No hace falta explicar que Olga Viza (Barcelona, 1958) es periodista. Lo que llama la atención es que, como los protagonistas de los eventos no se recuerdan a sí mismos como parte de la escena, en la descripción de sus recuerdos, los sucesos históricos están llenos de cámaras y micrófonos apuntándola de frente.
Para los demás, su rostro y su medio cuerpo pertenecen al paisaje televisivo tanto como las imágenes que ella presentó: Olga Viza es parte de nuestros recuerdos, sencillamente porque estaba ahí, dándoles paso, poniéndolos en palabras.
“Cuando me preguntan, suelo empezar por el momento de siempre”, responde, y se retrotrae a unos segundos de infarto tras los cuales millones de personas sencillamente la mirábamos, porque cantaban Freddie Mercury y Montserrat Caballé y volaba una flecha inflamada hasta un pebetero, y había banderas y vítores, y aunque en su recuerdo del suceso ella no está para sí misma, en el nuestro ineludiblemente aparece Olga Viza allí sentada, sonriente, junto a Matías Prats.
Tímidamente se aclara la voz, y dice las palabras “Buenas tardes, bienvenidos a los Juegos Olímpicos de Barcelona”. De repente, con su frase, España salía realmente de la Transición y se convertía en un país moderno: con sus comentarios, Miriam Blasco se convertía en la primera mujer española en conseguir una medalla de oro y Arantxa Sánchez Vicario sujetaba en alto el bronce.
Recuerdos icónicos
“Las primeras veces siempre son complicadas, y las segundas… más [sonríe]. La primera vez que haces radio es como cuando acabas de hacer una mudanza y no sabes lo que hay en los cajones, vas probando. En la televisión, si no tienes un punto de inconsciencia, te matas de miedo”, explica con una ironía.
“Cuando notas que la yugular se mueve, tienes que dejar de pensar, yo ese día [el de las Olimpiadas] me compré toda la inconsciencia del mundo”. La periodista explica que “de todos modos, cuando estás acompañando un proyecto durante años, cuando lo ves físicamente construirse, cuando has estado delante todo el tiempo y lo has vivido mucho, y has colaborado en lo que has podido, te pueden las ganas".
"Lo único que tienes que hacer es retenerte y dejar que eso vuele, hablar lo justo, saludar, y dejar que el suceso tome sus alas. Sabía que era un momento de enorme repercusión, pero no quise pensar en eso, solo quería que todo saliera bien y acompañar la ceremonia de la mejor manera”.
Otra escena mítica que recuerda perfectamente corresponde a cuando compartió con Cruyff “una hora muy singular en un plató de televisión”, en el formato Estadio 2, “un programa en el que empezábamos a las tres de la tarde, y podíamos acabar de madrugada, y en el que cabía todo".
"Por allí pasaron los más grandes, ese día que vino Johan, él vino a darnos ‘una clase de fútbol’. La gente le preguntaba cosas por teléfono y él contestaba. Recuerdo perfectamente una de las preguntas que le hice, porque no sabía nada de fútbol, que fue ‘¿cómo puedo distinguir a un buen jugador de uno malo?’".
"Y nunca se me olvidará que él me respondió: 'Tú fíjate en el que lleve el balón en los pies y mire al frente, el que no se esté mirando los pies' porque eso significa que esa persona está mirando no la bola, sino la estrategia, esos son los jugadores que crean el juego y eso aplica a muchos deportes”.
Es imposible para ella también olvidar el día “del famoso debate de Rajoy y Zapatero, porque sólo escenográficamente era ya muy impactante estar ahí sentados a solas los tres, con la tensión de una semana previa a las elecciones; tienes que hacer un esfuerzo enorme para concentrarte porque sabes que hay una atención muy gorda".
"Eran momentos únicos, del mismo modo que en esa época las cadenas de televisión eran sus informativos [ahora son sus series, las cosas cambian, explica], antes entrevistar a un político tan importante como un presidente del Gobierno era un gran acontecimiento, ahora ya no es tan así porque hay muchos medios de información”.
El dolor del terrorismo
Pero si algo ha marcado su memoria televisiva, confiesa, fue “cuando me enviaron a cubrir el 11S… plantarme en la zona cero, recién bajada del avión, y tener aquel impacto visual. O estar en la Casa Blanca, en la sala de prensa. Esas cosas me vienen aún a veces a la cabeza…".
