A veces, tienes la sensación de que la historia gira y gira. La abuela de Cristina Barrous, o sea mi madre, cocinaba muy bien. O eso me parecía a mí, incluso a Barrous. Pero además fue la primera persona a la que yo escuché hablar del magnesio y su importancia en el organismo, ella hacía los yogures en casa para controlar la leche, o consumía kefir, como tomamos hoy, aunque el suyo también era casero, menudo trajín, con su hongo a cuestas, que crecía como la mala hierba…
Qué orgullosa se sentiría de su nieta. Y yo qué nerviosa estoy con esta entrevista…, con todas las que he hecho en mi vida, me late el corazón a mil. La realidad es que es una entrevista muy rara, con mucha emoción, sin papeles ni un soporte para las preguntas o para el guion. Sencillamente porque no hay ni preguntas ni guion. ¡Cómo voy a llevarlo para hablar con mi hija! Me parecía ridículo. Como poco, antinatural.
Tanto que incluso prefiero que se presente ella misma, que defina quién es y qué hace, para no tener que hacerlo yo, que solo diría cosas bonitas de esas que dicen las madres: “Soy Cristina Barrous, técnico en nutrición, especializada en nutrición integrativa y me dedico a acompañar a mujeres que quieren mejorar su relación con el cuerpo, con la alimentación, ayudándolas a encontrarse bien consigo mismas, a empoderarse y a comer de una forma amable con su cuerpo, en coherencia con su momento vital”.
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Y no paras de formarte.
He hecho un máster en Psico Neuro Inmunología (PNI) que es una rama de la salud que estudia cómo unos sistemas impactan a otros. En el siglo XIX se desarrolló tanto la medicina, que por una necesidad puramente científica y para ayudar más al ser humano se separó por ramas, por sistemas…, el endocrino, el inmunitario, el digestivo...
De manera que tú tienes un dolor de tripa e igual empiezas yendo al especialista en digestivo y te dice pues no veo nada, vaya al ginecólogo y este… pues vaya al urólogo... Y la PNI lo que observa es cómo unos sistemas impactan a otros, teniendo siempre muy presente el origen, de dónde venimos, cómo funciona nuestro organismo. Se trata de ir al origen y resolverlo para que el problema no se repita. Son tratamientos mucho más integrativos, más profundos.
En Occidente esa visión integrativa no se ha empezado a aplicar hasta hace poco, a diferencia de Oriente.
Son culturas que entienden mucho más el cuerpo como un sistema único, de una forma más holística, y al ser humano, como parte de la naturaleza. No tratan de solucionar ese puntito, ese dolorcito, sino de entender el todo. La PNI se empieza a estudiar más a partir de los años 70.
Se hace un estudio en el que se coge a unas ratitas y se les suministra sacarina y al mismo tiempo inmunosupresores, les inyectan una sustancia para que su sistema inmunitario se deprima. Lo hacen dos días seguidos y el tercero les dan la sacarina, pero no los inmunosupresores, y sin embargo el sistema inmunitario se deprime igualmente. A raíz de esto se dieron cuenta de que nuestro organismo aprende por asociación.
Siempre decimos en PNI que las neuronas aprenden a disparar en paralelo y muchas veces asociadas a una emoción. Tienes el típico ejemplo de alguien que te dice “justo me empezaron los dolores de tripa cuando me estaba divorciando y, aunque fue hace mucho, los dolores continúan”. Probablemente haya que sanar lo que se produjo en ese momento y hacer una intervención también psicológica
¡Qué apasionante todo lo que tiene que ver con los cuidados! Claro que también me apasionaban tus principios de interiorista.
¿Cómo se explica eso de estudiar arquitectura de interiores y después dedicarse al mundo de la empresa, para llegar a interesarte no solo por la nutrición, sino por acompañar a las personas a aprender a comer mejor y a quererse a través de la comida?
Efectivamente, estudié interiorismo, y trabajé como interiorista, acabé después de un tiempo dirigiendo una agencia de publicidad y viví un colapso emocional, donde mi relación con la comida y con mi cuerpo era bastante tóxica, no me alimentaba con consciencia, no me quería, no quería cuidar mi cuerpo. Un cuerpo que no amas, un cuerpo que no quieres es un cuerpo que no alimentas bien.
