Alrededor del mundo existen unos 40000 centros educativos Montessori, sin contar aquellos que han incorporado muchos elementos de ese método desarrollado por una de las primeras mujeres que tuvo acceso a una facultad de Medicina en Italia.
Maria Montessori revolucionó la pedagogía. En sus primeros años de vida profesional echó por tierra creencias que condenaban a niños y niñas con discapacidades al rechazo y a la marginalización. En una época en la que se solía ocultar y encerrar en psiquiátricos a los pequeños que presentaban necesidades especiales, propuso afecto y cuidado, en lugar de disciplina y violencia.
En 1900 ya había puesto en marcha una escuela para chicos discapacitados junto a su colega Giuseppe Montesano. Pero mientras daba pruebas de la valía de sus ideas, Maria libraba batallas personales.
Precisamente en esas luchas se centra la película Maria Montessori (La nouvelle Femme, título original), por un lado lidiando con la anulación a la que se enfrentaban las féminas en la sociedad, y por otro con el secreto de su maternidad, lo cual le aseguraba la estigmatización y reproche social.
Coescrita y dirigida por Léa Todorov y apoyada en gran parte en hechos reales, es una película que retrata a Maria (interpretada por la actriz italiana Jasmine Trinca) antes de convertirse en el mito, en la pionera que pasó a la historia.
No al matrimonio
Apenas estrenado el nuevo milenio, Maria Montessori se enfrenta a la disyuntiva entre tener que abandonar a su hijo o brindar una opción de vida a niños destinados al desprecio. "Esta es mi cruz, mi guerra por librar para conquistar los derechos de los niños", dicen desde la ficción en la película.
Para el momento de esta decisión, según cuenta la trama, apenas empezaba el despunte de Maria con su método de enseñanza. Faltaban siete años para abrir Casa dei Bambini en el populoso barrio romano San Lorenzo: el primer jardín de infancia donde terminaría de desarrollar su pedagogía, cuyo elemento más relevante es la libertad del infante para ocuparse en lo que quiera.
En términos personales, para Maria no fue nada fácil. Durante más de doce años se le negó tener contacto con su hijo, Mario, pero tiempo después se convertiría en uno de sus grandes aliados.
Maria Montessori deja claro que, a pesar de que la médica, antropóloga y pedagoga (1870- 1952) trabajaba de sol a sol, no devengaba un ingreso. Giuseppe Montesano, quien además era su amante y el padre de su vástago, fungía como la cara visible de la institución donde se ponían en práctica las ideas de Maria, se llevaba todo el crédito, y además era el único que se daba el lujo de vivir de su trabajo.
Siendo invisible tanto social como económicamente, para Montessori el matrimonio nunca representó una opción, al contrario. Si bien al casarse podría tener a su hijo junto a ella y no a cargo de una cuidadora, también significaría el fin de la única posibilidad de su independencia como persona, ya que al contraer matrimonio pasaría a ser tutelada por su marido.
"¡No quiero ser propiedad de nadie!", dice con vehemencia recordando el truncado deseo de estudiar de su madre. El matrimonio es "una esclavitud", proclama Maria, quien tampoco está dispuesta a dejar su futuro a merced del amor, un sentimiento por demás "inestable".
La nueva mujer
Para aquel entonces, Maria Montessori representaba una mujer excepcional que no calzaba en la sociedad patriarcal y sumamente católica de comienzos del siglo XX. En ese sentido, Léa Todorov subraya el pensamiento de la protagonista en relación a los derechos de las mujeres, sobre todo en lo concerniente al acceso a estudios superiores.
"Cuando entré en la universidad, era impensable que una mujer estudiara Medicina"; expone en la cinta la actriz Jasmine Trinca frente a un reducido grupo de estudiantes a punto de empezar una clase de anatomía, "se nos ha dicho una y otra vez que el conocimiento es pecado. No es así. Las mujeres tienen que liberarse de la apatía, salir de la sombra de la ignorancia, deben enfrentarse a la ciencia para emanciparse".
De cómo Montessori logró en realidad sobreponerse a tantos obstáculos, es un misterio. Sin embargo, la directora creó un personaje de ficción para exponer su fortaleza y evolución. Que en el poder monetario está la libertad, lo dice con sabiduría Lili d’Alengy (interpretada por la actriz francesa Leïla Bekhti), una cortesana parisina que se instala en Roma para ocultar a su hija – que no reconoce como tal – que ha nacido con una discapacidad intelectual. En la institución que dirige Montessori, la niña hace asombrosos avances.
Lili reconoce la valía de Maria, tanto en lo profesional como en lo humano. Le insiste en hacerse de un patrimonio propio, para así poder dar a conocer sus ideas, y además la ayuda a pasar del "nosotros" al "yo", porque al fin y al cabo es ella la creadora del método.
"¡Yo! Tienes que decir: 'Yo desarrollé el método de enseñanza!", le recalca. A Montessori también le habrá tocado mitigar el síndrome de la impostora hasta llegar a verbalizar que su intención a futuro es precisamente revolucionar el sistema educativo.
La alianza entre estas dos mujeres, tan desiguales, sin embargo, con mucho en común, conforma el díptico del que hace referencia el título original de la película: la nueva mujer. Que no es más que una fémina que se sale del corsé de las convenciones sociales, que es moderna, instruida, con poder adquisitivo, dueña y ama de sí misma, y sobre todo de su destino. La historia corrobora que Maria Montessori corresponde a esa idea de la nueva mujer.