Es dulce, acogedora, tranquila, su voz abrazadora da paso a la palabra con tiempo y temple. Clara Segura (Sant Just Desvern, 1974) es actriz, también productora y directora de escena, además de cantante.
Interpreta a Diana, la madre de Mila, protagonista de la película Creatura de Elena Martín Gimeno, una de las cintas revelación del cine español que afronta con singularidad y valentía una reflexión en torno al deseo femenino en diversas edades de una mujer.
Premio en Cannes
Creatura se estrenó alzándose con el premio a la Mejor Película Europea en la quincena de realizadores del 76 Festival de Cannes 2023, luego llegaron seis Premios Gaudí, y obtuvo cuatro nominaciones en la 38º edición de los Premios Goya.
Clara en Creatura, entra en la piel de un personaje sensible y complejo que empatiza con la inmensa mayoría de mujeres madres que la observamos, y lo construye con profunda generosidad, con emoción y matices, jugándolo y disfrutándolo al máximo.
La directora de la cinta, Elena Martín, comenta en redes sociales sobre la interpretación de la actriz: “Cada plano, por difícil que fuera, ella hacía que pareciera fácil y ligero”.
Clara Segura es una actriz de larga trayectoria, muy querida y valorada por sus interpretaciones en cine y en teatro, desde hace muchos años. Atesora numerosos premios, entre ellos el Ondas en 2006, los premios Butaca como mejor actriz de teatro en 2012, 2014, 2016 y 2018, obtuvo sus dos primeros Gaudí en 2010 y 2014, y el Premio Ciudad de Barcelona en 2013. La actriz baixllobregatina recibe el Premio Nacional de Cultura de Cataluña en 2016.
Este año, hace apenas un mes, gracias a la película Creatura, se ha hecho con su tercer premio Gaudí y su primera nominación al Goya.
Larga trayectoria
Clara se licencia en 1996 en el Istitut del Teatre y es titulada por el Conservatorio Superior de Música del Liceo de Barcelona, sus primeros trabajos profesionales se desarrollan en el teatro musical. A lo largo de tres décadas ha participado en más de 15 largometrajes, entre ellos Mar adentro de la mano de Alejandro Amenábar en 2004.
Pero además produce, arriesgándose con gran esfuerzo e inmensa ilusión, sus propios espectáculos. Actualmente, pisa cada tarde el escenario con La trena, que ella misma ha dirigido, una historia de mujeres de diversas procedencias geográficas y sociales, unidas por el poderoso anhelo de libertad, una dramaturgia basada en la novela de Laetitia Colombani.
La trena se estrenó en 2023, recibió el premio a Mejor Adaptación para Marta Marco y Cristina Genebat, y a Mejor Dirección para Clara Segura, en la VI edición de los Premios Teatre Barcelona. Ha superado las 100 representaciones y tras una intensa gira, ha vuelto al escenario del Teatro Goya de Barcelona donde permanecerá hasta el 17 de marzo de 2024.
Jugando con su nombre y apellido, ¿se definiría como una persona clara y segura?
Es algo a lo que me ha costado llegar, pero sí, me gusta ser clara, creo que la claridad me ayuda a mí, y conlleva menos problemas. Y la seguridad es algo que he ido adquiriendo con los años. Ambos aspectos, o adjetivos, están ahí y me los estoy currando.
¿Cómo recibió su primera nominación a los Goya por su rol en Creatura?
Me hizo mucha ilusión la nominación al Goya, no me lo esperaba para nada; sí había pensado que la película pudiera estar nominada en varios premios y categorías, como ha sido el caso de los XVI Premis Gaudí de la Academia del Cine Catalán, pero, al ser un largo en catalán, también pensaba que su recorrido se quedaría más por aquí.
Lo cierto es que, cuando Creatura gana, en el Festival de Cine de Cannes, el Premio a la Mejor Película Europea, fue una súper sorpresa maravillosa.
¿Cuáles fueron sus primeras impresiones al leer el guion de Creatura?
Cuando leí el guion me di cuenta que era una película distinta, aunque no era consciente de la posibilidad de esa inmensa proyección internacional y recorrido que luego ha tenido, entre otras cosas porque es una película pequeña. Y al empezar a trabajar con la directora Elena Martín, confirmé que era una película diferente.
