Estrenamos micrófono de Magas y no se me ocurre mejor forma de hacerlo, que con los cientos de miles de mujeres, que fueron recluidas, prostituidas, mutiladas y asesinadas.
La autora de El barracón de las mujeres (Espasa, 2023) rescata del olvido a las mujeres españolas que llegaron a aquél infierno.
Un gran lago próximo a Ravensbrück se convirtió en la fosa común más grande de Europa. Las cenizas de las mujeres eran arrojadas por los cuervos junto con los documentos y todo aquello que guardase relación con las putas de campo.
"Cuando llegaban, las tatuaban en el pecho las palabras 'Feld-Hure', junto a un número de reclusa y el triángulo invertido negro reservado a las lesbianas y a las prostitutas deportadas. Eran deshumanizadas y degradadas", asegura.
Y añade: "Las que se quedaban embarazadas por las violaciones: las conejas, pasaban a un barracón específico donde eran sometidas a aberraciones pseudocientíficas. A otras les sacaban el feto y las dejaban morir. O estampaban contra un muro a los recién nacidos".
Borrar la historia
Cañaveras cuenta la no vida de estas mujeres desde la mayor humildad y máximo respeto, pensando en su valentía, en su lucha y en su tristeza y en cómo se las trata de aniquilar borrándolas de la historia.
Una investigación de cuatro años en los que trató de digerir cada hallazgo. Fermina se siente privilegiada de haber podido hablar con algunas supervivientes, de quienes le llama la atención su tranquilidad y respeto.
Isadora Ramírez es el personaje real, e hilo conductor de esta historia. Fermina llega hasta ella mientras investiga cómo se organiza el Partido Comunista por las mujeres en la clandestinidad, cuando acaba la Guerra Civil. Y, aparece el nombre de una persona que había vivido muchas cosas con la protagonista.
"Isadora fue violada 17 veces, como bautismo de puta de campo. En tres meses, era una trabajadora sexual a tiempo completo", afirma.
Y continúa: "Vivir como una puta o pegarte un tiro dependía de un alto cargo nazi. Si te daba el privilegio de vivir, te violaban hasta veinte veces al día".
"Las horas en las que no te prostituían, tenías que irte a los hornos crematorios a deshacerte de tus compañeras gaseadas el día anterior", cuenta emocionada la autora.
Algunas de ellas perdían la cabeza y pasaban al barracón de las locas. Su futuro era totalmente inexistente. Su presente también.
Reinas de las trincheras
A las mujeres jóvenes se las utilizaba para reeducar a los homosexuales alemanes, para celebrar fiestas sexuales y preparar futuras prostitutas. Eran las 'reinas de las trincheras'.
Existía la resistencia: 'las gandulas, un grupo de españolas que consiguieron inhabilitar todas las balas, con moscas que previamente cazaban. O aquellas que conseguían sacar información en los prostíbulos mientras sufrían abusos. No mataban, combatían al enemigo desde dentro.
Fermina cuenta el testimonio de una superviviente: “Yo pensaba que la vida era lo que tenía antes. Y, en el campo aprendí a querer de verdad. A pensar que todas las mujeres que están aquí tenemos un motivo para seguir viviendo”.
Y añade: "Se trataron como hermanas, como madres e hijas. Me dieron una lección de vida", asegura Cañaveras.