Inicio el presente artículo con uno de mis mantras, un verso del gran Antonio Machado en su maravilloso Proverbios y cantares: “Hoy es siempre todavía, toda la vida es ahora. Y ahora, ahora es el momento de cumplir las promesas que nos hicimos. Porque ayer no lo hicimos, porque mañana es tarde. Ahora”.
Y expongo mi mantra para hablar de tecnología. Más bien, de la necesidad de contar con el talento de tantas y tantas personas que a día de hoy no saben que pueden trabajar en este apasionante sector, el cual demanda gran cantidad de profesionales que a día de hoy no están formados o cuentan con experiencia para determinados proyectos.
Me presento. Soy Cristina Aranda, licenciada en filología hispánica, doctora en lingüística teórica y sus aplicaciones, máster en Internet Business y social innovation fellow de la Embajada de USA en España y el Meridian International Center.
¿Qué hace una filóloga trabajando en tecnología?
Cuando me preguntan qué hace una filóloga trabajando en tecnología o inteligencia artificial, sonrío y respondo que lo que hacemos continuamente en Internet es buscar información escribiendo palabras y no hay nada más filológico que la palabra.
Google es un zoco léxico-semántico donde las marcas pujan por ocupar lugares de búsqueda. Los recomendadores que nos guían donde comer, alojarnos… operan con palabras. En nuestras redes sociales usamos hashtags para describir una realidad.
Somos “poetas del jassscagss” como diría el gran personaje de Noemí Argüelles de Paquitas Salas. Y podríamos continuar con los audios de voz del WhatsApp, las charlas con el asistente virtual de turno, el análisis de las noticias para detectar fake news (máxime ahora en tiempos de pandemia y guerra) y un largo número de productos o soluciones cuya base principal es el lenguaje, la conversación, la interacción bidireccional persona-máquina.
En nuestro caso, en el del español o castellano (como prefieras), es una oportunidad de desarrollo económico increíble porque, según el Instituto Cervantes, lo hablamos 580 millones de hablantes, un 7,6% de la población mundial, y sigue creciendo…
Entrenar a la máquina
Para entrenar a la máquina a usar nuestro lenguaje, interpretarlo y generarlo, se necesitan lingüistas y filólogos/as, así como ingenieros/as especialistas en procesamiento del lenguaje natural. Esta es una de las razones por las que me fascina la inteligencia artificial (IA), porque sin la inteligencia a palo seco (Gloria Fuertes dixit en su poema No tengo memoria) de personas de diferente formación, no podría llevarse a cabo entrenamientos precisos, donde la máquina consiga un índice alto de precisión (toma nota de esta palabra si vas a ser colega de IA, “accuracy”).
Ahora bien, también se necesitan de perfiles que sepan de psicología, antropología, ética… y más áreas de humanidades porque, por irónico que parezca, en la actual revolución industrial en que vivimos, donde la digitalización, la gestión de los datos, la IA y, en consecuencia, la automatización requiere de personas que conozcan lo esencialmente humano, lo fieramente humano. Porque, por ahora, las máquinas solo están en el nivel de aprender una tarea concreta, pero no asociar rápidamente conceptos o ideas, entender dislocaciones semánticas (ironía, metáfora, chistes…) o, si nos vamos al plano emocional, saber rápidamente adaptarse para convencer, persuadir, seducir o motivar.
Además de esto, en esta conversación se interactúa con objetos, cuyo diseño puede impactar de forma positiva o negativa. Piensa la de veces que te has enfrentado a una aplicación o web donde es una odisea realizar cualquier gestión bien porque el proceso es tan complejo que en ninguna escape room lo usaría bien porque la experiencia de usuario/a, el 'cómo uso yo esa herramienta digital', no es amigable y, peor aún, accesible a todas las personas (no nativas del idioma, mayores, con discapacidad…).
