Le llaman “Proyecto de vida”, sin más, desde que somos pequeñas. No sé qué pensaréis sobre mí si os digo que nunca, hasta hace cuatro años, había escuchado ese término. Entonces me sorprendió. En esta fría tarde riojana, me tomo un respiro después de más de doce horas estudiando. Sí, habéis oído bien, estudiando, y, además, matemáticas, cuando me prometí a mí misma no volver jamás a tocar un libro después de pasar cinco durísimos años opositando, renunciando a los placeres que toda joven veinteañera pueda tener. He decidido parar para reflexionar sobre este concepto del “proyecto de vida”. ¡Qué manía con ponerle nombres a todo!
Nací sin un “proyecto de vida” bajo el brazo, nadie dijo nunca que fuera obligatorio. Nací libre. Nunca miré hacia atrás. Ahora que soy algo mayor, sí que lo hago, por si acaso. Tampoco nací mirando hacia los lados. No tuve ninguno de esos refrentes de aquellas que dicen: “Mi madre era…”, “mi padre era…”, “mis hermanos eran…”. Porque nunca tuve admiración por las representaciones, sí por una actitud, aquella que me ha acompañado y me acompaña siempre: “Los grandes logros se componen de un dos por ciento de suerte y un noventa y ocho por ciento de perseverancia”.
Cuando descubrí aquella frase, allá por el 77 del siglo pasado, comprendí que tenía toda una vida llena de oportunidades. Si me hubieran agobiado con eso del “proyecto de vida”, no sé si mi “vida” hubiera sido otra. El caso es que 45 años más tarde, me veo con un uniforme de policía, experta en seguridad informática. Estoy dentro de lo que ahora consideran un bajo porcentaje de mujeres con ese perfil. Una profesión, la de la seguridad, que cada vez, afortunadamente, va siendo más usual entre mujeres, dentro de otro perfil, el técnico- científico que parece desangrase entre nosotras.
Ni tuve referentes ni modelos, eran otros tiempos, pero decidí seguir aquello que nunca me ha fallado: la intuición y el corazón (más bien la cabeza). Bueno, los más empíricos sabemos que el corazón bastante tiene con latir más de cien mil veces al día para llevarnos hacia la dirección que deseamos tomar, cómo para preocuparse de tomar decisiones.
"Me alisté en las gloriosas Fuerzas Armadas porque siempre tuve la vocación de servir y proteger. Suena a topicazo, pero no lo es, lo prometo"
Hace unos años, las que nos dedicamos a esto de Internet, lo vimos venir. Al principio, la gente y los medios pensaban que sería una moda pasajera. Pero las que estábamos frente a la ola cibernética estábamos convencidas de que las redes sociales eran el tsunami que faltaba por llegar. Una herramienta que proporciona tanta visibilidad a cualquier individuo del planeta no podía pasar desapercibida. No hacía falta ser una experta en ciber, comunicación, marketing o una simple visionaria de los negocios. El portal más poderoso para dar rienda suelta a egos, aspiraciones, instintos, anhelos y cualquier otro sentimiento puramente humano había encontrado su propia ventana al mundo exterior para cualquiera.
Pero no soy una de sus detractoras, al contrario. Las redes sociales son uno de los mejores desarrollos actuales y gracias a su existencia, muchas hemos podido llevar nuestro mensaje a sitios y personas a las que, de otra forma o manera, jamás hubiéramos podido llegar.
Durante casi 25 años he caminado por la vida sin preocuparme por el “proyecto de vida” sino por la propia vida. Parezco a nuestros abuelos cuando hablo de ello, pero me siento muy orgullosa de poder contarlo. Sí, soy relativamente joven, pero ya por el año 2000 recién cumplido y habiendo estudiado una titulación universitaria como promesa familiar a mi libertad previa, me fui de casa con tres mil pesetas en el bolsillo, buscando una independencia que me resultó algo cara, aunque después mereciera la pena.
Me alisté en las gloriosas Fuerzas Armadas porque siempre tuve la vocación de servir y proteger. Suena a topicazo, pero no lo es, lo prometo. Tras algunas penas, accedí a la Policía y ciertos años de vaivenes venideros con destinos inesperados y una madurez impropia para una veinteañera, conseguí aprobar una oposición muy exigente que me permitió llegar a ser Inspectora de Policía. Lo de la Ciberseguridad vino casi a la par. Pensándolo ahora, creo que entre los 23 y 27 años, lo que llaman “proyecto de vida” empezó a tener forma.
Y aquí es dónde enlazo mi pequeño mensaje en forma de historia con mis respetadas redes sociales. No puedo evitar que me obsesione este tema. Recuerdo a uno de mis jefes de Policía que me regaló una de las frases que han guiado mi vida: “Lo que no se vende, no existe”. Y este mensaje se hizo mucho más potente y popular con la eclosión de las redes sociales.
