La hemos visto crecer en la pantalla y en los escenarios. Ruth Gabriel es hija de los actores Ismael Sánchez Abellán y Ana Rosetti. Se subió al teatro con once meses y a los nueve años, la veíamos cada día en la pequeña pantalla en el programa Barrio Sésamo.
Su salto a la fama se produjo con su primera película, Días Contados de Imanol Uribe, un trabajo por el que recibió el Goya a la mejor actriz revelación. Ahora se sube a las tablas del Teatro Español, tras un año de gira con la obra La Casa de Bernarda Alba, dirigida por José Carlos Plaza.
“Ha sido una gira larguísima que comenzamos el 27 de abril del año pasado en Alicante, con toque de queda y aforo reducido. Ahora por fin, hacemos La Casa de Bernarda Alba con aforo completo y sin mascarilla hasta el 5 de junio. Es muy emocionante ver el rostro al público de nuevo” asegura.
Y añade: “Ha sido una experiencia muy peculiar, con un cariño, un cuidado y un respeto entre todo el reparto muy potente".
"Hemos tenido un año tan convulso, que nos hemos protegido mucho entre nosotras y nos hemos visto crecer, no sólo a nivel profesional, sino en lo personal. Ahora tenemos más fuerza y energía. Hay algo muy bonito en esta compañía”.
PREGUNTA: Es hija de actor y actriz-escritora, ¿cuál diría que ha sido la mejor herencia que le han dejado sus progenitores?
RESPUESTA: Diría que la valentía y la pasión por hacer lo que realmente me mueve. Ninguno de los dos lo tuvo fácil. En el caso de mi padre, en aquella época era ser algo muy 'chungo' ser actor para poder vivir bien. Y en el caso de mi madre, viene de una familia en la que se buscaba más la felicidad, pero tuvo que ir haciéndose un hueco poco a poco... Los dos son una inspiración constante.
La conocemos desde la infancia por sus apariciones en TV en Barrio Sésamo, ¿cómo recuerdas su infancia?
Hay algo ahí que he bloqueado, pero sin ser consciente. Curioso que el otro día quede con una amiga del colegio. Nos conocemos desde que teníamos seis años y mi versión de mi infancia es una especie de burbuja, es como si hubiera estado dormida. Era una época en la que yo trabajaba mucho y no había horarios diferentes para los niños. Trabajaba igual que un adulto. Prácticamente no iba al colegio, y me tenía que presentar todos los años en septiembre, para sacar los exámenes. Pero recuerdo que para mí, trabajar era el momento más importante. Yo tengo más apego al rodaje que al colegio, era lo que yo quería hacer, mi disciplina y mi formación.
Fue duro, pero al final, éramos niños y buscábamos la manera de pasarlo bien, incluso jugando al escondite en el plató.
La pandemia y los meses de confinamiento fueron muy duros para todas las familias, ¿cómo lo vivió en casa?
Tuve un momento de bajada y desconcierto bastante duro. También estaba viviendo con dos adolescentes e intentaba mantenerme fuerte para que ellos no se vinieran abajo, cosa que no fue fácil.
Pero fue curioso que la pandemia hizo click en mi cerebro, y me dije yo no me puedo quedar parada. Con un programa de comunicación que se llama ECO (Estrategias de Comunicación Oral) decidí que mi única salida era ponerlo en marcha online, así que mis dos años de pandemia han sido los más productivos, tanto como actriz como formadora.
¿En qué consiste ECO?
Cuando rodé Días contados y se estrenó, tuvo una repercusión mediática muy potente. Yo era muy joven, acababa de cumplir 19 años y venga a hacer ruedas de prensa y entrevistas... Y empecé a meter sistemáticamente la pata... Lo peor, es que me dí cuenta de ello. Me entró pánico cada vez que tenía que hablar en público, cosa que para esta profesión no conviene nada.
Yo que había estado estudiando en EEUU técnicas de oratoria y técnicas de interpretación, también me fue interesando la neurolinguistica general. Fui desarrollando un sostén para mi, para conseguir hablar en público sin miedo, sintiéndome segura, teniendo un control de lo que manifestaba.
