Quiero comenzar por advertir que no pueden esperar de mí demasiada objetividad. Ni quiero, ni puedo evitar ser incondicional con mis influencers, muchas de ellas mujeres, y todas ellas inteligentes, generosas y ejemplares.
Mi primera influencia es la familiar, con una genética predispuesta a la tenacidad aragonesa, a la sensatez y a la exigencia propia de las cultas y rigurosas mujeres de mi familia, reconozco que muchas de las cosas que he conseguido y las metas a las he llegado han sido gracias a esta, a veces excesivamente rigurosa, influencia.
La suerte o la casualidad me hizo llegar a Andalucía, tierra de gente generosa, elegante de espíritu y con un sentido de la estética acusado; y con personas que saben reírse del mundo y de ellas mismas; y, sobre todo, que buscan y te hacen la vida agradable.
La educación recibida en Málaga de unas religiosas liberales y exquisitas me ha influido mucho en mi forma de ser y de ver la vida. Aprendes a que te gusten las cosas bonitas, a tener más satisfacción en dar que en recibir, a ser tolerante y a que te puedes equivocar y no pasa nada. En esto también me influyó el deporte y, cómo no, su principal enseñanza: saber ganar y saber perder, que es lo que te hace tener una educación completa.
La vuelta a Madrid y el paso por la universidad, que después de algunas dudas fue un acierto, me influyó en mayor medida en tanto que acerté con lo que me gusta, el Derecho. Su precisión y técnica necesariamente pulida hace que el lenguaje, oral y escrito, sea básico, y a mí escribir y hablar me gusta.
Es una suerte el poder hacerlo en un aula, sobre temas que conoces y con una audiencia, si no entregada, sí obligada a escuchar y a procurar aprender.
En la universidad recibiendo o dando clase me he encontrado con gente cuya influencia se hace, podemos decir… crónica. Ya no te puedes olvidar de las frases, situaciones, actuaciones y realidades vividas en un aula.
La influencia docente es real y mucho mayor de la que podemos imaginar.
Y cuando entras en el mundo de la empresa duro y en el que las cualidades femeninas no son suficientemente valoradas, tienes, si consigues llegar y subir, unas ventajas claras. Quizá sea lo mejor nuestra empatía, adaptación al cambio y la capacidad para recuperarnos de los errores o de las zancadillas y sacar lo mejor de nosotras mismas y conseguir más y mejores cosas.
Somos especialmente resilientes. Aquí te influyen las personas con las que trabajas y para las que trabajas y que te hacen ver la importancia de rodearte bien; la suerte de encontrar gente que te aporta y la absoluta seguridad de que todo el mundo vale para algo e incluso en algo pueden ser excelentes, solo hay que averiguar cuál es "ese algo".
Observar la reacción y la forma de actuar de mujeres líderes que ya lo han sido todo, es importante para aprender e incluso ¡resistir! De ahí que valore tanto el elemento ejemplarizante y que crea necesario poner una luz en las buenas profesionales de cualquier actividad.
"Te influyen las personas con las que trabajas y para las que trabajas y que te hacen ver la importancia de rodearte bien"
Y a veces te sorprendes cuando en sitios inesperados a los que llegas, por suerte o por casualidad, te encuentras a gente valiosa que te influye y te enseña incluso mucho más de lo que puedes haber aprendido en un aula o a través de tus estudios y de tu esfuerzo.
Esta fue mi experiencia, muy enriquecedora durante un corto tiempo en la función pública, con su especial y a veces sorprendente organización y prioridades. Estuve rodeada de gente mucho más útil y competente de lo que nunca hubiera creído y aprendiendo sin parar.
Y mucho más inesperado cuando, por suerte o por casualidad, te incorporas como yo lo hice, como sociedad civil a un ámbito en el que nunca hubiera esperado estar.
Una asociación con mujeres directivas y empresarias que desde sus diferentes sectores te hacen ver que la aportación a la sociedad de la mujer es algo más que imprescindible, es absolutamente necesaria para conseguir cambiar las cosas para mejor.
La suerte de encontrar a mujeres fuertes, pero sensibles a problemas que parecen insignificantes, pero que no lo son; con prioridades que son las que de verdad importan y con un sentido del deber y la responsabilidad y una valentía y generosidad implacable, hacen que solo con su ejemplo influyan en nuestra manera de trabajar de ser y de hacer las cosas para conseguir un mundo mejor.
Mi antecesora en esta cadena es Isabel Guerra, a la que agradezco haber pensado en mí.
“Saca agua de tu propio pozo”, recomendaba Séneca a Lucilio en una de sus cartas. Así veo yo a Isabel Guerra, como una mujer artista con inteligencia y personalidad, que no sigue la senda que otros le marcan, muy al contrario, desde su convento trabaja y crea con libertad y estilo propio.
Su pintura refleja todo lo que ella es; su técnica depurada y cuidada deriva de su espíritu crítico y exigente; la luz de sus cuadros seguramente le aporte su alma joven y abierta y la impronta personal que tiene su pintura, y que la hace ser reconocida como propia, probablemente venga de haber tenido una educación exquisita, libre y espiritual. Por casualidad nos encontramos y ¡ha sido una suerte! Parece ser que no podía perderme conocer a alguien tan especial.
Otra casualidad hizo que la vida me cruzara con Manuela Camino que es una curiosa mezcla de persona intuitiva, sensata, reflexiva y entrañable. Tiene un trabajo difícil, pero reconfortante, en el que destaca tanto por su profesionalidad como por su humanidad.
A los corazones de sus pequeños pacientes y a los de sus padres los cuida con su técnica y experiencia más que probada y reconocida; pero también les ayuda dando esperanza, confianza, apoyo y tranquilidad. Es una suerte que profesionales como Manuela estén trabajando con tanta pericia como sensibilidad. En el Hospital Gregorio Marañón, desde la unidad de trasplante cardiaco pediátrico, hace un buen trabajo pero sobre todo una buena labor social y humanitaria. Es una suerte para mí y para los míos haberla conocido. Y a ella cedo el testigo en esta cadena en la que estoy orgullosa de estar.