Una idea alargada: la posibilidad de este museo se remonta ni más ni menos que al gobierno de Manuel Azaña en la II República.
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Tras varios intentos históricos, el proyecto de seleccionar, reunir y exhibir lo mejor de las colecciones de los reyes españoles se retomó a finales del siglo XX y se adjudicó finalmente en 2002 a los arquitectos Mansilla y Tuñón.
A partir de ahí, la obra se realizó en varias fases, hasta que el edificio se terminó en 2015 y se diseñó todo un nuevo eje peatonal para poner la zona ‘real’ en conexión con San Francisco el Grande, la Plaza de España y el Templo de Debod. Cuarenta mil metros cuadrados en siete pisos y tres naves diáfanas reciben y sorprenden ahora al visitante que recorre este paseo, único en Europa.
“Emilio Tuñón”, explica a magasIN la presidenta de Patrimonio, “me decía el otro día, y me parece una cosa curiosa, que Madrid se desarrolla en tangentes respecto a este lugar. Frente a otras ciudades, en las que el centro va creciendo en círculos concéntricos. Este desarrollo tangencial habla de la importancia de esta cornisa para Madrid. Se puede ver desde aquí [señala al ventanal] el desnivel. Alguien lo calificó el otro día de “rascacielos invertido’”.
Licenciada en Ciencias Económicas y Empresariales por la Autónoma, De la Cueva ha desarrollado su carrera en el Ministerio de Asuntos Económicos, donde ingresó por oposición en 1991.
Tras servir como Secretaria de Estado de Economía y Apoyo a la Empresa hasta mayo de 2021, fue elegida para este puesto. “Puse toda mi energía en ponerlo en marcha y he contado con un equipo extraordinario”, explica. “Es un proyecto transformador, que tiene que ser dinamizador de una institución tan compleja como Patrimonio Nacional. Nos permite enseñar las cosas de otra manera, contar el conjunto de lo que somos como institución, explicar con orgullo. Este país en el que vivimos, este patrimonio que tenemos”.
Un recorrido por la muestra
La exposición comienza y termina, de hecho, con retratos de dos grandes mujeres de la historia de España. Una mirada cansada de una reina, Isabel la Católica. Y una mirada serena de otra, Victoria Eugenia de Battenberg con mantilla. “Es bellísima. Y me encanta esa visión”, explica De la Cueva. “Todo el recorrido es cronológico, eso permite ver mejor, para cada monarca, qué coleccionaba y cuáles eran sus gustos y cómo ha cambiado eso a lo largo de la historia. Se trata de un análisis que pocas veces se puede hacer para un museo”.
Como una fiesta de la diversidad del patrimonio Nacional “en todos los sentidos. Nada más entrar, en el frontispicio, se puede leer una lista de todos los Reales Sitios y entender la gran diversidad de esta institución: desde el Palacio Real de Madrid al bosque de la Herrería o la Casa del Labrador… Y se trata de un patrimonio gestionado por una única institución, que es de todos. Hay que insistir en contarlo: frente a lo que pasa en otras monarquías, el hecho de que aquí se decidiera que este patrimonio gestione un organismo público y que sea de todos, y lo cuidemos entre todos, es de los mensajes en los que, en este momento, conviene insistir”.
Sus piezas favoritas
El museo expondrá unas 650 piezas seleccionadas de entre un total de 170.000. “Un tercio de las piezas van a rotar, porque tenemos tal cantidad de posibilidades, que podemos irlas cambiando. Ya se está estudiando cuáles serán las nuevas piezas, teniendo en cuenta también cuáles se integrarán mejor en la museografía”.
Algunas de las que la presidenta de Patrimonio resalta son:
El arcángel San Miguel venciendo al demonio (1692, obra de Luisa Roldán La Roldana), una de las grandes piezas de la escultura religiosa de las colecciones españolas. “Es de una modernidad increíble, y tiene un movimiento sorprendente, es un ejemplo del ejercicio que supone romper lo preestablecido, al tratarse de la primera mujer escultora de cámara de Carlos II, al haber firmado la obra… su vida es algo digno de estudiar, y demuestra cómo las mujeres con determinación han conseguido históricamente hacer grandes cosas”.