"Había aterrizado de Londres y en el mismo aeropuerto me iba a Oviedo para cubrir los Premios Príncipe de Asturias [explica que lo hacía junto a la periodista María Escario]. Suena mi móvil y era la redacción, hice un pasillo y me fui a otro finger [conexión entre pasillos y aviones] y me dijo el subdirector de informativos: ‘María, te vas a Nueva York en cuanto se pueda’".
"Pensé que me estaban tomando el pelo. Y miré a mis compis y María Escario se puso seria y me dijo: ‘Mira las pantallas de tele del aeropuerto, esto va a ser verdad’. Claro, no pude volar porque el espacio aéreo estaba cerrado”.
“Cuando llegué con mi bolsa a la redacción —continúa—, Matías estaba con cara demudada y me encontré con las primeras imágenes de aquel terrible acontecimiento. Estuve con Matías hablando de este incidente tres días en sesión continua en directo, hasta que pude volar con un equipo de cámaras de Antena 3".
"Le pedí al comandante si al llegar podía pasar a cabina para ver el lugar desde arriba, era el primer vuelo en el que iban todos los neoyorquinos que se habían quedado atrapados en España. Recuerdo el silencio al empezar a atisbar la zona desde el avión”, explica.
“Luego aterrizamos en ese mismo silencio, cogimos el metro y nos bajamos en Fulton, cerca de la Zona Cero, y la estación estaba rebozada de marrón. Había un relevo de los bomberos que salían y entraban y la gente se escondía en los portales a llorar. Y se olía el atentado. No se me olvida. No se me olvidará nunca, es lo más fuerte que se puede vivir como periodista, un atentado de esas características”.
Las entrevistas
Acostumbrada a entrevistar a cientos de personas, explica que “cada entrevista es un mundo en sí mismo, depende del personaje que tengas delante. Cuando te sientas con alguien muy polémico, piensas: ‘A ver cómo me arrolla este carruaje’. Si es alguien muy brillante, te retiras un poco y ‘te lo bebes’; el problema es entrevistar a alguien que no tiene mucho interés, eso es lo más difícil".
"Con respecto a las preguntas ‘bomba’, como norma general yo intento establecer un diálogo en el que el personaje no esté todo el rato pensando ‘ahora me lo va a preguntar’, para que esté relajada o relajado, y podamos tener una buena conversación”.
“La clave de una buena entrevista es escuchar, como se dice siempre, pero realmente lo pienso”, añade. “En cuanto a la fase de preparación, yo antes me lo preparaba todo muchísimo y cuando me sentaba con el personaje y empezaba la entrevista, a veces lo que me contestaba me sabía a poco y me pasaba el rato picando piedra".
"Ahora he llegado a un momento en el que prefiero no hablar nada antes de la entrevista, que me sorprenda, documentarme mucho, pensar en qué asuntos podemos tratar, pero no escuchar todas sus opiniones de antemano: mañana mismo tengo una entrevista con una persona muy conocida en Radio Nacional y quiero esa persona me sorprenda”.
Un curriculum esforzado
“Nunca había imaginado vivir cosas así, nunca he pretendido nada concreto, todo ha ido sucediendo. He podido pensar ‘cielos como me gustaría estar en este sitio o entrevistando a esta persona’, pero nada más allá".
"Yo caí en Ciencias de la Información después de estudiar ciencias porque quería ser médico. Y no creo en las vocaciones únicas, a mí me han interesado siempre varias cosas. Cuando vi que no estaba capacitada para la química y que me pasaba la vida escribiendo textos e incluso pequeños periódicos que fabricaba como regalo para mis familiares, después del bachillerato científico caí en Periodismo porque me parecía algo extraordinario".
"La primera vez que me puse delante de una cámara fue con veinte años, pero apenas sabía lo que estaba haciendo y lo que más me preocupaba en ese momento era recordar el texto de memoria porque no había medios para leer en pantalla. Me hice mayor en público”.
Más aún, “empecé en Deportes de una forma casual. Era una época en la que las cosas eran más fáciles, fue una compañera de facultad que trabajaba en la tele la que me dio la pista de que buscaban gente. Y, al final, fíjate".
"Yo era muy fan de Felipe Mellizo que hacía un informativo en TVE2. ¡Era el menos galán, pero era magnífico! Su hijo es uno de los mejores guionistas de este país, y yo me enamoré de la información en la televisión por su padre”.
