Natalia Menéndez nos recibe en el magnífico Teatro Español. Desde noviembre de 2019 asume el cargo de Directora Artística de este teatro y de las Naves de Matadero de Madrid. Sonríe y le brillan los ojos durante la sesión de fotos, detrás de la llamativa montura roja de sus gafas.
Actriz desde los 20 años, ha construido su carrera enfrentándose a las responsabilidades con determinación y alegría. Es directora de escena, dramaturga y gestora cultural, una mujer de teatro de los pies a la cabeza; dulce en la palabra y el gesto, elegante pero cercana, seria pero luminosa, serena pero inquieta, ordenada pero intuitiva, contesta con seguridad pero antes de hacerlo mira a los ojos, escucha, reflexiona y respira.
Vigorosa como un árbol bien enraizado en la tierra, pero flexible como un junco frente a retos e inconvenientes, con pocos sueños, pero muchas realidades por cumplir. Menéndez vive el presente como un desafío continuo, una aventura cotidiana a la que se enfrenta con curiosidad e ilusión.
En estos días calurosos, recién presentada la nueva Temporada 2022-23, está inmersa en los ensayos de Queen Lear, un texto del dramaturgo Juan Carlos Rubio que estrenará el 15 de septiembre en la Sala Principal.
Transita por diversas facetas de las artes escénicas, la interpretación, la dirección, la dramaturgia, la gestión, ¿una cosa le ha llevado a la otra?
Han ido llegando paso a paso, a partir de estudiar arte dramático y ser actriz, la curiosidad me lleva a interesarme por el mundo de la danza, donde me integro a través de la dramaturgia, y también empiezo a traducir textos. Luego comienzo a estudiar dirección escénica.
A veces los pasos han sido casuales y otras veces motivados por necesidades. La gestión cultural vino después, cuando me ofrecieron la dirección del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro, que no me lo esperaba. Reflexioné y me di cuenta que tenía mucho que aportar. La gestión es la faceta menos agradecida, pero es un lugar en el que sé que puedo hacer cosas, no solo para mí o mi carrera, sino para un espacio y un público. La gestión también es creativa.
No estoy segura de que el teatro pueda o no cambiar el mundo, pero lo cierto es que en su caso, dirigiendo el Teatro Español y las Naves de Matadero, puede influir en la cultura de una gran ciudad como Madrid….
Tener un cargo público y trabajar con dinero público implica una gran responsabilidad. La labor es muy amplia y te permite profundizar en ideas como el aprecio por el otro, el buen trato y otras cuestiones éticas. Hay que estar convencida de estar haciendo algo que sirva para ayudar, aliviar, oxigenar y hacer disfrutar, no solo en relación con la sociedad, sino también con los creadores. Para mí, la gestión es como un diálogo a tres bandas en el que yo soy el nexo entre los creadores y el público.
¿Qué valor da al trabajo en equipo?
Es fundamental. Por eso consideré, al inicio, que aquí no había equipo suficiente para hacer un trabajo, no solo digno, sino bello, y se convocaron exámenes públicos y la bolsa de trabajo. El teatro se hace en equipo, es muy importante.
¿En qué espacio de esta casa se siente más cómoda o más libre? ¿Su despacho, el patio de butacas, la sala de ensayos?
Son espacios y también profesiones muy diferentes, el despacho es mi lugar de gestión, en la sala de ensayos hago un trabajo más artístico, es el lugar donde sé que siempre me voy a encontrar bien o tengo más facilidad para conseguirlo. La gestión es algo más complicado, pero a mí me encanta descubrir: un texto nuevo, un espectáculo que te roba el alma, ideas interesantes... Lo que realmente merece la pena es el encuentro con los otros: otras personas, otros creadores, y escuchar. Aprendo muchísimo de los demás, siempre.
Su lugar preferido, por tanto, no es un espacio físico, sino emocional y una actitud: la escucha.
Sí, porque me costaría mucho tener un solo sitio en el teatro, yo necesito encontrarme bien conmigo misma y a partir de ahí buscar, estar en contacto con el equipo, moverme, preguntar las necesidades de unas y de otros, pasar por maquillaje, peluquería, vestuario, no perder el contacto. No me parece en absoluto interesante quedarse en un despacho, hay que estar en el metro, en la calle… y en el teatro me encanta observar a los espectadores al finalizar una función.