El Caballo blanco (Velázquez, 1634-1639), que “está ubicado en un sitio que, desde el punto de vista de la museografía, destaca especialmente. Cuando vas descubriendo el recorrido, en los Austrias ves al principio un espacio más compartimentado y al final resalta esta pieza por su iluminación, es de las piezas representa por su forma de ser exhibida lo que es un museo del siglo XXI. El caballo tiene luz propia”.
La Cómoda de Carlos III (1764-1774, original de Mattia Gasparini, José Canops y Antonio Vendeti), una cómoda realizada con maderas finas y ébanos imitando el lavado oriental, que “estuvo en el despacho principal del rey ilustrado” y fue recuperada en una subasta de Christie’s Nueva York.
Los relojes. “Personalmente me encantan, pero es importante que se cuente que eran mucho más que relojes, eran máquinas de precisión de cada época: los hay que miden el calendario de las mareas, los signos del zodíaco, y eso significaba coleccionar la alta tecnología de la época. Algunos son increíbles, como las mesas y sus decoraciones”.
El futuro del pasado
El museo se inaugura en el momento del auge de lo virtual, sin embargo, los objetos son ‘reales’, en todos los sentidos.
Por muchos videos e imágenes que veamos de estos objetos, lo cierto es que la realidad de la visita es incomparable, porque tiene mucho que ver con la dimensión, con los espacios, con la luz y con el color. Al final, se superpone la creatividad y la tecnología. Esto pone en valor también la alta artesanía española, de una larga tradición.
Han decidido inaugurar con una exposición temporal, 'En movimiento', sobre carruajes.
Tenemos la mejor colección del mundo, junto con la de Lisboa. Ha sido posible por la colaboración entre instituciones y tengo que resaltar que hemos venido trabajando con La Comunidad de Madrid, con el Ayuntamiento, con Museo Del Prado… Venir a un edificio del siglo XXI ha constituido un avance, y ahora podemos tener tecnología con audiovisuales increíbles. Es una punta de lanza de la institución.
¿Es un proyecto que ha sido posible por el liderazgo femenino?
Yo creo que las mujeres tenemos una manera distinta en general de aproximar las cosas. Quizá más colaboradora, más integradora y que enfoca las cosas con un espíritu práctico. En un proyecto como este el tener a una mujer como gerente de patrimonio nacional al frente ha hecho posible que avancemos. Y es importante porque también supone visibilizar a las muchísimas mujeres que hay en esta institución y en este ámbito. Pasa como en otros ámbitos, el sanitario por ejemplo, en el que hay muchísimas pero no las había en puestos de responsabilidad. Para que las instituciones funcionen bien tiene que haber perfiles diversos.
¿Cuál sería el futuro que usted soñaría para esta nueva propuesta?
Tiene que ser un sitio de referencia y tiene que construir en Madrid otro eje de visitantes, sin duda.
¿A cuál se refiere?
Cuando uno se imagina en Madrid a un turista mirando un plano de la ciudad, lo piensa mirando quizá el eje Prado-Recoletos, por ejemplo, que antes no tenía nombre, en el que hay varias cosas importantes que visitar.
Este nuevo eje, yo tendría la ambición de que tuviera una denominación y que pudiéramos trabajar conjuntamente con el Ayuntamiento y la Comunidad para que un eje oeste se pueda comercializar de igual manera.
No hay ninguna ciudad europea que tenga un recorrido peatonal desde el río (Madrid Río) al palacio… Hablo de Plaza de España, el Templo de Debod, el Monasterio de la Encarnación, el Teatro Real, este museo, las Descalzas, San Francisco el grande… el eje cultural que constituirá, independientemente de quién gestione cada lugar, tendremos que ser capaces de comunicarlo bien porque va a ser un sitio de referencia internacionalmente.
Los estudios dicen que la apertura de esta Galería va a aumentar una noche la pernoctación en Madrid.