Hay algo en Rosa Villacastín (Ávila, 1947), con la sonrisa suave y su pelo despeinado, del que presume diciendo "mi pelo es así", y un broche que lleva en la solapa que parece ella misma en miniatura; que dan unas ganas enormes de empezar a preguntarle y, como responde a todo, también de contarle cosas.
La conversación comienza, mientras MagasIN la fotografía en el nuevo restaurante Commodore, con el recuerdo de Jesús Mariñas, pero muy pronto pasarán desfilando por la charla todos los personajes que uno pueda imaginar: más de cien nombres en una hora y cuarto de conversación, de la alta sociedad a la intelectualidad, incluyendo personas “consideradas famosas por nada”, que a ella le gustan menos.
De Mariñas, cuenta Villacastín que “tenía un gran sentido del espectáculo en televisión, que hizo de la provocación su seña de identidad y que le gustaba mucho vivir, por eso nunca hablaba de su enfermedad”.
Pregunta: ¿Cuántas entrevistas habrá hecho usted en su vida?
Respuesta: Pues no lo sé, muchísimas.
¿5.000 o más?
O 10.000, calcula solamente en Diez Minutos, que llevo 24 años hasta esta semana. Y desde diario Pueblo donde empecé. Están las de Interviú, Panorama, Época… y las de la radio, televisión…
Y Villacastín, que tiene un apellido también muy agradable, pone una sonrisa de quien ha archivado un montón de entrevistas mentalmente, por medios y por décadas, y no sólo suyas. No en vano ejerció durante muchos años como documentalista. De las entrevistas que ha hecho le cuesta elegir, pero luego empieza a dar nombres por década y parece que estuviera diciendo los ríos de España con todos sus afluentes. “Yo…”, sonríe, “es que he hecho a casi todos, he tenido esa suerte”.
Algo gracioso que le ocurrió, y se ríe, es “cuando hice a José María Aznar la primera entrevista cuando aterrizó en Madrid. Se la hice en un bar y al escuchar la grabación era como si tuviera bolas en la boca. Le llamé y le dije. ‘Mira, José María, no te entiendo nada de lo que dices’. Tenemos que repetirla, le dije, y la repitió sin problema, igual que con Alfonso Guerra que en otra ocasión la grabadora falló del todo y no se escuchaba nada y me llamó a casa y me dijo, ‘vale, Villacastín, pero trae tres cintas por si acaso’”.
“Estas entrevistas que son humorísticas, tan de moda ahora, a mí no me gustan”, explica. “No me interesan nada. A mí me interesa conocer al personaje. No al entrevistador que piensa ‘a ver cómo quedo yo de gracioso’. Y me gusta la gente que de la nada ha llegado a ser importante, y que no lo ha tenido fácil. Hice un libro que se titulaba Partir de cero (Temas de hoy, 1998), el título me lo dio el marido de Gloria Estefan, que es ahora millonario. Al preguntarle me dijo: ‘cuando salí de Cuba yo vendía lotería en la Plaza de toros de las Ventas’, y me quedé helada. Así que hice una recopilación de ese tipo de vidas, que son las de Serrat o Rocío Jurado, por ejemplo”.
La última entrevista que recuerda es la de “Jesús Cintora, ¿le conoces? Es un chico de un pueblo de Soria… ¡Ese es el mérito! Aunque también es verdad que hay gente rica que es muy interesante. Yo entrevisté muchas veces, por ejemplo, a la 'duquesa roja'. Mira, Osuna, Alba, 'duquesa roja', Medinaceli… Hay una generación de mujeres ‘Grandes de España’ que no se ha valorado lo suficiente. Todo lo que han hecho esas mujeres fuertes, que han manejado esos enormes patrimonios… Todas las Grandes de España eran mujeres y es muy fácil despreciar a alguien, pero imagínate verte ahí. La duquesa de Alba, por ejemplo, perdió a su madre recién nacida…”. Continúa mientras relata anécdotas de cuando estuvo con ella en Sevilla, y de cómo le divertían las respuestas de la duquesa más mediática.
Mujeres que le hayan impresionado en el ámbito político, menciona a dos inicialmente. “Carmen Llorca, que era profesora de filosofía y una gran escritora. Recuerdo cuando se iba a legalizar el aborto, subió ella a la tribuna y dijo: 'Si alguno de ustedes piensa que una mujer va a abortar como sacarse un diente, están absolutamente equivocados'. Esa valentía de enfrentarse a Fraga me impresionó, al margen de mi opinión sobre el tema. Y Pasionaria, que en mi casa no les gustaba porque eran muy de derechas, pero cuando la vi llegar, con su moño y ropa oscura y se puso a hablar, me impresionó muchísimo, me recordaba un poco a mi abuela”.