Me di cuenta de que tenía una falta de autoestima muy grande y que no estaba siendo capaz de nutrirme bien. A partir de ahí empecé a estudiar nutrición y cuando adquirí los conocimientos más técnicos, estas son las kilocalorías, estos son los hidratos y bla bla, bla, fui consciente de que había una parte muy importante que me faltaba, que era la emocional.
Me formé entonces en coaching nutricional para poder hacer esta labor de acompañamiento y decidí terminar, de momento, la formación con esta mirada más integrativa, porque la nutrición es un paraguas que impacta en todos los sistemas.
Un día me dijiste que de alguna manera tus crisis o momentos de colapso los sanabas cocinando.
Sí, justo, se me olvidaba. Cuando empecé a tener esa especie de apoteosis mental, de no me encuentro bien, de no me cuido porque estoy metida en un trabajo de muchísimas horas… me recluí en la cocina, en mi cueva, donde empecé a cocinar y a cocinar. Y es verdad que siempre digo que de mi mala relación con la comida me sanó la propia comida.
Hacías unas tartas riquísimas que te animábamos a comercializar…
Eso llegará. Tengo hasta el nombre del negocio.
Empezaste a cocinar y a investigar sobre la cocina más sana.
Sí, es verdad que en los momentos en los que he querido parar mi vida o el cuerpo, parar a pensar, a reflexionar, a plantearme cosas, la cocina siempre ha sido mi herramienta como de mindfulness. Para mí es una meditación porque es un encuentro conmigo misma; de hecho, cuando llevo mucho tiempo sin cocinar, lo siento como un toque de atención, porque significa que no estoy reflexionando.
Mucho no se puede reflexionar con el ruido de la Thermomix.
A mí me encanta, es un momento especial de concentración. No me gustaría ofender a nadie, pero me parece como una misa... Yo cierro la puerta de la cocina, y mi marido y los niños saben que ahí no se entra. Mamá está… investigando, meditando…, conectando y disfrutando. Es mi momento.
Yo llevaba un año y medio en una empresa que contrató una coach para propiciar la felicidad en el trabajo. Estoy súper agradecida a esa compañía por lo bien que me trató y a esa coach porque me ayudó mucho a ver porquería que tenía muy guardada debajo de la alfombra y no quería sacar para no tener que gestionarla. Ahí empecé un camino de desarrollo personal de autoconocimiento: qué me faltaba, qué buscaba, qué me conectaba más conmigo.
¿No tuviste miedo cuando decidiste cortar con lo anterior para emprender esa nueva vida?
Muchísimo, y fuiste testigo. Tanto que uno de mis problemas, y en el fondo todavía estoy en el camino, era el miedo al juicio ajeno, a no satisfacer el gusto de todo el mundo. Y cuando empecé a dar estos pasos, recuerdo que tuve una conversación contigo y con Chema, mi marido, y os dije que necesitaba que no opinarais, porque me colapsa la cabeza cada vez que alguien a quien amo me da su opinión que no coincide con la mía.
Me cortocircuita y me hace dudar de mí misma. Y como tenía tanto miedo y quería seguir el camino que yo deseaba, fue como decir necesito cortar estos canales y simplemente recibir vuestro amor y confianza.
Lo recuerdo perfectamente. Y creo que es una fórmula que habría que aplicar en general en la vida para todos, y que no la aplicamos.
Me parece muy difícil encontrar el punto intermedio, porque es verdad que uno tiene que ser humilde para saber aceptar las opiniones ajenas y que no siempre estás en el camino adecuado. Pero también tienes que saber ponerte en valor como para asumir que, incluso aunque no estés en el camino adecuado, es el tuyo, en el que cometerás errores que te harán aprender. Pero eso a nivel de ego es jorobado.
Hay que gestionar muy bien cómo te impacta, cómo gestionas los mensajes que te llegan del exterior. Osea, si tú has tenido un trastorno de la conducta alimentaria, es muy importante trabajarte interiormente. Y al mismo tiempo también hay que saber poner cortafuegos y decir “oye, no sigo estas cuentas de Instagram”…, por ejemplo, que esto vale para la alimentación o para cualquier cosa. O cuando recibo un comentario que no me gusta...
Hace poco -y tú lo presenciaste- alguien me dijo que estaba demasiado delgada. Y respondí “Me incomoda mucho que habléis de mi cuerpo porque me duele”. Hay que saber poner esos cortafuegos y de la forma más asertiva decir “eso me hace daño”. Cuando nos sabemos proteger significa que nos hemos puesto en valor y entonces somos más capaces de aceptar opiniones ajenas.