De ahí que aquí encontremos otro perfil que concibe que el mundo sería un lugar mejor gracias al diseño, el arte de proyectar el aspecto, la función y la producción de un objeto funcional por medio de signos gráficos.
"La automatización requiere de personas que conozcan lo esencialmente humano"
Perfiles no tecnológicos
Podría estar enumerando perfiles como el mío que en nuestra formación académica no tuvimos asignaturas relacionadas con la tecnología, y que a día de hoy muchas empresas requieren de nuestro conocimiento porque se han dado cuenta, ironías de la vida, que los/as usuarios/as somos personas con lo complejo y lo sencillo que ello conlleva.
O, mejor aún, fundar nuestra propia empresa, como es mi caso con Big Onion, un equipo de solucionadores compuesto por una ingeniera de telecomunicaciones, un físico y yo, donde creamos de forma colaborativa, nos admiramos y aprendemos mutuamente cada día y en cada proyecto, dando soluciones más creativas dada la riqueza de las perspectivas y nuestras experiencias laborales. Contamos con diversidad, no solo de identidad diferente género, cultura, edad u orientación sexual; sino que además contamos con diversidad cognitiva: formación, experiencia laboral, diferente enfoque en la resolución de problemas…
Este sector, como todos, necesita que todas las personas que trabajamos, quienes tenemos poder en las decisiones en las empresas o las instituciones y, más aún, sobre las personas que forman nuestros equipos, tengamos conciencia de que la diversidad no “está de moda”, como no lo está la justicia, los derechos humanos o los objetivos de desarrollo sostenible; sino que es una de las mejores palancas de innovación que existen.
Grace Hooper, creadora del lenguaje COBOL (entre otras muchas creaciones de la industria del software) dijo que no hay frase más dañina en nuestro idioma que la de “aquí siempre se ha hecho así”.
Diversidad e innovación
Debemos ayudar a cualquier persona a acceder a este apasionante sector. Eso sí, primero hackeando los estereotipos existentes y, segundo, para que pueda conseguir un salario que en pocos entornos se ve: el salario emocional, el cual es mucho más poderoso de lo que nadie cree.
Basta con fomentar el reconocimiento público dentro y fuera de la empresa (seguimos viendo todo expertos en eventos, reportajes…), fomentando la igualdad de oportunidades en puestos de poder (cuotas, sí, he escrito cuotas -te recomiendo que escribas en el buscador “paradoja de Simpson”-), horarios flexibles, trabajo por objetivos o proyectos… Y tantas y tantas cosas que no se fomentan con solo una foto el día de la mujer o una mesa de Woman in Whatever porque ya, sencillamente, nadie se la cree. No es tiempo de complacencia “porque ayer no lo hicimos, porque mañana es tarde. Ahora”.
Es tiempo de cambio real y apuesta por algo que no solo hace que las empresas o las organizaciones sean más eficientes y, por ende, más productivas, sino que quienes forman parte de ellas sientan algo tan poderoso como la pertenencia de un colectivo fieramente humano. Y ese sentimiento no lo generan los datos ni ninguna IA.
Mi testigo lo cedo ahora a Clara Arpa, persona a quien admiro por muchos motivos, en lo personal y lo profesional centrado en la creatividad, el sentido del humor y el pragmatismo. Ella es la gran creadora de una gran frase que yo ahora uso a menudo para hackear estereotipos sobre la formación y la valía: “No soy ingeniera pero soy ingeniosa.” En estos tiempos que corren, me encantará leer y aprender una vez más de Clara, la Presidenta Red Española del Pacto Mundial de la ONU y CEO de ARPA Equipos Móviles de Campaña, una de las empresas de referencia mundial en equipos móviles para defensa, todo tipo de organizaciones civiles en misiones de paz, desarrollo y cooperación internacional, ONG´s, salud, emergencias y comunicaciones.
*Cristina Aranda Gutiérrez es cofundadora de Big Onion y cofundadora de MujeresTech, Spain AI y Ellis Alicante.