La exjueza afgana Gulalai Hotak.

La exjueza afgana Gulalai Hotak. Cedida

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Gulalai Hotak, exjueza afgana: “Los talibanes prohíben a las mujeres estudiar, pero se casan con las que lo hacen”

Lo ha perdido todo. Trabajo, estatus y país. Ahora debe empezar de nuevo y seguir luchando por las mujeres en Afganistán.

4 octubre, 2023 02:02

Gulalai Hotak (Kabul, 1982) era jueza en Afganistán, la primera mujer que presidía un tribunal militar. Antes de que los talibanes tomaran Kabul, el 15 de agosto de 2020, consiguió huir con su madre, su hermano, cuñada y sobrinos. Estuvieron en Turquía seis meses en un limbo, hasta que la Asociación de Mujeres Juezas de España regularizó los papeles para traerla como exiliada política.

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Actualmente, las mujeres en Afganistán no pueden estudiar, ni trabajar, ni hacer deporte, ni ir al parque… Si salen de casa, más allá del mercado próximo, han de ir acompañadas del tutor, sea este padre, hermano o marido. Apenas se relacionan con otras personas. Sus casas se han convertido en prisiones en las que muchas veces sufren violencia y abusos. 

A ello se suma el drama del exilio, de perderlo todo y tener que volver a empezar. Gulalai lleva un año y 8 meses en España. Hace manualidades y las vende. Le gustaría en un futuro, cuando aprenda bien el español, si no ser jueza porque la convalidación es compleja, al menos poder trabajar en el sistema judicial.

Entiende bastante español, pero hablarlo, como siempre que se aprende un idioma, es más difícil. De intérprete hace Shohreh Rezai, una mujer iraní muy especial que entrevisté recientemente. Ellas hablan en farsi. La única palabra que logro comprender es Sefarad.

En Afganistán, el tiempo se ha detenido para las mujeres.

Actualmente, las mujeres y las niñas en Afganistán no tienen futuro. Han perdido todos sus derechos. Sólo les está permitido hacer labores domésticas y costura.  

Desde hace 2 años, los talibanes han dictado más de 50 normas relacionadas con las mujeres. Es inconcebible. Las propias mujeres afganas y diferentes organizaciones de derechos humanos están luchando, pero la situación es crítica. 

Afganistán es el único país del mundo que prohíbe a niñas y mujeres estudiar. 

Mi sobrina se pasa el día llorando. Tenía la esperanza de que los talibanes la dejaran estudiar más allá de los 12 años. Pero ya no puede ir al colegio. No puede salir de casa. Mi hermana tiene una carrera. No puede trabajar. Toda la familia sufre. 

Gulalai Hotak

Gulalai Hotak

En la actual sociedad afgana, la mujer sólo sirve para tener relaciones sexuales y parir hijos. Los talibanes dicen que las mujeres solo pueden ser reconocidas por una doctora, pero si no pueden estudiar, ¿de dónde van a salir las doctoras? Están llenos de contradicciones. Si no permiten que una mujer enferma acuda a un doctor, esta morirá.

El 80% de los suicidios en Afganistán son de mujeres. 

Lamentablemente es así. Casi la mitad de la población afgana son mujeres y niñas, y todas están deprimidas. Además, hay una crisis humanitaria y sufren de malnutrición. Los hombres y niños comen antes que ellas. En la ciudad se conoce mejor la situación. De las zonas rurales se sabe muy poco. 

A pesar de la crisis humanitaria, la ayuda internacional está congelada desde diciembre de 2022, cuando los talibanes prohibieron a las mujeres trabajar en las ONGs. 

Cada mes, la comunidad internacional dona 40 millones de dólares a los talibanes. No hay ninguna transparencia en cómo se distribuye. 

¿Siguen las mujeres saliendo a protestar contra las imposiciones de los talibanes? 

Es muy difícil. La represión ha sido brutal. Son hostigadas, golpeadas y detenidas, a veces con sus maridos o alguno de sus hijos. Hace tres semanas, querían juntarse unas 20 o 30 para protestar, pero los talibanes las detuvieron antes. 

¿También protestan los hombres o sólo las mujeres?