Ha sido precioso ver que la película transciende, conecta con muchísima gente, no sólo con mujeres sino también con hombres que se sienten reflejados en diversos personajes masculinos.
Es una película que nos interpela a todos sobre nuestra educación sexual y nuestra relación con el deseo, porque venimos de dónde venimos y aún tenemos por delante mucho camino por recorrer.
Con el tema del deseo, tenemos que sacarnos todos los tabús que tenemos, empezando por narrar lo que nos pasa y ofrecer un diálogo, dando opciones para que nadie se sienta mal por sentir deseo sexual, incluso cuando eres pequeño o pequeña.
En la película, vemos reflejado el conflicto con nuestro propio deseo sexual de la mano de una mujer en diferentes edades: de niña, siendo adolescente y en su edad adulta. ¿Qué descubre usted misma, desde su propia edad, sobre la relación con su sexualidad y el deseo, o en relación a mujeres de generaciones posteriores?
Durante el rodaje hablé mucho con Clàudia Malagelada, la actriz joven que interpreta a Mila en su adolescencia, de la que yo hago de madre, y compartíamos, sorprendentemente, muchos puntos en común.
Yo pensaba que su generación estaba más abierta, que había sido educada de otra manera y que, por lo tanto, ellas llegarían a la adolescencia con una relación con su deseo y con el sexo, más tranquila, más libre.
Sin embargo, me di cuenta de que ahora, aunque la juventud consume pornografía desde niños, aunque se enseñe todo, aunque estén constantemente exponiendo su cuerpo en redes sociales, lo más profundo aún está por conquistar. El deseo, la sexualidad es un terreno que sigue siendo tabú.
¿No estamos tan liberadas como aparentemente pudiera parecer?
No, y esto me entristece mucho, aunque es cierto que también hay una generación de mujeres que tienen ahora 17, 18 o 20 años, que no tienen tabús con su cuerpo, ni con la depilación, ni con la celulitis, ni con la regla…con esas cosas que nosotras hemos llevado mal y con cierto desagrado.
Ahora hay mujeres que me parecen increíbles y pienso: ¡Qué bien, lo liberadas que están!, pero no son una mayoría.
Hay que seguir trabajando a escala horizontal y en todos los estratos sociales hasta conseguir que ninguna mujer sienta ninguna amenaza latente, o sienta que se pone en riesgo, por ejemplo, por cómo se viste.
Ninguna mujer debería estar sometida a la mirada del hombre, creo que aún nos falta mucha batalla por hacer, en este sentido.
¿Qué resaltaría del rodaje de la cinta y de su trabajo junto a la directora y actriz Elena Martín Gimeno?
Elena es una capitana, es una jefa que, sin embargo, trabaja desde un lugar abrazador, por su manera de aglutinar al grupo en rodaje, de rodearse de muchas profesionales, mujeres, que están en todos los departamentos, desde la script hasta en los departamentos de arte, peluquería, maquillaje, vestuario y otros. Todo era más femenino, en ese sentido.
Me alucinaba que la figura de la directora no estaba colocada, en absoluto, al frente de una estructura de jerarquías, o piramidal, sino trasversal. Aparte de que ella iba atacada en el rodaje al ser directora y actriz al mismo tiempo, estaba maquillándose a la vez que hablaba con producción.
La capacidad de hacer eso que tiene Elena, me fascinó, y además era inspirador para mí porque, curiosamente, coincidía con lo que yo hago en la obra de teatro La trena.
También me fascinaba la capacidad de improvisar, su escucha de las propuestas de los actores, algo muy gustoso y nada fácil, porque en rodaje teníamos poco tiempo y poca pasta, cosa que siempre marca el carácter de una producción.
¿Cómo aborda y construye a la madre que interpreta? Su fragilidad, su dolor, su soledad, relegada a un lugar casi de invisibilidad por su hija Mila.
Diana es una madre que necesita intervenir como presencia, como si le dijera a su hija: 'Aunque no me quieras yo estoy aquí'. Me consolaba mucho que en el guion estuviera esa secuencia casi final de reconciliación.
