De pequeña la mesa provocaba en mí una atracción especial. Era un lugar en el que los mayores pasaban momentos especiales y cuya preparación preocupaba en casa; un lugar, por cierto, que a mí me estaba vetado.
['El bullying es cosa de todos', el libro que conciencia sobre la gravedad del acoso escolar]
Todo ello hacía que mi curiosidad e interés creciesen día a día. Cuando adquirí, por mi edad, un puesto en la mesa, descubrí un universo nuevo, lleno de magia e ilusión, a la vez que pude comprobar el valor de todos los adornos y elementos que la componían.
Muy pronto comencé a interesarme por todo ello y a querer ayudar o, más bien, a dirigir diferentes montajes para las fiestas familiares que convocaban a tíos y primos alrededor de la mesa.
Así me fui aficionando, con el paso del tiempo, a discurrir nuevas formas de situar los objetos que se utilizaban con más frecuencia, a buscar en el jardín diferentes flores o ramas de verde y a encontrar la mejor manera de componer un conjunto.
Después, cuando me casé, tuve la suerte de que mi marido padecía el mismo mal que yo: era también un gran apasionado del arte de la mesa. Así, en estos treinta años hemos realizado infinidad de composiciones, no solo para fiestas con invitados, sino también en nuestra vida cotidiana o para amigos, adaptándonos a las formas de vivir de los países en los que hemos estado y aprendiendo nuevas maneras de todos ellos.
Poco a poco, los invitados nos insistían en que sería muy atractivo un libro que reuniera todos nuestros montajes y, aunque no pensábamos en ello, íbamos haciendo un archivo fotográfico con varios cientos de mesas diseñadas y montadas para fines diversos.
Disfrutar, compartir con los amigos o ayudarles a organizar sus mesas ha sido una constante para nosotros que nos ha dado muchas satisfacciones. Este libro, escrito en colaboración con mi marido, Javier Bahamonde, no pretende dar lecciones sobre la mesa, sino ofrecer ejemplos tan variados como variado es el mundo de la mesa.
Con un poco de experiencia, resulta muy sencillo montar una mesa para dos. Íntima, sugerente y bien emplazada, como explotar al máximo las posibilidades de un pequeño jardín y ubicar en él a trescientos comensales, o distribuir mesas en diferentes ámbitos de una casa a través de un hilo conductor, destacando siempre el valor de lo personal y acogedor que resulta cualquier celebración en el hogar.
También me gustaría señalar que, aunque contar con piezas de categoría, da un toque muy especial y ayuda, no es una cuestión imprescindible para conseguir mesas espectaculares. Con sencillas vajillas o cristalerías corrientes, es decir, con elementos muy básicos, si se juegan bien las bazas, se puede conseguir un gran éxito. Casi siempre el resultado depende más de la estructura, la proporción y la inventiva que del valor del servicio de mesa.
La realización de este libro ha sido una experiencia apasionante, pues las imágenes que presentan mesas de todo tipo están acompañadas de textos de catalogación, fruto de un profundo estudio, de importantes piezas de mesa que se combinan con toda naturalidad con otras muy asequibles y de producción contemporánea.
Estos textos pretenden contar cómo se han creado las casi cincuenta mesas que aparecen rodeadas de anécdotas y curiosidades sobre su evolución a lo largo del tiempo.
Como aficionada al mundo operístico me sentí muy atraída por el efecto teatral de la mesa, no solo por su decoración, sino por el montaje de todo el espacio que la circunda. El haber recibido, en muchas ocasiones, felicitaciones de grandes directores de escena, artistas o literatos fue un importante acicate: cada una de ellas me ofrecía una posibilidad diferente de ver la mesa.
De esta mirada, plural y compleja, nació una facilidad para crear estructuras nuevas que me ha ayudado a disponer objetos que no fueron pensados para estar en una mesa o para hacer atrevidas mezclas de color que resultaron un éxito.
Este arte, l’art de la table, ofrece unas posibilidades expresivas y plásticas extraordinarias y es capaz de llenar la capacidad creativa del que se acerque a él, eso sí, con paciencia y amor y, por qué no decirlo, con un poco de estudio estético e histórico.
Es un mundo variado y diferente que admite combinaciones impensables y al que hay que aproximarse con cariño y pensando en los que van a disfrutar de tus creaciones. Por eso nació este libro, Pasión por la mesa.
Una arquitectura efímera, por la insistencia de muchos amigos; por el apoyo de Vittoria Alliata, principessa di Villafranca e Valguarnera, de Almudena de Arteaga, duquesa del Infantado, y de la princesa Béatrice d’Orléans, tres mujeres únicas que crearon tres textos maravillosos para acompañar esta obra; por el flechazo con un editor extraordinario como es Turner y por la ilusión de compartir con vosotras una parte de mi vida.
Os animo a pasar un buen rato y a descubrir los muchos secretos que esconden las páginas de este libro