Están muy amenazados. Algunos dan el permiso para que protesten su mujer o su hermana. Más de la mitad de los afganos están en contra de los talibanes y no todos los pastunes son talibanes. En Panshir, hay una resistencia militar. 

¿Quiénes son estos combatientes talibanes? 

La mayoría tiene menos de 25 años y han estudiado en Pakistán en colegios religiosos muy fanáticos, sólo con hombres sin ningún contacto con mujeres. Para ellos las mujeres sólo sirven para cubrirlas. Son como una tierra que se cultiva. Hay que regarla para que dé fruto. 

Usted era jueza en Afganistán, ¿en qué sección? 

Llevaba diez años ejerciendo de jueza. Fui la primera mujer en dirigir el tribunal militar. Antes estaba vetado a las mujeres. He trabajado, sobre todo, en delitos penales y terroristas, de talibanes y el daesh. Los talibanes han liberado a todos los terroristas que fueron condenados.

Usted es una mujer independiente. No se ha casado. Eso no es muy común.

En Afganistán son pocas las mujeres que no se casan. Mi familia es muy abierta y siempre me ha apoyado. Mi hermano, que era portavoz del Departamento de Estado de Afganistán (nos enseña una fotografía) siempre nos ha tratado a mí y a mis hermanas como a personas, sin tener en cuenta el género. Una es médico militar y la otra traductora.

La gente sí me preguntaba por qué no me casaba, qué pretendía con esa actitud… Me decían que lo importante para una mujer era casarse, no estudiar ni trabajar. 

¿Hay mucha diferencia entre el campo y la ciudad?

Muchísima. En el mundo rural, el 90% de mujeres no tiene acceso al colegio. Es donde los talibanes tienen más influencia. Antes tampoco las permitían estudiar.

En el clan familiar, la suegra de la mujer juega un papel principal en la perpetuación del machismo.

En los pueblos, sí. Incluso en las ciudades tienen un papel importante. Se la respeta mucho, pero no tanto como antes porque los hombres han cambiado un poco su mentalidad. 

Las niñas desde que nacen son mal recibidas. 

Siempre los varones han sido mejor recibidos porque tienen más fuerza física y un papel más importante en el mantenimiento de la familia. Pero esto se ha agravado muchísimo con la llegada de los talibanes. Sus prédicas de cómo se ha de tratar a la mujer van calando en la sociedad que parecía estar abriéndose y afecta directamente a las familias.

Prohibir a las mujeres trabajar es un desastre económico para el país.

Sí, además muchas ayudaban a mantener a sus familias. Ahora, que se ha prescindido de lo que aportaba la mujer, tienen problemas para pagar las necesidades básicas. No digamos ya los medicamentos, que no pueden. 

Hay familias que han gastado todos sus ahorros para sobrevivir y empiezan a endeudarse. Otras venden a sus hijas o las casan con talibanes. También conozco a algunas familias donde el puesto de la mujer era más elevado que el del marido. 

La llegada al poder de los talibanes ha provocado un éxodo de refugiados.

Los que tenían más dinero salieron primero, como los altos rangos del gobierno, pero los puestos medios no han podido salir. Las juezas hemos salido casi todas. Las que quedan están escondidas en diferentes sitios. Van cambiando. Pero muchos jueces siguen allí. 

Gulalai Hotak

Gulalai Hotak

En cuanto entraron los talibanes en Kabul, estuvieron 3 horas buscándome a mí y a mi hermano. Como no nos encontraron, mis hermanas sufrieron represalias. Entraron en sus casas buscando documentos, rompiéndolo todo. Se tuvieron que mudar. 

Solo una sigue allí. Los talibanes detuvieron a su marido y lo torturaron bestialmente. Luego lo liberaron, pero se ha quedado sordo de un oído y está psicológicamente hundido.

¿Cómo salió usted?

Mi hermano tenía pasaporte político. Volamos a Turquía justo antes de que entraran los talibanes en Kabul. Lo perdimos todo. Fue muy duro. No sé cómo pasé esos días tan oscuros… En Estambul estuvimos 6 meses hasta que la Asociación de Mujeres Juezas de España me trajo con mi madre, mi hermano, su mujer y sus hijos. 

¿Cómo se está adaptando?

