La activista española afrodescendiente Desirée Bela-Lobedde (Barcelona, 1978), prefiere poner el acento en el antirracismo que va tomando cuerpo en España.
Autora de Ser mujer negra en España (Ed. Plan B, 2018); Minorías (Ed. Plan B, 2021) y coautora de obras como Metamba Miago. Relatos y saberes de mujeres afroespañolas (Ed. United Minds, 2019) y Pecadoras capitales (Ed. Random Comics, 2020), entre otros muchos, Bela-Lobedde es una de las divulgadoras negras de España más reconocidas.
Hablar de discriminación racial, de racismo, en España genera muchas resistencias: "Cuando se plantea el debate comienzan a sonar nombres de otros países. Francia, Reino Unido, Italia, Portugal, Alemania... Y también, también lo son, pero no es ahí donde vamos a incidir". Parece mucho más constructivo hablar en positivo.
¿Alguna muestra reciente de ese avance social contra la discriminación racial?
El movimiento antirracista cada vez intenta tomar más espacio, no sólo en lo social, sino también en el espacio político. Hace poco el colectivo Regularización Ya consiguió finalmente las 500.000 firmas que se necesitaban para poner en marcha esta Iniciativa Legislativa Popular (ILP), que pide la regularización urgente y sin condiciones de las más de 500.000 personas extranjeras en situación irregular en España.
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Por su situación en España no pueden acceder a los servicios básicos más imprescindibles, como la sanidad pública, el derecho al padrón, etcétera. Estamos haciendo muchas cosas desde muchos lugares: a nivel político, poniendo en marcha todo este tipo de iniciativas, y a nivel de organizaciones, también se abren muchos espacios de discusión, de diálogo, de reflexión para explicar cuál es la situación del antirracismo y qué es lo que se necesita para que las personas blancas al final se puedan unir a este movimiento.
Muchas personas no creen que el antirracismo va con ellas.
Mucha gente todavía dice que no es su lucha, que no les corresponde. Sería como entender que el feminismo es solo cuestión de mujeres. Y no. Esto es una cuestión de toda la sociedad, porque las mujeres son las que se ven afectadas por un sistema que ejerce toda una serie de discriminaciones y opresiones. Pues aquí estamos hablando de lo mismo. Entonces, las personas que no somos blancas, las personas racializadas, nos vemos afectadas por una serie de opresiones y discriminaciones, pero es responsabilidad de toda la sociedad ponernos a trabajar para combatir todas estas desigualdades.
No tiene que ser fácil estar en medio de una conversación y tratar de hacer una pausa porque escuchas un comentario discriminatorio con alguien por su color de piel... ¿Cómo empezaste esta senda de la sensibilización?
Pues no lo sé... [mira hacia un lado, luego hacia arriba y se ríe]. No sé quién me mandó mí, quién... ¿Y sabes por qué no es fácil? Porque desafortunadamente la comprensión del racismo está todavía muy ligada a cuestiones morales. La gente cree que sólo es racista quien es mala persona. ¿Por qué? Pues porque se nos enseña que racismo es lo más grave. Las agresiones físicas y verbales son muy fácilmente reconocibles, pero son sólo la punta del iceberg.
Sería como asumir que el acoso callejero, los feminicidios y poco más son machismo, y no hay nada más que eso, pero sabemos que hay mucho más. Hay toda una serie de conductas que refuerzan eso y que permiten que algunos individuos, puntualmente, lleguen a la punta del iceberg, a los casos más graves.
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Sabemos que hay todo un sistema que perjudica a las mujeres por el simple hecho de ser mujeres. La brecha salarial, el techo de cristal, la feminización de la pobreza, y demás. Pues con el racismo pasa exactamente lo mismo, pero lo tenemos mucho menos identificado. Y, por tanto, tenemos unas correlaciones muy sencillas que dicen que racismo es insultar, agredir, es el Ku Klux Klan, son los skinhead neonazis.