Pregunta: ¿Cuándo una entrevista merece espacio en su archivo mental?
Respuesta: (Sonríe) Una entrevista es un retrato de un personaje. Se trata de que cuente cómo ha sido su vida. Si es famoso, de lo fácil o difícil que le ha resultado estar donde está.
En su caso, ¿ha sido fácil o difícil?
He trabajado muchísimo, desde los 17 años estoy trabajando. Vine con una beca a Madrid cuando mi abuela entregó el archivo Rubén Darío. Y a los 17 le dije a mi padre: ‘Yo no quiero depender de nadie, yo lo que quiero es hacer lo que me dé la gana, quiero trabajar’. Así que me metió en un despacho de abogados de un amigo suyo a meter papeles en sobres. Luego, al año o así, me avisaron de que había una plaza en el Archivo Histórico en la calle Serrano y me presenté. Y ahí estuve como año y pico.
Después me llamaron de la Universidad porque estaba el archivo Rubén Darío -donado por mi abuela- para que empezase yo a catalogarlo. Era el año 1965 y ahí estaría hasta el 1983. Mientras, escribía en medios, hice oposiciones, estudié la carrera de filosofía... porque luego verás, es que yo llegué al periodismo de pura casualidad.
Rubén Darío
Mucha gente no sabe de su relación con Rubén Darío…
¡Toda la historia de mi abuela! Me entero a los nueve años, cuando de repente en mi casa empiezan a hablar de Rubén Darío y mi abuela dice ‘¡es el amor de mi vida!’. Yo no entendía absolutamente nada. ‘¿Y mi abuelo entonces?’.
Usted no sabía nada.
Qué va. Unos señores hablaban con mi abuela de no sé qué poemas y preguntaban por un baúl que tenía que estar en mi casa y ella decía que no estaba allí. Y yo sabía que estaba en el último piso, y decía ‘¿todo esto qué es?’. Y empezaban a hablar de Rubén Darío y mi abuela llorando y diciendo lo de ‘amor de mi vida’. Aquello fue un shock. Hasta que mis padres me sentaron y empezaron a explicarme la historia, pero para una niña de nueve años, y más de entonces, no era fácil de entender, ¡era muy fuerte!
Su abuela fue la última pareja del famoso poeta y donó un legado de incalculable valor.
Sí, mi abuela donó 6.000 cartas que están catalogadas, de Azorín, de los Machado... ¡Imagínate! Yo misma tengo en mi casa el mantón de Manila que le regalaron a ella Antonio y Manuel Machado.
¿Y cómo llega Carmen Conde a esta historia?
Carmen Conde y su marido fueron un día a conocer a mi abuela, como tantos otros. A mí me dicen que hay gente en mi casa y cuando llego veo que ha llegado un coche grande, que en aquel pueblo es como si aterrizara aquí un avión. Y veo que mi abuela está detrás de la puerta y no quiere abrir. Ten en cuenta que había habido muchos escritores que ya le habían robado, a los que les había abierto las puertas. Ella era ya muy desconfiada tras la muerte de mi abuelo. Pero Carmen pronunció unas palabras que fueron mágicas…
¿Con qué palabras se abrió esa puerta, y ese baúl?
Carmen dijo: ‘Francisca, sólo venimos a acompañarte’, refiriéndose al poema de Rubén Darío, y ahí ella ya les abrió la puerta. Mi abuela llorando, leyendo los poemas… yo me recuerdo asustada en un rincón, porque no sabíamos cómo iba a desembocar aquello. Cuando hablaban del baúl pensaba que ahí, como nunca se había abierto, había un tesoro. Cuando se abre el baúl, ¡veo que todo eran papeles! ¡Yo pensaba que iba a ver coronas de diamantes!
Lo cierto es que aquellos papeles valían una millonada, y si mi abuela los hubiera vendido hubiéramos sido millonarios, pero decidió que ella era española, y como la Thyssen, quería que todo estuviera aquí y lo hizo muy generosamente.
El periodismo
“Yo empecé en el periodismo por casualidad”, repite, como si estuviera escuchando la respuesta de una entrevista que hace a sí misma, algo que podría ser perfectamente lógico. Y vuelve en su memoria a “un artículo sobre Rubén Darío y Estados Unidos”, y un amigo “que lo mandó sin consultarme ni nada a un periódico y me llamaron para que fuera. Imagínatelo. La secretaria me dice que pase. Y el director del medio, el diario Pueblo, responde: ‘No, no, yo estoy esperando a una señora’. Claro, mi nombre es Rosario y yo creo que le sonaba a señora mayor”.