A partir de ahí, la gente me lo fue pidiendo y lo estructuré por módulos, y es lo que he estado enseñando desde hace siete años. Durante la pandemia, lo pude ofrecer en online y preparé a la gente para que pudieran presentar sus proyectos Tuve mucha demanda incluso internacional.
Donó su Goya al hospital de Cantoblanco para premiar a los sanitarios… ¿De dónde surgió la idea?
Yo vi que lo había hecho la directora Isabel de Ocampo y fue la que me animó. Me dijo: “seguro que conoces a alguien que te puede llevar el Goya al hospital, no sabes la ilusión que les va a hacer”.
A mi al principio, me parecía bonito, pero nunca imaginé que fuera a emocionar tanto. Contacté con la actriz Clara Alvarado, que además es enfermera de profesión y estaba trabajando en Cantoblanco, una compañera a la que yo adoro y así me ayudó. Me emocionó ver que tuvo un efecto tan gratificante para ellos.
Televisión, cine, teatro, ¿dónde se siente más cómoda?
Es como cuando tienes tres hijos y te preguntan a cuál quieres más. Yo como empecé tan pequeña, mis padres eran actores de teatro fundamentalmente, y la primera vez que me subí a un escenario tenía once meses, sustituyendo a mi hermano, por lo que yo he crecido ahí. Ya con cinco, hice La Cometa Blanca, luego vino el cine con 18 años. Para mi es un privilegio haber vivido estos tres ámbitos y haberles sacado tantísimo partido, y el haberme encontrado la gente tan extraordinaria que me he encontrado en el camino, profesionales de los que siempre se aprende.
La historia de Lorca mundialmente conocida, Bernarda Alba transita por lo peor del ser humano, ¿cómo ha sido meterse en su personaje en este momento tan gris como el que vivimos?
Ha sido muy catártico, no sólo para nosotros sino también para el público. Muchas veces pensamos que el público lo que quiere es simple entretenimiento y a veces, lo que necesita es identificarse y decir: ¡yo también he sentido esa angustia y ese miedo!
Pasaba una cosa curiosa, y es que cuando Bernarda hablaba del encierro de 8 años, el público ya sabía lo que era estar encerrado, y se notaba esa energía.
¿Cómo es su personaje?
Magdalena es la segunda de las hermanas, y a la que quiere el padre. La función comienza cuando el padre ha muerto y ella está rota, no le importa ya nada, y encima le dicen que va a estar encerrada ocho años y piensa que su vida está acabada.
El único motor real que tiene es el odio que tiene a su hermana Angustias. Si no fuera por eso, le daría igual todo. Hay una descripción de ella que me encanta, que es ‘Magdalena cara de hiena’.
No se puede ser más cruel y en una situación de crisis, en una guerra o en una dictadura, es la que siempre tiraría la piedra y escondería la mano, la que querría levantar a las masas, pero no está ahí para luchar. No me cae muy bien. Pero la entiendo con cariño. La primera frase que dice es: ¡Lo mismo me da!
¿Ve paralelismo o vigencia entre la historia y la actualidad?
Sí y cada vez más. Esta historia nos ha ido atravesando durante los meses que hemos estado haciendo la función. Cuando comenzamos estábamos todavía con la resaca del encierro, de haber estado todos confinados. Ésta es una historia de encierro absoluto.
Fuimos a Barcelona, y de pronto, se producen los ataques en Kabul, y vemos un montón de mujeres huyendo porque se las van a cargar. Y nosotras salíamos al escenario con el velo negro, y la gente se quedaba estupefacta…
De pronto te das cuenta de que Kabul no está tan lejos, de que son mujeres que podríamos ser nosotras, y les han quitado sus libertades. Hay que seguir luchando y no se puede dar por hecho lo que tenemos.
También ahora, con la guerra de Ucrania estamos viendo la historia de la autoridad dictatorial, y hay algo que nos está removiendo por dentro muchísimo.
Es la tercera vez que hago La Casa de Bermarda Alba, pero nunca había tenido una conexión tan potente como la que tengo ahora. Se ha reproducido en la vida, lo que hacemos en el escenario.