Es importantísimo lo que estás diciendo. Por cierto, hablando de redes sociales… ¿Cómo empezaste a trabajar desde tu cuenta @Barrous con el tema de la alimentación consciente y cómo has evolucionando?
Todo empezó con directos en Instagram, que se llamaban “Cocinando sueños”. Me juntaba con personas a las que admiraba, que habían alcanzado un sueño o varios. Y hablábamos de ese sueño mientras cocinábamos la misma receta, una que yo había diseñado para ese encuentro.
Evidentemente, cuando creé el concepto, la primera persona en la que pensé fue en ti por dos razones: por el amor incondicional y porque poca gente iba a aceptar el reto con los escasos seguidores que tenía... Así empecé, cada domingo hacía un directo. Mientras, estudiaba nutrición. Lo que pasa es que yo no lo contaba porque tenía mucho miedo, hasta el punto de que hice un directo con Laura Baena de Malasmadres, Santa Laura.
Que la adoramos…
Que la amamos total y la admiramos brutalmente. Y Laura me dijo “bueno… y esto tuyo de la alimentación... qué tal”… Y yo me quedé en blanco porque no me sentía preparada para contarlo. Después de desayunar muchos cafés de impostora, decidí que ya no me tomaba más cafés de impostora y me empecé a creer lo que estaba haciendo.
Empecé con la cuenta pequeña, que sigue siéndolo, pero que ha ido creciendo, divulgando mucho, creando mucho contenido y apoyándome en personas que me ayudan con el marketing online y que han hecho que al final seamos una comunidad donde las mujeres aprenden a quererse y a alimentarse mejor y a sentirse mejor. Creé el plan Barrous, un programa de tres meses. Todo el mundo sabe que no tienen que comer hamburguesas todos los días, ni el desayuno del bar con el croissant y el café con leche y dos azucarillos. Pero tiramos, tiramos, tiramos.
Y yo mantengo que una buena alimentación se basa en tres cosas: una gestión emocional adecuada, hay un problemón de alimentación emocional muy grande, de comer por ansiedad, especialmente las mujeres…; conocimiento, porque cuando uno entiende la función de los nutrientes dentro de su cuerpo, decide cómo alimentarse de una forma más consciente; y en tercer lugar, la organización, porque la mayoría de la gente pone la excusa de que no tiene tiempo para cuidarse.
Es una mentira colectiva muy bien aprendida. Así que creé un programa de tres meses en el que ayudo a romper estas creencias y a aprender a alimentarse bien, ayudo con la parte de autoestima y emocional, con los conocimientos nutricionales y a organizarte para que en dos horas y media tengas la comida de la semana. Así ya no hay excusas.
Mi frase es “aliméntate como si tu cuerpo fuese el único que tienes para el resto de tu vida. Puedes intentar mejorar externamente, ¡perfecto!, pero tienes un sistema, y es uno para toda tu vida. Hay un problemón de salud a nivel mundial y sería interesante pensar más allá de la solución inmediata, pensar qué estoy haciendo en mi día a día olvidando que tengo el mismo vehículo para toda la vida.
Intento ser muy cauta en esto porque sabes que no me muevo bien en la rigidez, no me gusta, y defiendo los grises. Pero el cuerpo hay que cuidarlo. En cuanto al batch cooking, son bases que vas combinando a lo largo de la semana, para hacer tus platos. Siempre tiene que haber tres tipos de bases: proteínas, hidratos y verduras; muchas verduras cocinadas, uno o dos hidratos y una o dos proteínas. Los vas juntando a lo largo de la semana, mezclas, calientas y ya está.
También hay que acostumbrar al cuerpo a rutinas de cuidado.
Sí, esto me pasa mucho cuando alguien empieza un proceso conmigo y tenía unos hábitos muy desordenados y de pronto te dice a los quince días: “Noto que me he deshinchado y voy súper bien al baño”… y ese día va al cumpleaños de una amiga, se toma unos vinos, la tarta…, que todo eso está perfecto, que conste, pero al día siguiente me dice que algo le sentó mal.
No amiga, tú antes estabas así todos los días, lo que pasa es que no te dabas cuenta. Tu cuerpo ahora que ya conoce lo bueno, no quiere lo malo, no quiere esa sensación de indigestión, de pesadez.
¿Por qué trabajas básicamente con mujeres?
