Inspirada en un caso real sobre todas aquellas mujeres que están obligadas a casarse con sus agresores. Matrimonio reparatorio vigente en Italia hasta el año 1981.
“Me habría gustado nacer hombre, como mi hermano. Cuando estábamos juntos dentro de la barriga de mi madre los dos éramos iguales pero crecimos distintos: yo con la camisola rosa y él con la celeste. Él puede callejear por el pueblo de día y de noche, hablar con hombres y mujeres de todas las edades. Darse un chapuzón en traje de baño. La mujer, como es frágil como un cántaro, puede romperse y quien lo rompe se lo queda”.
Desde pequeña te hacen sentir frágil para tener que protegernos, pero esa idea de protección corresponde al patriarcado y al paternalismo. Al machismo.
Olivia, la protagonista, vive bajo las reglas matriarcales sobre cómo debes sentarte, cómo debes comportarte en la mesa, ir a misa. Oliva respeta y cumple todas las normas y sin embargo es víctima de violencia.
Te enseñan a controlar tu cuerpo cuando en realidad no sabes cómo es. Todo es tabú. En casa de Oliva no hay espejos porque son el triunfo de la vanidad y la mujer no puede ser vanidosa.
Un padre silencioso que no se impone está cerca de su hija y procura darle todo cuanto necesita: “Quería cambiar este estereotipo de padre que manda en todo porque creo que en la sociedad, las madres educaban de forma diferente a las hijas y a los hijos. Ellas perpetuaban las leyes del patriarcado”.
“Para mí”, reflexiona la autora, “el feminismo no es la lucha de los hombres contra las mujeres”.
“Se les niega el derecho a estudiar porque para una mujer es inútil, no tienen acceso al trabajo. El Inem para las mujeres era encontrar un buen marido. Oliva no puede elegir porque ha perdido la virginidad de manera violenta y va a tener que casarse con su violador por esa ley de matrimonio reparatorio que existe en Italia hasta el año 1981”, relata Viola Ardone.
“Hay muchas mujeres que sufren violencia doméstica a manos de sus maridos, pero no lo denuncian. Y no lo hacen, no por el miedo, ni por el juicio de los demás, sino porque, en el fondo tienen un sentimiento de culpa”, cuenta: “Pensar que lo merecen porque han hecho algo malo. Justamente por esto es tan importante esa cadena de solidaridad femenina y sólo por el hecho de hablar con una persona puede que consigas salir de esa situación y evitar que, por desgracia, muchas veces acaben en la muerte”.
Cuando las mujeres se casaban eran más libres, sostiene, “pero tengo que decir que la mejor condición para las mujeres era cuando se quedaban viudas. Ya se habían casado y tenían apellido sin tener que depender ni de su padre ni de su marido”.
“Cuando todo el mundo te dice que tienes que casarte con tu violador necesitas un elemento que siembre, por lo menos, la duda de tener que acatar la ley. Gracias a la maestra que le hace entender que puede decir 'no' con herramientas como estudiar y leer. Aprender y ser capaz de sentirse emancipada”.
Cuando se enfrenta cara a cara con su violador en el juicio, ella se libera, ya no es una víctima y lo ve como es. Un hombre que ya no tiene ningún poder sobre su vida. Un hombre atractivo y rico que no comprende que no quiera casarse con él. Un hombre que no ha crecido y a quien Oliva ha podido decir: "No".
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