Yo si que he sufrido el desaparecer del trabajo por ser madre. Después de tener dos hijos notas que ya no te llaman, que se han olvidado de ti…
¿Qué ha extraído de este trabajo y de este personaje?
La consciencia de no dar las cosas por hecho. La consciencia de que todo es mucho más frágil de lo que nos imaginamos, y de que tenemos que tener muy claro que depende también mucho de nosotras.
Una cosa es lo que nos quejamos y también de lo que conseguimos como sociedad, pero si tu no coges las riendasde tu vida con fuerza, no vas a saber aceptarlo, ni trasladarlo a las próximas generaciones.
Es una responsabilidad individual, más allá de la responsabilidad colectiva, política y social.
La obra también nos muestra la relación madre e hijas. Hoy como madre, ¿cómo ve esa relación de la que habla la obra?
La veo terrorífica porque Bernarda es una madre peculiar. Bernarda es el punto más álgido en cuanto a esa monstruosidad, en una época en la que estar sin un hombre era tener valor cero, y lo que hace ella es coger el mando del hombre más estricto para aferrarse a lo que hay, con miedo al cambio y a que todo se le tambalea.
¿Ha sufrido el problema de conciliar vida personal y profesional?
Sí. Y ahora está profesión está cambiando. Ahora es más fácil que una actriz que tiene un niño que debe darle el pecho pueda hacerlo. Ahora es fácil que se lo organicen para que pueda ir al rodaje con su bebé y con lo que haga falta, incluso viajando con alguien para que la ayude. Incluso así no es fácil, es agotador.
Pero cuando yo tuve a mis hijos, hubiera dado cualquier cosa por tener una vida laboral y no estar pensando en Winnie the Pooh todo el tiempo. Hubiera sido refrescante tener algo más retador.
También lo eliges, ahora paro y luego vuelvo. Pero a veces, es muy difícil la reinserción. Yo si que he sufrido el desaparecer por ser madre. Después de tener dos hijos notas que ya no te llaman, que se han olvidado de ti…
Éste es un trabajo que requiere de mucha visibilidad, y cuando vuelves, hay que empezar casi de cero. No me arrepiento de nada, porque he ganado mucho, que de otra forma hubiera sido imposible de conseguir.
Me llama la atención el síndrome del impostor tan tremendo que tienen tantas mujeres. Mujeres con una cultura increíble y les da vergüenza hablar de sus logros.
¿Qué podemos hacer nosotras como mujeres para conseguir la igualdad real?
Vuelvo a apelar a la responsabilidad individual, porque eso es lo que va a hacer que tengamos fuerza para pedir y requerir nuestras necesidades, hacerlas entender y comunicarlas, y que esto pueda cambiar.
Hay empresas que ya se han puesto en marcha con el cambio porque han escuchado a sus mujeres, y han entendido las necesidades que tienen. Pero también hay mujeres en empresas que solo miran la productividad y no facilitan la conciliación.
Una de las cosas que fomento en el curso de ECO es la asertividad en el lenguaje para mujeres, y una de las cosas que más me llama la atención, es el síndrome del impostor tan tremendo que tienen tantas mujeres.
Mujeres con gran poder, intelectuales, con una cultura increíble y no se lo creen y les da vergüenza hablar de sus logros. Lo primero que hay que hacer es asumirlo no sólo como bueno, sino como una responsabilidad porque hay que transmitirlo a las y los que vienen detrás.
¿Sus hijos seguirán sus pasos como actores?
Mis hijos no seguirán mis pasos. Una dice que ni hablar, y el otro está estudiando Imagen y Sonido, la parte técnica. Esto suele pasar. Mi hermano huyó de la farándula como si quemara…
¿Y sus próximos proyectos?
Para junio presentaré un nuevo curso de ECO. Estoy un momento bueno, con una película a la espera de estreno. Se trata de una colaboración especial y las imágenes que he visto son increíbles, con una gran sorpresa. Y en junio comienzo a rodar otra. No puedo desvelar más...