Por un lado, parto de una experiencia personal y me encuentro más cómoda comunicando a mujeres. En segundo lugar, nosotras a nivel hormonal tenemos muchísimos más cambios que los hombres. A lo largo del mes, cuando menstruamos, tenemos cuatro ciclos, o sea, cuatro cambios hormonales, y cuando pasamos a la menopausia, en perimenopausia, vivimos una revolución hormonal, con lo cual ya hay muchos cambios en comparación con el hombre.
Y el tercer punto es que socialmente estamos sometidas a muchísima más presión de apariencia, de control. De hecho, de todos los problemas digestivos que trabajo, el 95% es estreñimiento, relacionado con el miedo a perder el control, a retener, a no soltar.
Supongamos que hago una sesión de diagnóstico para empezar un plan Barrous y que te digo que creo que estoy gorda, y te pregunto qué debo hacer. ¿Qué contestas en esas ocasiones?
No me llegan ese tipo de personas en general, porque ya he mandado mensajes de divulgación de que esto no es una dieta express de tres semanas de pérdida de peso; lo que quiero es que una vez acabado el plan no me necesites más.
Hablabas antes de ansiedad.
Sí, me llega mucha ansiedad, muchas personas con antidepresivos. Por supuesto derivo muchas veces a psicología y en paralelo hacemos una parte de coaching nutricional.
Hay muchas mujeres que han tenido varios niños y que cuando estos cumplen 14 o 16 años se dan cuenta de que no se han cuidado y de que el cuerpo empieza a darles toques de atención serios. Y ahí buscan a alguien que no solo les diga lo que tienen que comer, sino que les ayude a quererse más, a cuidarse más, a reconectar con la comida, trabajándose desde dentro.
De los problemas que ves de malos hábitos, ¿cuáles son los más comunes?
Primero, la falta de ejercicio. Todo el mundo quiere hacerlo, y te dicen que caminan todos los días media hora, muy rápido, pero eso no vale. Una mujer, especialmente a partir de los 35, empieza a perder masa muscular y eso solo se ejercita con entrenamiento de fuerza. Caminar ayuda al corazón, al sistema linfático, al cerebro. Está muy bien. Pero hay que hacer ejercicios de fuerza.
Otro mal hábito es la falta de organización. Como llego a casa muy tarde, cansada, no tengo nada preparado, acabo tomando cualquier cosa, acabo picando mientras preparo la comida de los niños. Otro clásico error es comer muchas veces a lo largo del día. Para toda la parte digestiva, hormonal, incluso mental, es muy importante no estar todo el día comiendo.
En una sociedad como la española, donde todo se celebra con un vino, ¿el alcohol no es otro problema?
Me lo encuentro… Mucha gente que se toma dos vinos los fines de semana, hasta cinco copas a la semana. A ver, no es bueno. No es bueno beber vino, lo que ocurre es que el vino, la cerveza a veces suman más de lo que restan. ¡En ciertas circunstancias! Estás con los amigos celebrando y te tomas dos copas de vino, ese momento de compartir emocionalmente suma mucho más de lo que te resta a nivel de toxicidad, de carga hepática...
Hablabas de autoestima… Hablemos de mala conciencia, de culpa.
Sí, claro, tienes ansiedad, llegas a casa agotada o has tenido una bronca... Abres la nevera, coges unos trozos de queso, un poco de jamón y una cerveza y cuando te lo has tomado aparece la culpa que te genera más ansiedad. Y entonces vas a tomarte una galleta y un chocolate… y dices “mañana empiezo a comer mejor”, un clásico.
Tu objetivo no es que la gente pierda peso, pero la realidad es que con tu método se puede perder.
Si tu cuerpo necesita perder peso para estar más sano, lo vas a perder. Me llegan algunos casos de mujeres que están digamos en un peso más normativo, pero también con sobrepeso, con una inflamación muy grande (que es algo de lo que yo hablo mucho, de cómo los tejidos se inflaman cuando no hay unos buenos hábitos) y es verdad que van eliminando grasa, pero no es el objetivo; es la consecuencia. El objetivo puede ser quererse más o vivir de una forma más saludable.
Estás trabajando mucho el tema de la inflamación…
Tanto que he sacado un programa especial solo para inflamación que es la forma que tiene nuestro cuerpo de comunicarnos que algo no está funcionando. Puede inflamarse por un virus, una lesión, una alimentación deficiente, malos hábitos, por falta de descanso, estrés...