Villacastín se describe llegando al periodismo esa mañana con 22 años, botas altas y minifalda, diciendo que no a una columna, pero regresando al rato para decir que sí. “A mí no se me había ocurrido ni por lo más remoto dedicarme al periodismo. A mí me gustaban dos cosas, bailar y archivar”.
Pronto cambió bailar por escribir en medios, manteniendo durante un tiempo su labor como documentalista, “es muy géminis simultanear actividades, ¿no crees? Lo hice hasta el 83, ahí pido una excedencia y me dedico al periodismo, que me atrapó por su ambiente. Éramos una generación de jóvenes sin experiencia, y me refiero a los periodistas que hacíamos política, pero también a los nuevos políticos en el Congreso”.
Describe la Transición, el golpe de Estado y otros sucesos históricos que cubrió como periodista (“hice un libro del 23-F y otro sobre los Siete Magníficos, ¿los recuerdas a ellos? Hice entrevistas a todos. Parecía que iban a ganar las elecciones, pero no…”). En realidad, la política sigue siendo lo que más me gusta, porque es lo que más cambia nuestras vidas, para bien o para mal”. De las mujeres que conoció en esta época menciona a “Pilar Narvión, una de las grandes pioneras del periodismo, y a Julia Navarro, entre otras”.
A TVE llegó en el año 90 con Teresa Campos y en el 93 la ficha Antena 3, donde ha estado 23 años. “Me ficharon para un programa que era deportes y corazón. A mí es que presentar no me gusta. Fue Marta Robles la que lo presentó. Aquello era una novedad, un programa como los que se hacían en América, mitad sucesos y mitad corazón y lo que yo hacía era una entrevista diaria, a todos los personajes que te imagines. Luego, cuando eso se acaba, ya presento mi propio programa que fue Extra Rosa”, explica.
Pregunta: ¿Fue su idea aquel programa, Extra Rosa?
Respuesta: Sí, sí, el programa era mío, y yo era la directora. En la radio, yo ya colaboraba y conocía a Ana Rosa y siempre le decía: ‘Ana Rosa, yo presentaré un proyecto y te vendrás conmigo a la tele’, y así fue. La llamé un día por teléfono, que estaba en Santo Domingo, y le dije: ‘Vente, que he presentado un proyecto contigo y lo han aprobado’. Ella se sorprendió y me preguntaba mil cosas. Respondí ‘tú cógete el primer avión que salga y te vienes’”.
Y fue un bombazo de audiencia…
Sí, lo veía muchísima gente.
¿Qué le pareció que tenía de diferente Ana Rosa para incluirla en su proyecto?
Es la misma pregunta que me hizo el consejero delegado, José Manuel Lorenzo. ‘¿Por qué quieres hacer un programa con otra persona si lo puedes presentar tú sola?’. Y le dije, ‘porque Ana Rosa tiene algo que tiene muy poca gente: la mejor sonrisa de la televisión’. Y lo sigo pensando. Ana Rosa está en televisión y está presentando como si estuviera en el sofá de su casa o en una cafetería, y a mí lo que me gusta es hablar. Así que el tándem era perfecto, porque ella presentaba y yo hablaba. Somos totalmente diferentes, como la noche y el día.
¿Era un formato más fresco, no?
Bueno, es que salíamos sin guion. Sabíamos los temas que íbamos a tratar y ya. Y fue un exitazo… Hasta que llegó Buruaga y decidió quitarlo con más de un 30% de audiencia…
Y de la vida social, ¿qué mujeres cree que no se han valorado lo suficiente, que se ha frivolizado su imagen?
Preysler es una mujer muy interesante, y la gente no la conoce. Carolina de Mónaco me encanta porque ha hecho lo que ha querido -menciona rápidamente también hombres que la fascinan, Bardem, Raphael y Julio Iglesias-. Y al revés también. Hace no mucho se me acercó una mujer muy conocida, por nada, todo sea dicho, y me dijo 'oye, ¿cuándo me vas a entrevistar?' y le respondí 'nunca'.
¿Se enfadan con usted por las entrevistas algunas veces?
Una famosa mujer española se enfadó conmigo hace no mucho por una opinión que di y me llamó por teléfono. Y yo le dije, 'es que, querida, te has inventado una historia que te has terminado creyendo'. Y tuvo que aceptarlo.
¿En resumen, después de tanto vivido, le gusta más archivar recuerdos o crearlos?
Las dos cosas, como buena géminis. Mi marido siempre me dice que yo salgo a la calle y nunca se sabe dónde voy a terminar. He tenido la suerte de vivir varios mundos, y de estar en lugares y conocer personas que nunca imaginé. También he tenido malas épocas, claro, pero todos estamos hechos de eso, de lo bueno y de lo malo.