Me brindó en tan solo una frase uno de los aprendizajes más importantes en uno de los momentos más críticos de nuestra existencia virtual. Y estas mismas redes sociales, tan maravillosas, pueden volverse igual de destructivas si no lanzamos el mensaje apropiado como adultas o si dejamos que las más jóvenes construyan un espejo desde su yo inmaduro, consumiendo aquello que la sociedad les quiere vender.
Y ahora es cuando me atrevo a lanzar una reflexión, pero puedo contrastarlo con hechos porque todo lo que tengo ha sido gracias al esfuerzo, el sacrificio, la dedicación y la pasión, convicciones que guían mi vida. Cuando unes todos estos ingredientes, acaba llegando la oportunidad. No hace falta que desde pequeñas repitamos esos mantras: “De pequeña quería ser”, “soñaba con llegar a” o de tener que elegir un camino siendo muy jóvenes.
Está genial si desde los seis y doce años tienes una perspectiva tan asombrosa y realista de la vida como para fijarte en un claro objetivo. Pero el “proyecto de vida” es aquello que pasa sin darte cuenta mientras esperas a que llegue ese “día especial”, para luego esperar a que llegue el siguiente. Y así. Y si no llega, te frustras porque todo ese paisaje que te has construido no se corresponde con el que ves cuando sales de casa.
"Las mujeres tenemos un tesón especial, una capacidad para tirar del carro cuando los demás no tienen fuerzas"
Así que ahí va mi propia definición del “proyecto de vida”. No nos agobiemos si no tenemos nuestro futuro escrito cada mañana en un papel. La vida y las personas que te rodean están encantados de recibir todo lo bueno que eres capaz de ofrecer. Nadie te regañará si sonríes, si tratas a los que te rodean y te quieren con respeto, si siempre estás dispuesta a ayudar con un gesto amable. Es posible que algún alma malvada se aproveche, pero recogerás cosas positivas mientras el día menos pensado se presenta una oportunidad. Entonces, aprovéchala, sin miedo. Y que sea una oportunidad que te haga feliz a ti, no a los demás. Serás tú misma quien sufra las consecuencias, para bien y para mal. Piensa en ti misma y valora todo lo que tienes por aportar.
Todas las que consiguen llegar más allá es porque vencieron los temores y ansiedades que paralizaron a otras. El éxito es aquello que te espera cuando las demás no están dispuestas a seguir. Y las mujeres tenemos un tesón especial, una capacidad para tirar del carro cuando los demás no tienen fuerzas. Aprovéchalo. La pasión por lo que haces, con el tiempo, te demostrará que los límites son mentales, autoimpuestos o infundidos por las frustraciones de los demás.
Por eso, no te preocupes por ese proyecto de vida. Levántate cada mañana, quiérete y visualiza dónde y cómo quieres acabar el día que tienes por delante. Un “proyecto de día” suena más alcanzable y realista que un “proyecto de vida”.
Las redes sociales, Internet y la rapidez con la que se mueve el conocimiento y la información nos han sumido en un mundo mucho más competitivo. No voy a cuestionar a quienes dicen que ahora se vive con más comodidades que antes, es cierto. Pero es una comodidad fisiológica, primaria y muy relativa. No es tan cómoda si vivimos con carencias emocionales, llenas de inseguridades heredadas, rodeadas por las ferocidades de un mundo competitivo que te lo pone todo en bandeja, pero solo para que lo mires. Si lo quieres, tendrás que diferenciarte, de una u otra manera.
No te desmoralices por el postureo de las redes. ¿Crees que tus miserias, tu tristeza o tus miedos atraerían a la gente en Internet? Los demás también conocen la respuesta, motivo por el cual solo vendemos aquello que nos interesa vender o que pensamos que nos puede beneficiar. Pero hay una lucha constante con nuestro ego, busca ese equilibrio.
Seas quien seas, siempre habrá alguien que quiera que te vaya mal. No tiene que ser por envidias, que las encontrarás sino por intereses propios y similares a los tuyos. No te lo tomes con hostilidad sino como parte del juego. La naturaleza es equilibrada y alguien tiene que perder para que otros ganen. No podemos ganar todo siempre. Es entonces cuando tienes que aprovechar para aprender de los errores. Vivir entre constante adulación, si tienes esa suerte (y lo consideras una suerte), puede suponer un riesgo, sobre todo si algún día esos apoyos desaparecen y dejan de tener interés en lo que representas. Y para todas aquellas mujeres que llegan lejos, que ahora son referentes, saben que, si bien fue difícil triunfar y crecer, más aún lo es mantenerse. Qué sería de ese proyecto si no tuviéramos el valor de conseguir algo nuevo.
Así que, rodéate de personas, mujeres, inspiradoras y talentosas de las que aprender como Cris Aranda, una “Mujer Tech” en toda regla. Una inspiradora nata que representa todo aquello que he querido trasladaros en estas líneas. Porque puede haber muchas historias, pero sus enseñanzas son siempre pocas y sinceras. Todas ellas son y seguirán siendo mi “proyecto de vida”.
*Silvia Barrera es experta en Ciberseguridad y responsable del Grupo de Investigación Tecnológica de la Jefatura de la Rioja.