Desconectar para conectar. Esto es lo que hizo la periodista Xiana Siccardi cuando se lanzó a Nepal por primera vez. El ritmo de vida, la presión profesional, la ciudad donde residía e, incluso ser ella misma con todo el peso conlleva ser uno mismo, le estaban pasando una factura física y emocional demasiado elevada.
Sin embargo, ¿cuántos males hay que no pueda curar un viaje? Un viaje lejos, donde poder conectar con la naturaleza, un viaje para poder decir que se ha viajado, un viaje de los cambian el sentido el viaje... Pero, ¿un viaje a Nepal? ¿Por qué y para qué?
Katmandú, la unión del este con el oeste
Nepal se encuentra encerrado entre dos gigantes abismales, China y la India, y es el hogar donde conviven los yaks con los sherpas; los monasterios con los mantras. El origen del país se concentra principalmente en el valle de Katmandú, un valle que sirvió como centro de tráfico comercial entre los países vecinos y que, durante milenios, desarrolló un sincretismo entre el hinduismo y el budismo.
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Nepal contiene una diversidad de paisajes y culturas tan genuinas como lo son sus tradiciones arquitectónicas y artísticas, que lo han convertido en un lugar de encuentro de religiones y etnias.
Su territorio abarca una de las transiciones geográficas más espectaculares del planeta, compartiendo hogar con el pico más alto del mundo, el Everest, y uno de los monasterios más perdidos del planeta, el Tengboche.
El monasterio de Tengboche
Una tierra legendaria se ubica entre la muralla creada por el Himalaya y las selvas húmedas de las llanuras de la India. Katmandú es conocida por su rica historia, su cultura y arquitectura, y es un destino turístico por sus innumerables templos, palacios, mercados, santuarios y estupas. Sin embargo, y pese a la gran expansión que ha experimentado durante las últimas décadas, su población ha sabido conservar las antiguas tradiciones llenando sus calles con festivales religiosos y actos ceremoniales.
El Monasterio de Tengboche, situado en la región de Khumbu, es uno de los lugares sagrados de la comunidad sherpa y se encuentra situado a 3.867 metros de altitud, siendo uno de los monasterios budista-tibetanos más grandes de esta comarca.
Como describe Xiana Siccardi en su libro, Sherpas, la otra historia del Himalaya, hasta Khumbu no había llegado la rueda, pero las agencias de viaje ofrecen packs turísticos con todas las "comodidades" para los escaladores que, sedientos de aventuras, se acercan a las puertas del Monasterio Tengboche solicitando la protección de los dioses de camino a su gran aventura.
La actualización de los sueños
La conexión con el yo espiritual es muy fuerte en la región de Khumbu. A medida que se avanza en peregrinaje hacia el Everest, la persona que llega hasta allí busca la manera de mimetizarse con los recursos que ofrece esta tierra tan apartada de la civilización occidental y conocida. Querer acercarse a ella con otras lentes que no sean las de su cultura requiere de una evolución personal que solamente se obtiene con un profundo trabajo personal.
Según Siccardi, las personas no son las mismas con 20 años, ni con 30, ni con 40 y la mayoría de la población corre detrás de una zanahoria que se presenta en forma de trabajo, estrés, prisas y correos eléctricos. "Por eso, no basta con tener solo sueños, hay que actualizarlos", dice. Y la escritora aboga por este cambio trascendental después de haber tenido la suerte de convivir con un pueblo que zarandea el alma cuando se conoce.
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Los sherpas, más allá de la bondad
Alinear las notas musicales en el pentagrama de la vida es un trabajo difícil cuando la sintonía de los actos que se llevan a cabo y los pensamientos que bailan por la cabeza no están situados en la misma línea musical. Por ese motivo, aprovechar el efecto llamada cuando se produce puede que sea el mejor autoconsejo que se pueda dar la persona que quiera viajar hacia su yo interior en busca de cambios.
La primera grieta entre ambos mundos que Siccardi se encontró fue toparse con la verdadera bondad humana, una palabra que en occidente casi no se utiliza por resultar cursi. Descubrir como los sherpas por su cultura, sus tradiciones y sus religiones defienden al máximo la bondad y la intentan aplicar en su cotidianidad le sirvió como espejo para cambiar algunos aspectos de su vida en los que ella sabía que podía mejorar.
"Según su religión, cuantos más méritos hacen en vida, más posibilidades hay de reencarnarse en una mejor persona, en un mejor ser humano, en una vida mejor", explica. Solamente por pensar en esa prosperidad futura, los sherpas utilizan la bondad en todos los campos de su vida.
Aprender a viajar livianos
La cultura asiática regala consejos como panes y, entre los valores a cultivar, otra de las grandes lecciones que le enseñaron los sherpas a esta joven periodista fue la de comenzar a cultivar o, al menos recuperar, la confianza que depositaba en los demás.
Su modo de vida exento de ostentaciones obliga a la comunidad a compartir todo lo que tiene con personas, aunque a penas las conozcan. Y esta entrega gratuita y altruista no solo resulta conmovedora, sino también aleccionadora.
Aprender a viajar livianos con respecto al dolor y quienes lo causan es otra de las claves con las que Xiana regresó a casa. Este pozo de sabiduría obtenido de la convivencia con los sherpas fue recibido como un mantra que se instalaría fecundo en su vida. Una vida que empezaba de cero al regreso de nuevo a su hogar.
Sherpas, la otra historia del Himalaya
Uno de los requisitos cuando se lee un libro didáctico y emocional es que la historia que reposa entre las manos se represente como un camino, como una senda por donde el lector y la trama transitan juntos y unidos, y cuyo hilo conductor, el escritor, crezca con ambos.
"Cuando escribes no lo escribes para ti. Hay que hacer un esfuerzo por conectar o saber conectar con el lector. Las historias que realmente funcionan lo hacen si realmente ayudas a alguien, socialmente, económicamente, anímicamente", asegura la autora.
Por eso, Xiana Sicardi decidió plasmar su aventura y escribió el libro Sherpas, la otra historia del Himalaya en el año 2021 junto con su compañero de aventuras, y ahora marido, Lakpa Nuru Sherpa.
Él fue quien la ayudó a descubrir las regiones más inhóspitas del Himalaya y quien la ayudó a comprender la vida en esta región. Entre sus cumbres y pastos, Xiana Siccardi descubrió un mundo totalmente diferente donde, gracias a la convivencia y el aprendizaje obtenidos, pudo entender la vida más allá de las expediciones y explicar la ética que acompaña a su población.
Homenajear la figura del sherpa siempre estuvo entre sus prioridades: "Ellos son los verdaderos escaladores de élite que ayudan al resto de escaladores a que tengan éxito en su ascenso".