Poder compartir ese rol con la actriz Carla Linares, que hace de madre cuando Mila es niña, era muy catártico, porque ella me decía que también se sentía muy sola cuando la niña la rechaza. Ese era nuestro rol, tan difícil y a su vez tan real.
¿Difícil y real como el de tántas madres en la vida misma?
Sí, cuando intentas estar, dedicando incluso más de lo que puedes a la crianza, los niños intuyen que tu punto flaco es esa culpa que sientes y que, a lo mejor, no ven en el padre. Se atreven a decirte cosas que no le dicen al padre o te hacen sentir aún más culpable, por ejemplo, si te vas a trabajar.
Esto refleja la sociedad en la que vivimos y cómo las mujeres, aunque trabajemos, seamos autosuficientes e independientes, sentimos esa culpa de la que no podemos desprendernos. En el fondo, me gusta que mi personaje esté en ese lugar, porque hay muchas mujeres, como yo misma, que nos hemos sentido como ella.
Es como si los hijos supieran que el amor de la madre está ganado desde el inicio y, sin embargo, el amor del padre se lo tienen que ir currando. Es muy injusta esta forma de entender el amor.
¿En qué punto profesional y personal siente que está ahora Clara Segura? ¿Es un momento de cambio o el resultado de todo el trabajo hecho anteriormente?
Me siento muy fuerte para enfrentar nuevos retos. Ya no tengo tantos miedos, tengo muchas ganas y deseo de levantar proyectos. Bueno, yo también sacaba adelante proyectos con 25 años porque tenía una compañía, pero las dificultades eran otras y había que pelear para llenar el teatro.
Estoy recogiendo el fruto de mi trayectoria, tengo una credibilidad, siento un gran aprecio y la valoración de la gente que ve mi trabajo en el cine o en el teatro, me siento alagada y con toda la energía para levantar proyectos.
Ahora tengo mucha intuición, y es mucho más clara, de lo que puede funcionar o lo que no, sé cómo hacer las cosas, tengo paciencia para saber esperar, si me dicen no a un proyecto sé como virar el barco, seguir hacia otro sitio. Todo un aprendizaje vital que te acompaña.
También es verdad que, tienes la sensación de tener que estar a tres bandas, en lo personal con tus hijos, con tus padres, y en lo profesional. Lo bueno es que tienes una energía más tranquila, sabes dosificar mejor. Y también aprendes a disfrutar de la vida.
Yo no quiero ni pensar que las mujeres nos vamos invisibilizando con la edad, no, al revés, no quiero entrar en ese discurso, que es una narrativa súper patriarcal.
En el teatro, usted ha producido y dirigido La trena, una función en la que también interviene como actriz, que sigue llenando cada tarde el teatro Goya de Barcelona.
Sí, esto nos ha dado mucho subidón. Marta Marco y Cristina Genebat, que hicieron la adaptación de la novela de Colombani, y yo, nos animamos mutuamente.
Teníamos muchas ganas de hacerlo, sabíamos que nos arriesgábamos, pero la respuesta fue contundente y sorprendente, incluso la reacción de la autora de la novela, que vino a ver la obra, y quedó fascinada con la versión teatral escrita para tres actrices y una narradora, partiendo de una novela en la que hay más de cincuenta personajes.
Ha sido muy gratificante, hemos reestrenado la semana pasada y el teatro ya está casi lleno toda la temporada.
Una historia protagonizada por mujeres valientes e interpretada por excelentes actrices. ¿Es fundamental contar historias de mujeres que lleguen a otras mujeres y a muchos hombres?
Yo no creo que haya teatro para mujeres y teatro para hombres, siempre he consumido teatro y aún estando escrito y dirigido por hombres, a mí me ha interpelado siempre, así que no veo porqué al revés no puede pasar.
Pero es cierto que hay mucha necesidad de contar nuestras cosas y de ponernos en el centro de las historias porque muchas veces estamos como acompañando al centro. Creo que uno de los éxitos de La trena ha sido ese.
Una función que también habla de deseo: el deseo de libertad. ¿Somos libres o sigue siendo un anhelo, una quimera incluso en el primer mundo, política e íntimamente?