“Lo que sí tengo claro es que nunca he pretendido ser quien no soy”, explica, refiriéndose a que es mucho más fácil mostrarse en medios tal cual, que pretender ser otra cosa. “Claro que hay gente que imposta su voz y su personalidad, pero es difícil hacer una carrera siendo como no eres, porque en un plató de TV o delante de un micrófono de radio, tú te crees que vas vestida pero, no, se te ve todo. Tus defectos, virtudes, dudas, intentas disimular todo al máximo pero, mira, salir por la tele es una manera más de decirle cosas a la gente, y uno siempre en el fondo espera que lo que digas le interese a los demás”.
Mujeres en los medios
“Es fácil hablar de mujeres en mis inicios, porque en Madrid había dos y en Barcelona tres, hablo de la televisión, que era la multiúnica que había en España y las autonómicas”, continúa.
“Sin embargo, yo no tenía sensación de pionera ni nada de eso, lo que recuerdo es que nos gustaba muchísimo lo que hacíamos. Yo soy hija de jugador de baloncesto, para mí el deporte no era un ente extraño, era terreno conocido, no desde la información, sí el ambiente, que me encantaba”.
Señala a “Maricarmen Izquierdo, que abrió la puerta haciendo deportes en televisión en España, que fue como una hermana mayor para mí. En aquel momento Rosa María Garriga, Mercedes Milá, que yo ocupé su sitio en la redacción… En el año 78 eran ellas con las que yo compartía aquel privilegio. Ahora hay mujeres excelentes, y no digo nombres porque no quiero dejarme a ninguna”.
Históricamente recuerda a “los grandes popes de toda la vida, como Juan José Castillo, que era venerado en mundo del deporte; estaban Valdivieso y otra gente que no dejaron de enseñarme, porque en Deportes no llegas sabiéndolo todo y el señor Google no había nacido. Ellos eran mi Google. Luego, con el tiempo, Google éramos nosotros”.
Su día a día
Respecto a su época actual, resume que “para mí el periodismo es lo mismo que la vida. El cordón umbilical entre lo que pasa y la gente, es también el vigilante del poder. Es el instrumento que acerca al espectador al oyente al lector, a lo que le pueda interesar en su vida, y lo que le nutre de información para que cree su opinión".
" Evidentemente ha moldeado mi vida, porque si yo fuera médico, ahora mismo estaría en la calle protestando. Absolutamente, el periodismo y cualquier oficio o profesión hacen que tengas una vida u otra”. Para ella, “el ser periodista te mantiene con unas gafas distintas frente a las cosas: tienes que tener unas graduadas de lejos, otras de cerca, pasando muchas revisiones…”.
¿Cómo sería su vida de haber elegido otra profesión?
Me pide el cuerpo decir que hubiera perdido una visión general de la vida, porque los periodistas picoteamos en el buffet de la vida: de entrante un poquito de economía, el plato principal la política, ‘qué indigestión’ [sonríe], de postre otro tema… Pero no creo que haya profesión más bonita, hay otras que admiro especialmente, pero esta es preciosa.
¿Qué otras profesiones admira?
Una es curar y otra es enseñar, dos cosas muy importantes en la vida. Profesores, profesoras y médicos, que lamentablemente están inversamente retribuidas.
¿Qué opina de las enormes retribuciones en el deporte?
He crecido con la ley del mercado, pero siempre pienso, dentro de cincuenta o cien o doscientos años… ¿qué dirá la gente de cómo se trataba a los autónomos y de cuánto cobraban algunos deportistas?
El día a día nos nubla una visión lejana de algunas cosas que son muy injustas y nadie pone el hilo en la aguja: por lo que sea, por la razón que sea, es doloroso que médicos y profesores, los cuidadores de la cabeza y del cuerpo de una futura sociedad sana, no estén cuidados y felices.
¿Algo que cambiaría de su trayectoria?
Me haces forzar la memoria. Me he equivocado muchas veces y supongo que me equivocaré muchas más. Rectificar es un buen ejercicio, es saludable y es honesto.
¿Su última obsesión?
Me gusta mucho la novela negra, pero últimamente me he vuelto una friki de la ciencia. No tengo una mente científica pero desde que leí La ciencia de los campeones, en mi sección en la radio traigo una vez al mes a este catedrático de biología molecular, fíjate que él explica el listado de Nadal o el salto de Jordan desde el punto de vista de la ciencia, es una forma de ver deporte que no conozco, me parece fascinante y necesito que me la expliquen.