Gente muy mala... "Y como yo no soy así, porque yo soy buena persona, entonces no soy racista", que dicen algunas personas. Pero es que el racismo no tiene nada que ver con la moralidad, o no. Cuando le dices a una persona que lo ha dicho es racista, lo que entiende es que le estás tachando de mala persona. Y se pone a la defensiva: "¿Cómo voy a ser yo mala persona?". Y te saca la lista de cosas que, a su juicio, justifican que no es racista: "Si mi cuñado es marroquí, mi compañera de trabajo es negra, si tengo un niño apadrinado en la Vicente Ferrer; si pago mi cuota en Open Arms...". Pero esto, en realidad, no justifica absolutamente nada.
No es una cuestión de ser buena o mala persona...
No, y hasta que la gente no entienda que no se trata de eso, sino que es una cuestión de cómo se nos ha educado va a ser muy difícil que nos abramos al antirracismo... Es algo grave que viene arrastrándose desde hace mucho tiempo. Hasta que no entendamos eso, va a ser muy difícil que la gente esté abierta a educarse en el antirracismo.
En tus libros te centras en el afrofeminismo y antirracismo. ¿Hubo un momento en el que te diste cuenta de que esa combinación podía ser, digamos, revolucionaria?
Me cuesta mucho responder a ese tipo de preguntas porque no hay un momento concreto, sino que es un camino que fui recorriendo y que forma parte de la evolución de la mayoría de las mujeres negras, que nos damos cuenta de que los feminismos negros o el afrofeminismo es lo que nos representa a nosotras. No hay un momento exacto para esa apertura de conciencia, ha sido a fuerza de ir aprendiendo, de ir formándote, de ir leyendo, de ir escuchando.
Y no sólo a las grandes referentes históricas, como bell hooks, Audre Lorde, Kimberly Crenshaw, Angela Davis. También escuchando a otras compañeras que aquí, en nuestro territorio, están haciendo un trabajo súper importante como Esther Mayoko Ortega, Basha Changue, Silvia Albert y muchas otras más. Ahí es cuando vas viendo que el pensamiento afrofeminista es donde sientes que encajas a la perfección.
¿Cómo describirías tu método de educación antirracista? ¿Cómo se hace para deconstruir tantos estereotipos de las personas racializadas?
Es complicado, porque, claro, todo lo que pensamos sobre las personas negras, aunque pasa lo mismo con las personas asiáticas, las personas gitanas, las personas arabo-musulmanas, etc., lo vamos aprendiendo en nuestro proceso de socialización. Conforme se nos va educando vamos adquiriendo todos esos prejuicios: a través del sistema educativo, la familia, los medios de comunicación, el gobierno y el resto de instituciones los van inculcando, sin que seamos conscientes.
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Entonces, plantearse desaprender todas esas cuestiones pone en cuestión aprendizajes que están muy arraigados. En ese momento la gente siente que todo su sistema de creencias, o una parte importante de él, se desestabiliza y eso es duro. Es difícil de hacer y es muy complicado de aceptar que parte de las cosas que has aprendido están sesgadas. Hay un sesgo que hace que, de forma inconsciente, pensemos que las personas originarias de territorios del sur global son menos válidas.
¿Algún ejemplo de esto que cuentas?
Pues hace unos diez años se estrenó una película documental que se titula Manzanas, pollos y quimeras (2013), dirigida por Inés París, que sigue la historia de varias mujeres africanas o afrodescendientes que viven en España. Hay una parte del documental que no vio la luz, pero cuando iba a estrenarse, el equipo salió a la calle a hacer preguntas a la gente. Las preguntas que hacían eran: "¿Conoces personalmente o tienes trato con alguna mujer africana? ¿Qué nivel educativo y de formación consideras que tienen la mayoría de mujeres africanas? ¿Consideras que España es un país racista?".