Creo que, la libertad es un anhelo por el que tenemos que seguir luchando, no creo, ni como ser humano ni como mujer, que aún estemos ahí.
Me sorprende que aun estemos transmitiendo muchas cosas que, para mí, pertenecen a un pasado con el que hay que romper, sobre el deseo de la mujer o sobre quienes somos.
Pensamos que, por estar donde estamos, tenemos unas libertades, y en realidad estamos mucho más controlados y condicionados de lo que nos parece.
Tenemos una influencia callada, de la que no somos conscientes, que va golpeando esta supuesta libertad y nos va modificando, de los medios de comunicación y sobre todo de lo que más estamos consumiendo, que son, básicamente, las redes sociales.
Estamos en manos de algoritmos que están influyendo en cómo pensamos, que van mandando noticias manipuladas o de mi misma tendencia para que yo acabe refrendando mis ideas, y estamos polarizando muchas cosas. Creo que no somos consciente de ello.
Lo que nos está pasando ahora es que no dialogamos realmente, nos enviamos caracteres o mensajes que cuesta interpretar y que nos llevan a radicalizar la posición individual de cada uno, en todos los sentidos.
Es como la imagen de dos perros que se ladran a través de una puerta de cristal y cuando se abre la puerta, cada uno se va por su lado; yo tengo esa sensación, de estar gritándonos y cuando se abre la posibilidad de mirarnos a los ojos, no lo hacemos.
Cuando nos miramos a los ojos y vemos nuestros cuerpos, cómo respiran, es todo más fácil. Nos falta tiempo para relacionarnos y nos pasa incluso con los hijos.
¿Nos da miedo?
Sí, hay miedo hasta de tu propia contradicción, porque tú vas con una idea, te la desmontan y dices - ¡ostras! -, pues también eso es la vida, ¿no? Aprender con la dialéctica. Porque lo que nos da más miedo es lo que no conocemos, pero luego, cuando te enfrentas a ese viaje metafórico, nada da tanto miedito ni era tan peligroso como tú pensabas.
En ese sentido, ¿el arte es y seguirá siendo una herramienta de acercamiento y de apertura, capaz de iluminar temas o problemas a los que tememos enfrentarnos?
Sí, el arte es un revulsivo para mover conciencias sobre cuestiones que, socialmente, van a tardar mucho más en resolverse o cambiarse, o en dar un fruto. Por ejemplo, para llegar a cambiar una ley, de lo que sea, antes ha habido una revolución social, y el arte es un altavoz que la apoya, la visibiliza.
Pienso en películas como Creatura, pienso en 20.000 especies de abejas o en El maestro que prometió el mar, creo que están marcando un camino para abrir puertas y que corra el aire sobre cosas que hay que plantear y de las que hay que hablar. Y esto me parece increíble.
¿Es ese, precisamente, el poder, o la capacidad de ayudar y modificar, que tiene el cine, la danza, la música o el teatro?
Sí, lo pienso siempre cuando llego al teatro: si esta obra le sirve a una sola persona, que hoy tiene un mal día, que hoy está en un mal momento, y le va a dar un poco de esperanza en algo que no veía, o si esa persona va a sentir algo que necesitaba sentir, solo con que haya una pequeña modificación, aunque sea en una sola persona, ya vale la pena. Creo en ese poder de revolución del arte.
Regresando al inicio de nuestra charla y, para terminar: ¿cómo se sintió con la nominación al Goya y en la gala de entrega de los premios?
Esperaba la gala de los Goya con muchas ganas, aunque sabía que iba a provocarme un nivel de adrenalina muy potente y me hubiera encantado que no me hubiera coincidido con funciones en el teatro, para poder ir más tranquila.
La he vivido como una fiesta, me gusta encontrarme con compañeros nominados que hace tiempo que no veo, con excitación, pero también con la tranquilidad de sentirme y saberme muy premiada por el hecho de estar nominada. Porque la película está hecha, mi trabajo es el mismo tenga o no una estatuilla en casa, la repercusión ya está, el trabajo está y estoy muy contenta de él.
Para mí el premio es seguir trabajando y dedicándome a lo que me gusta, mi profesión, la interpretación.