Defiende la estética de la no-violencia. ¿Por qué y cómo consigue darle forma o reflejarla a través de una programación o de una manera de ser, de estar o de trabajar?
La estética no-violenta fundamentalmente persigue el buen trato, y va hacia el amor, lo cual puede sonar a cursi, pero realmente de lo que se trata es de respetar las diferentes capacidades de las personas, la diversidad de raza, de géneros, no tener miedo a la otredad y aceptarla. La violencia destroza a las personas y el planeta, y el amor favorece el cuidado, el encuentro, la educación.
Busco eso en los espectáculos que programo y además, el humor y la alegría, que son fundamentales para vivir, siempre lo han sido para mí. También ha sido y es importante programar espectáculos en los que se muestra cómo despedirse con amor, porque hemos pasado una etapa de difíciles despedidas y el teatro puede aliviar, ayudar a buscar salidas, luz, esperanza.
Yo creo en el teatro curativo, que puede mejorar la calidad de vida, curar un momento de soledad: el teatro te transforma, lo sé y lo veo. Nosotros hemos ahorrado a la gente horas en urgencias, visitas a hospitales y, sobre todo, hemos contribuido a usar menos pastillas.
Hace dos años recibió el rango de Chevalier de l'ordre des Arts et des Lettres, orden ministerial de la República Francesa, la tierra de su madre, ¿un galardón especialmente emotivo?
Sí, mucho. Soy franco-española y así me siento, me encanta la cultura francesa, los paisajes, mi lengua materna es el francoespañol, con mi madre hablo en raro y, por eso, probablemente mi empeño en apreciar lo diferente, porque desde la cuna he vivido la mezcla, que para mí siempre ha sido una suma.
¿Cuál es su verdadero premio al acabar la jornada laboral?
Intento buscar lo positivo de cada día y que la vida no esté teñida de un solo color, pero soy muy exigente. Intento robarle a cada día, pedacitos de alegría. Al final del día lo que necesito y me gusta es el silencio, ese tiempo propio donde no existe la palabra, ni tan siquiera la música. El premio es ese tiempo para mí, de silencio.
A lo largo de su vida personal y profesional, ¿ha ido dejando espacio a lo intuitivo? ¿Cuál es ahora su momento vital?
Estoy en uno de los mejores momentos de mi vida, más de acuerdo conmigo misma, y sigo tratando de aprender a amar mejor. La intuición ha cobrado un lugar prioritario, así como el permanente aprendizaje y el disfrute.
También he aprendido a relativizar y a darle a cada cosa su sitio y su importancia, el valor que merece pero no más, ni menos. Y permitir que surja lo espontáneo. He descubierto la inseguridad, lugares no cómodos que favorecen que ocurran cosas inesperadas.
¿Cómo surge el lema Sed de teatro que define la nueva temporada del Teatro Español y las Naves de Matadero?
Surgió porque el teatro es como el amor, no te sacia, una vez que lo pruebas te engancha, te procura una sed, sed de teatro, que no sacias, estás en permanente búsqueda y vas afinado tus elecciones.
Por eso hemos hecho una programación pensada para públicos diferentes, desde dar empuje a espectáculos para bebés, niños y adolescentes, hasta los espectáculos de autoría contemporánea, buscando paridad de géneros, dando valor y sitio a los creadores mayores o recuperando la figura de Jacinto Benavente, tan vinculado a esta casa, iluminando su obra a través de la nueva mirada de dramaturgas, o destacar la figura de Francisco Nieva, que no se hace todo lo que se debería.
Está ensayando Queen Lear, un texto que revisita The King Lear de Shakespeare. ¿Es diferente el ejercicio del poder al ser encarnado, no por un rey, sino por una reina?
No, no lo es, no depende del género sino de la persona, lo diferente es la actitud ante el poder, la capacidad de elegir, la voluntad y determinación de seguir los mandatos y las costumbres o de entrar en franca minoría y ejercer el poder desde un lugar no violento, más sano y esperanzador.
Es un proyecto que Juan Carlos Rubio y yo hemos construido durante cuatro años en los que hemos investigado sobre el poder enquistado y la actitud ante eso.
¿Le quedan grandes o pequeños sueños por cumplir?
No tengo grandes sueños sino el intento, o el sueño, de no perder nunca la curiosidad, la alegría y la ilusión.