Estoy intentando aprender español lo antes posible. Tengo amigas españolas. Pasado mañana me han invitado. 3 veces he visto a la ministra de Justicia. Muy amable. También he coincidido con el ministro de Interior en Canarias. 

Junto a otras 8 juezas afganas, también refugiadas en España, hacemos actividades por distintas ciudades para dar a conocer la situación de la mujer en Afganistán. También me ha apoyado el Ministerio de Igualdad.

¿Vive en una vivienda para refugiados políticos?

Sí, en Getafe. Lo perdimos todo.

¿Mantiene contactos en Afganistán?

Con mi hermana. También estoy en contacto con otras mujeres, entre ellas juezas, y muchos jueces que también están escondidos, sometidos a mucha presión. Uno murió a causa de la tensión. Quería salir del país, pero no pudo.

Los talibanes los quieren matar porque dictaron sentencias en su contra. A un juez lo acribillaron al salir de la mezquita. Los que están allí dicen que la situación es insoportable. 

En Islamabad hay otros que están solicitando asilo político. Algunos tienen una entrevista con la embajada española. Ni Pakistán ni Irán concede ayudas y la vida allí, sin papeles, es muy cara. 

El machismo está profundamente insertado en la sociedad afgana. Ha habido periodos de avances- los años 60, al principio de la invasión soviética- y enormes retrocesos, principalmente con los talibanes. ¿Cuánto influye la religión?

Los talibanes se aprovechan del nombre del islam, pero no son buenos musulmanes. Si cumplieran con el islam, no tendrían ese comportamiento con las mujeres. 

Fíjate qué contradicción. Los talibanes, que pueden tener 3 o 4 mujeres, prefieren casarse con mujeres que hayan ido al colegio e incluso a la universidad. Saben que son diferentes de las analfabetas. Son más inteligentes y tienen mejor comportamiento.

Afganistán producía el 80% de la heroína en el mundo. EEUU gastó millones de dólares tratando de erradicar el cultivo de la amapola con la que se financiaban los talibanes, pero cada año aumentaba. En 2022 el líder supremo de los talibanes decretó la prohibición del cultivo de amapola. En 2023 se ha reducido drásticamente. ¿Cómo se puede explicar?

Todo lo que dicen los talibanes es pura apariencia. Cultivan, producen y venden. Sustituyen la amapola por el trigo una temporada. Piden más dinero a los gobiernos extranjeros para paliar -dicen- la merma de ingresos de los agricultores y luego vuelven a plantar.

La administración talibán no está reconocida por ningún país, pero es tolerada por los países occidentales, mientras mantenga el compromiso de no convertirse en un nido de terroristas. 

Los propios talibanes son terroristas. Algunos ministros del gobierno talibán estaban en la lista negra de EEUU. Pakistán apoya a los talibanes. Irán, aparentemente no, pero también. Los clérigos, sean sunitas o chiitas, tienen una mentalidad parecida respecto a las mujeres.

China, experta en aprovechar oportunidades en zonas inestables, ya explota el gas afgano. Igual que ha habido un sentimiento antiamericano o antirruso, ¿podría darse un sentimiento antichino?

Es una pregunta política complicada. Todavía no, porque China no han enviado al ejército, ni ha financiado luchas. Se ha aprovechado del alejamiento de EEUU para explotar los recursos mineros y de gas. La gente no se entera de estas cosas. Quizá en el futuro haya un sentimiento antichino. 

¿Qué pueden hacer los países occidentales ante la situación de las mujeres en Afganistán?

No se trata sólo de dar apoyo financiero. Hay que hacer un enorme trabajo de presión diplomática y negociar con los talibanes. Lo primero, que respeten a la mujer. Luego habría que trabajar hacia un gobierno democrático. No veo otro camino. El militar no ha funcionado.

¿Hay alguna esperanza para las mujeres en Afganistán?

No abrigo ninguna esperanza con los talibanes en el gobierno. Las organizaciones internacionales, EEUU, la UE, observan y condenan la situación sólo con palabras. 

Las mujeres que protestaban han sido detenidas por los talibanes, encarceladas, torturadas y soltadas al cabo de cinco o seis meses. La comunidad internacional las ayuda a salir del país. Está bien, pero no cambia la vida de las mujeres en Afganistán. No es la solución.