A la primera pregunta de si conocían a mujeres africanas, la mayoría de personas dijo que no o que no tenían mucho trato con mujeres africanas. Y pese a ello, a la segunda pregunta, de cuál creían que era en general su nivel educativo, dijeron que era un nivel de analfabetismo o de lectoescritura básico. Y a pesar de no conocer a mujeres africanas personalmente, y de pensar que la mayoría de mujeres africanas son analfabetas, a la tercera pregunta de considerar si España es o no un país racista, la mayoría respondieron que no, que España no es un país racista. Entonces, la tercera pregunta contradice las dos respuestas anteriores.
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Y tendríamos que preguntarnos por qué, que es un ejercicio que hacemos muy poco las personas blancas. ¿Por qué no tienen relación con personas africanas? Y si no conoces a personas africanas, ¿cómo puedes decir que la mayoría de mujeres africanas tiene un nivel educativo de analfabetismo o de lectoescritura básico? Todo eso son prejuicios que hemos aprendido y que hemos interiorizado. ¿Y cómo te deshaces de eso? Es muy complicado y es muy difícil. Hay gente que no está dispuesta a hacerlo.
En tu página personal dispones una newsletter para compartir reflexiones en clave interseccional y sugieres a tus lectores que utilicen papel y bolígrafo... Para que traten de repensar y sacarle una mirada más crítica. ¿Cuáles son las últimas que has compartido?
Como estamos en marzo hemos hablado de referentes feministas negras y también estuve hablando en febrero sobre el Mes de la Historia Negra. Lo que hago muchas veces es compartir reflexiones sobre alguna pregunta que me hace alguien por redes sociales, o me explican algo que les ha pasado: "... El otro día estaba en este espacio, alguien dijo esto y yo no supe cómo responder o reaccionar... ¿Cómo habría resuelto eso?". A veces también recibo algún comentario en redes de una persona que no tiene educación antirracista y pretende desmontar un argumento que yo doy: esto lo explico también en el boletín. En vez de dar una respuesta únicamente a esa persona, me lo llevo al boletín y comento porque siento que pasan bastante estas cosas y a partir de ahí invito a la gente a usar papel y boli, pensar y escribir desde otra perspectiva.
Entiendo que el antirracismo está tomando cuerpo en España y que es un proceso que, eventualmente, ¿permitiría hablar de racismo con calma?
Es verdad que ahora hay más contenido del movimiento antirracista en España, en el que hay gente trabajando desde hace décadas. Lo que pasa es que ahora, con las redes sociales, hay una mayor difusión. Hay también mucha gente joven que se abre cuenta en Twitter o Instagram y empieza a compartir todo ese mensaje relacionado con el antirracismo, con lo cual llega a más gente. Pero eso no significa que haya conversaciones.
Yo, personalmente, considero que las redes sociales no son un espacio para debatir. En redes sociales puedes ver y aprender y leer, pero en cuanto hay un contenido en el que se habla sobre racismo en Europa, y específicamente en España, los comentarios se llenan de un nivel de odio y de rechazo y de negación brutales. Con lo cual, se demuestra que la gente no está abierta a tener estas conversaciones o, por lo menos, no en redes sociales.
En cambio, la semana pasada organicé en Barcelona dos encuentros presenciales en los días 7 y 8 de marzo para hablar sobre interseccionalidad y con Safia El Aaddam y con Iki Yos Piña Narváez hablando sobre otros feminismos. La sala se llenó los dos días. Con lo cual, eso demuestra que hay gente que sí que está interesada en tener estas conversaciones. Hay personas que están sensibilizadas y, sabiendo que las redes no son el espacio, pues de las redes sociales pasan a mi boletín y desde mi boletín recomiendo también otras cuentas, otras actividades, que permiten a la gente seguir aprendiendo.
Cada vez hay más gente que va esos espacios en los que se puede mantener una conversación.
Porque son lugares que no son de confrontación, sino de comprensión y de una voluntad de escuchar para aprender y para poder conseguir esa mirada mucho más crítica y cuestionar si lo que nos han enseñado y lo que hemos aprendido está sesgado o no. Y si está sesgado, que lo está, qué es lo que no estamos aprendiendo.
