y su consecuente calentamiento global son encarcelaciones masivas, el desplazamiento forzoso de comunidades indígenas, niños en jaulas, hambrunas en Yemen, Palestina bombardeada una y otra vez, víctimas del femenicidio y los desaparecidos desperdigados por las otrora fértiles milpas de Latinoamérica, alumnas siendo secuestras en Nigeria.
Si en todo el mundo el pobre es cada vez más pobre y el rico cada vez más rico, si el río Colorado se ha secado por fin y más de mil millones de criaturas marinas han sido "cocinadas vivas" en el mar de los Salish durante la última ola de calor en el noreste de Estados Unidos. Y si… Y si… Y si… Entonces nuestra resistencia colectiva informada en forma de "no" es la única respuesta justificada.
Estas son tres mujeres negras diciendo "no". No a la impunidad, no al asesinato de gente negra y de color en manos de la policía. Este es el nacimiento del movimiento Black Lives Matter.
Esto es Standing Rock diciendo "no" a Dakota Access Pipeline y los activistas indígenas bloqueando la construcción de la línea 3 de Enbridge Energy en Minnesota.
Este en el movimiento "Me Too" al que le dio voz por primera vez una activista negra del Bronx, Tarana Burke.
Esta es Berta Cáceres (Lenca), asesinada en 2016, defendiendo los derechos de su tierra y su agua en Honduras.
Y esta es Huanani Kay Trask haciendo que su "no" contra la imposición de Estados Unidos retumbe inequívoco. "¡No somos estadounidenses! ¡Moriremos hawaianos! ¡Nunca moriremos como americanos!".
Este es el feminismo de las mujeres de color encabezando acciones radicales en prácticamente cualquier ámbito de los movimientos por los derechos humanos o contra la globalización, incluyendo la pobreza, la violencia contra las mujeres y la liberación trans. Esta es la interseccionalidad como una práctica de vida.
En el cuerpo resistente de ese "no" reside una auténtica afirmación para un futuro radicalmente cambiado. Pero, y esto puede que sea la verdad más dura de digerir, incluso en nuestra llamada resistencia debemos movernos por este mundo de manera diferente. Debemos reconocer que, como mujeres –algunas de nosotras considerablemente privilegiadas–, no somos el centro del universo y nunca deberíamos serlo.
Hay mundos enteros de conocimiento de los que no estamos al tanto, aquí y en cualquier lugar. Seremos bendecidas si y cuando sigan existiendo, pues serán los maestros que nuestros nietos han estado esperando –sin ser conscientes– para reconstruir un planeta habitable.
Paradójicamente, este conocimiento sólo llega a nosotros si no es codiciado. No se puede conseguir, coger, poseer. Requiere de una transformación radical de nuestras ideas, literalmente desde abajo hacia arriba, que pivota sobre un valor fundamental: la naturaleza y sus habitantes no son una propiedad. Lo mismo se puede decir del conocimiento y los sistemas de valores que prometen reparar este planeta. No pueden poseerse, ni extraerse para ganar dinero. Debemos desaprender las lecciones patriarcales del colonialismo incluso mientras lo desmantelamos.
¿Que significaría esperar de manera activa, empezar a escuchar con atención a los nadies del mundo, los que pasaban desapercibidos en El mundo zurdo de Gloria Anzaldúa, esos hermanos atrapados en olas de calor a 46 °C en las cárceles del estado de Washington, los profesores con ese don de lenguas en rebeldía que podrían enviarnos hacia una vida de conciencia crítica? No más atajaos, ni riñas en Facebook, ni cotilleos, sino la utilización de un lenguaje que se esfuerza por expresar lo que se conoce –y sufre– profundamente en el cuerpo.
Hoy entiendo la verdadera porosidad de la frontera a través de esos cuerpos indígenas que insisten en atravesarla.
Creo que esto aún está en el corazón del feminismo generado por aquellos de nosotros originarios del sur global o del pueblo indígena de América: seguir mirando a nuestros orígenes, a las lecciones aprendidas de nuestras abuelas y bisabuelas, de nuestros antepasados, para encontrar el camino de vuelta a nuestros valores, aquellos que prometen frenar el deshielo de los glaciares y el próximo virus. Por el camino, construimos nuestras armas de coalición, compasión y conciencia hacia un nuevo orden social radicalmente renovado en un mundo globalizado. El mundo no es un accidente siempre y cuando consigamos darle un sentido y, mientras lo hacemos, actuar con valentía y gracia.
La novelista Helena María Viramontes
Retratar a los invisibles para Estados Unidos a través de una narrativa exquisitamente esculpida, como hace la novelista chicana Helena María Viramontes, es crear literatura en un acto de liberación. Como escriba feminista, se adentra en las vidas de hombres y mujeres en las que el rol patriarcal de colonizar de manera continuada se hace perfectamente evidente.
Pienso aquí en su representación profundamente sensible del cuerpo queer; su rechazo a objetivar la vejez, incluso cuando la venera; su odio visceral a la violencia de la carne y el espíritu, y la compasión con la que representa a sus víctimas.
La suya es una literatura revolucionaria prácticamente imposible de elaborar en la que no hay ni un instante de retórica, ni una frase pedante que nos permita escapar a su significado. Cada renglón es un tributo a lo particular, la imaginación poética y la memoria de un pueblo que perdura a pesar de múltiples invasiones de la América otrora sin fronteras.
Las novelas de Viramontes serán escasas y estarán desperdigadas en el tiempo, pero cuando llegan a las manos del lector se quedan con su espíritu para siempre.