Siempre hablo de cuatro pilares de la salud (no es mío): alimentación, estrés, falta de ejercicio o falta de sueño. Cuando uno de ellos se desestabiliza, aparece la inflamación. En las mujeres se ve mucho y hay una parte hormonal. He creado un programa especial grupal solo para esto, así puedo ayudar a un mayor número.
¿Y todo esto lo transmites en casa? ¿Cómo lo vivís?
A ver, lo vivimos con paz. Las batallas hay que elegirlas. Es verdad que todos comemos fuera de casa, llevamos táper; los niños, en el comedor del colegio. Yo he tenido que hacer un ejercicio de soltar porque en el comedor, por lo menos los míos, no tienen la mejor alimentación.
Pero he tenido que elegir la salud mental por encima de que los niños tengan un plato perfectamente equilibrado. No les van a faltar nutrientes. Y también somos muy flexibles. Intentamos que haya felicidad más allá de un plato equilibrado. O sea, que si yo ayer he llegado de Suiza y he traído unos chocolates, pues se toma chocolate y ya está. Hay que cuidar la cabeza también, no solo el intestino.
¿Llegará un momento en que la educación nutricional se dará también en los colegios, igual que hay educación vial?
¿Sabes qué pasa?… Igual es un poco fuerte. Pero es que en general a nadie le beneficia que haya gente que se mate en la carretera, pero hay mucha gente beneficiada con la mala alimentación de los niños y los adultos. Yo por ejemplo estoy en el AMPA del cole.
El otro día me decían que a ver si podía ir a probar la comida. Y digo vale, pero ¿qué se puede cambiar?, ¿nada?… Pues para qué voy a ir, para frustrarme encima por lo que está comiendo mi hija todos los días. No, no voy.
Puedes dar charlas a los padres…
De hecho, lo haré el próximo mes de enero. Hay cosas que son fáciles y que incluso abaratan costes, como cambiar los yogures de frutas, de sabores, por naturales… pero hay padres y madres que te dicen que su niño o que su niña no se lo come ni en broma… Y entonces yo pienso que en su casa harán lo mismo para no pelearse.
Yo creo que más que desde las escuelas es desde las casas donde se puede cambiar el tipo de alimentación, con unos padres más conscientes y que eduquen en una alimentación más saludable.
También es cierto que la comida mala es demasiado barata y esto es un mensaje completamente opuesto al que se suele dar de que la comida de calidad es muy cara. No, la comida mala es muy barata; si una manzana me cuesta lo mismo que un paquete de galletas…
También hay cosas que son más rápidas de preparar…
Una manzana te cuesta el mismo tiempo prepararla que un paquete de galletas. Más que falta de tiempo, es de organización o falta de conocimiento. Otra cosa es que hablemos de bajos recursos económicos.
Bueno…, y que queremos comer fresas en enero…
Sí, es una ignorancia colectiva. La naturaleza le da a tu cuerpo los nutrientes que necesita en cada momento del año. Cuando en verano estamos hasta el moño de sandías y de melón es porque la naturaleza nos está hidratando.
¿Qué opinas del famoso ayuno intermitente?
El ayuno intermitente, que para quien no lo sepa, consiste en dejar una ventana de horas, normalmente, más de doce horas, entre la última ingesta del día y la primera del siguiente, aunque lo ideal es que sean dieciséis, y puede hacerse retirando el desayuno o, más saludable aún, la cena. Piensa que nuestro cuerpo está diseñado para comer en horas de luz y para descansar en las de oscuridad. Fin de la historia.
Lo que pasa es que, claro, es mucho más fácil quitarte el desayuno a nivel social que la cena. Con ese ayuno se produce un proceso que se llama autofagia, por el que cuando llevas más de dieciséis horas sin ingesta, hay unas partículas que se empiezan a comer la porquería y a desecharla.
Muchos estudios avalan que es una herramienta buenísima para desintoxicación, para mejorar las digestiones, el sistema inmunitario, para un mayor equilibrio hormonal. Es una herramienta maravillosa que no se recomienda en dos casos: en personas que han tenido un trastorno de la conducta alimentaria o con diabetes tipo uno, que es la genética.
Tú trabajas para intentar proporcionar momentos de felicidad a la gente. ¿A ti te produce felicidad?
Con la divulgación, he descubierto un modo de ser feliz y de vivir de una forma más consciente. Y ver los resultados es brutal. Me siento más en coherencia y más feliz.
Y entonces Barrous, mi hija Cris, me desarma preguntándome: "¿Te puedo dar un abrazo?"