A lo mejor no están en el mismo punto de aprendizaje en lo que a educación antirracista se refiere, pero tienen ganas de participar en otro tipo de conversaciones que nos ayudan a aprender y a crecer, a evolucionar y a deconstruirnos. Por eso no podemos quedarnos en las redes sociales, hay que ir un paso más allá y hay que buscar estos espacios. A veces serán gratuitos y a veces son de pago porque para formarse hay que invertir de la misma forma que invertimos en formaciones relacionadas con otros ámbitos. No va a ser siempre una labor gratis por parte de las personas racializadas
En uno de los primeros espacios de socialización, las escuelas, los institutos, se suelen reproducir varias formas de discriminación racial. Algunos titulares han dado cuenta de ello.
No todos los centros educativos, efectivamente, porque hay algunos que lo hacen muy bien. Pero hay muchos que no. Y en esos centros se cree que la diversidad, per se, garantiza cosas. "No, aquí no hay racismo porque tenemos a niños de todas partes". Y la diversidad, per se, no justifica nada. Es más, la diversidad genera conflicto. Ahora, el tema es en que entendamos el conflicto no necesariamente como algo negativo, sino como algo que hay que gestionar. Evidentemente, hay muchos colegios, escuelas e institutos que están anclados en la multiculturalidad y en la diversidad.
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Y no: para prevenir todas estas cuestiones hay que ser activamente antirracista y hay que formarse en antirracismo, porque si no, luego pasan desgracias como las que vienen ocurriendo últimamente. Si no se ha detectado la discriminación racial porque no hay una formación antirracista que lo permita, cuando llega un chavalito o una chavalita y se suicida, y resulta que en la carta que le deja a la familia dice que es por los ataques racistas que recibía en el colegio, todo el mundo se lleva las manos a la cabeza.
Una de las reivindicaciones del movimiento antirracista es la elaboración de un censo de las personas negras, africanas y afrodescendientes en España. ¿Qué cambiaría esto?
El tema del censo es un problemón porque no existe esa voluntad. Era, al inicio, una de las propuestas de la Dirección General para la Igualdad de Trato y Diversidad Étnico Racial y no sabemos en qué ha quedado. Pero sí que es necesario hacer un censo para un montonazo de cosas. Porque en el momento en el que la Constitución no permite no hacer este tipo de censos, se puede ver cómo determinadas cuestiones y políticas afectan a las personas africanas que tienen otras nacionalidades.
Pero yo, que soy española y que soy negra: ¿Cómo puedo comunicar o hacer saber que determinadas políticas son discriminatorias para conmigo o hacia mí no? Si no hay un censo que lo permita y yo paso como española, siendo española y siendo una mujer negra. Ahí hay unas cuestiones de discriminación que no se tienen en cuenta, que no se visibilizan.
Y apenas se reconocen personas negras que son referentes.
En eso los medios de comunicación y la industria cinematográfica y audiovisual tienen mucha responsabilidad. En el momento en el que los medios de comunicación únicamente hablan de personas racializadas relacionándolas con la criminalidad, con situaciones de vulnerabilidad, etcétera, se sigue reforzando ese imaginario estereotipado. Y cuando se hablan positivo es para señalar "la primera persona negra que...", y siempre estamos con la excepción. Si no superamos esto no avanzamos. Ocurre lo mismo con la televisión y el cine.
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Seguimos encajando a las personas negras o de otros orígenes en los mismos papeles de prostituta, de un trabajador agrario, de una trabajadora del hogar, y demás, y no vemos a maestros negros, banqueros e indios con su turbante, mujeres y hiyabis atendiendo una farmacia, por ejemplo, cuando esa es la realidad de España. Si la ficción no la muestra y sigue encajonada en el mismo discurso, seguimos perpetuando lo mismo.
¿Tu próximo libro?
Sale el 30 de marzo: Ponte a punto para el antirracismo. Es una especie de guía para todas aquellas personas que todavía no se han acercado al discurso antirracista y que pueden empezar a conocer. Hay muchísimo, evidentemente, y he hecho una selección de cuestiones que considero que son importantes para empezar el camino de la educación antirracista.