Meryl Streep tendría unos ocho años cuando cogió un lápiz de cejas de su madre y se pintó en la cara las líneas de expresión que veía en el rostro de su abuela. "Me fascinaba mi abuela, en aquel entonces tenía unos 80 años", contaba en el Festival de Cannes.
Su madre rio la ocurrencia de su hija y le tomó una foto en blanco y negro en la que reconoce hoy en día a la anciana como si estuviera viéndose en un espejo. Recordó que su abuela le decía que en su mente era tal como ella, capaz de hacer volteretas y rodar por el suelo. Esas palabras la maravillaban una y otra vez.
"Siempre me interesó el círculo de quiénes somos incipientemente dentro de nosotros y luego en qué nos convertimos", concluía el relato sentada en el centro del escenario de la sala Debussy de Cannes en un encuentro con el público organizado en el marco de la cita cinematográfica.
Probablemente la pequeña de antaño no sospechaba que se convertiría en la mujer que es hoy, ni en la rotunda e inmensa estrella de cine, multipremiada y reconocida en todo el mundo.
Minutos antes de contar el recuerdo de su abuela, Meryl Streep entraba en el escenario. De negro, con el pelo rubio y entrecano suelto, sonriente. Como un rugido, más de mil almas se levantaron de sus butacas casi al unísono para ovacionarla.
Era la segunda gran ovación consecutiva que recibía en Cannes, ya que el día anterior había recibido la Palma de Oro honorífica de manos de Juliette Binoche. Ningún homenaje parece suficiente para celebrar a una de las intérpretes más importantes de los últimos tiempos, que ha marcado la cinematografía mundial, además de haber contribuido a cambiar la manera como se retrata a las mujeres en el cine.
El público que abarrotó la sala no quería dejar de aplaudirla hasta que la misma Meryl, experta en bajarle la intensidad a los halagos e insistentes palmas, aplacó el desenfreno al prácticamente desplomarse en la silla.
Se hizo pues el silencio para darle paso a este llamado Rendez-Vous, en el que durante una hora la inmensidad del lugar se sintió reducida a una acogedora sala con Streep respondiendo las preguntas del periodista francés Didier Alluch, un viaje a través de sus películas más emblemáticas y de sus diferentes etapas de vida.
A nivel personal corroboró que se había iniciado en canto lírico, pero cuando entró en el instituto, "hice lo que toda adolescente hace: hacerme cheerleader y empezar a fumar". No se lamenta porque dice que no se veía entonando arias, aunque cantar sigue siendo algo que le fascina.
Entre risas admitiría que suele ponerse nerviosa en la víspera del primer día de trabajo en una película, como también que en su facilidad para interpretar diferentes acentos radica un empeño personal, quizás una parte de su magia interpretativa.
"Si durante toda mi vida hubiera interpretado solo a mujeres que vienen de Nueva Jersey [lugar de donde proviene], no estaría aquí ahora mismo. A mí me interesan las personas que no son como yo".
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Con resaca
La noche anterior en Cannes se le había hecho larga a ella. "Me fui a la cama a las tres de la mañana", confesaba entre risas apenas iniciada la charla, cuando daban las dos horas y media pasadas de la tarde en una tarde lluviosa.
Contó cosas sobre el trabajo y por ende sobre el carácter de un par de los tantos directores con los que ha rodado. "Spielberg un genio", "Mike Nichols un gran director", "Clint Eastwood nunca levantó la voz… bueno, sí… quizás una sola vez…". Así como recuerdos de la directora Nora Ephron y también de su amiga Carrie Fischer, a la que define como "divertida, salvaje, ingeniosa, la echo de menos…".
Relató anécdotas como cuando dejó olvidado en el baño el primer Oscar que ganó por su rol en Kramer contra Kramer: "Llevaba un vestido muy grande que tenía que levantarlo, pero alguien encontró la estatuilla".
Con esa historia de un divorcio, de una madre que apela por la custodia de su hijo, en primera instancia tuvo sus desencuentros. La novela firmada por Avery Corman, y publicada en 1977, le pareció que "estaba escrita desde la rabia", además más centrada en dilema del hombre que se queda solo con su hijo.
"Era el comienzo del movimiento de mujeres que no hizo felices a todos, además se criticaba muy duro a las mujeres que se salían del rol prescrito". El porqué su personaje se había ido durante tantos meses para regresar y así pelear por la custodia del niño no parecía importarle a nadie, pero sí a ella. De hecho, la intervención de la madre en la corte salió de su puño y letra.
Esta película que protagonizó junto a Dustin Hoffman produjo un gran impacto en la sociedad, levantó polémica y generó debates.
"Cada película que se hace está alimentada de su momento, incluso las más tontas, de puro entretenimiento", reflexionaba Streep, "pero Kramer contra Kramer realmente encontró su momento en el feminismo, en la reacción contra el mismo y el camino lleno de baches que nos ha conducido incluso hasta el presente".
'Blockbuster' a los 58
Otros de los hitos en su muy fructífera carrera ha sido Memorias de África (Sydney Pollack, 1985) junto a Robert Redford, a quien se refiere por su apellido y recuerda cómo hicieron la famosa escena en el río, con él lavándole el cabello a pocos metros de peligrosísimos hipopótamos.
Justo el rol de la baronesa Karen Blixen le valió una nominación al Oscar, y junto a las anteriores películas, La decisión de Sophie y Silkwood, contribuyeron a convertirla en una actriz rentable para la industria. Sin embargo, admite que, a diferencia de su agente, de ese estatus no fue consciente en su momento.
"Simplemente me enamoro de las historias sin apuntar a un posible éxito de taquilla. Mamma Mia y El diablo viste de Prada terminaron siendo blockbusters cuando yo tenía 58 y 60 años respectivamente. Sinceramente, no pensé que serían ninguna otra cosa, sólo diversión. No sabía que iban a llegar a convertirse en éxitos", confiesa.
Al haber interpretado tantos personajes tan diferentes entre sí durante casi cinco décadas de carrera artística, ha podido notar los cambios producidos en cuanto a los roles femeninos a lo largo de todo este tiempo.
"Actualmente las estrellas más importantes del mundo son mujeres, bueno, exceptuando a Tom Cruise que está en el top", comentaba, "pero cuando comencé en esta profesión las historias estaban siempre centradas en una superestrella masculina, y los roles femeninos eran secundarios".
Para Meryl el problema radica en la falta de empatía: "Cuando hice El diablo viste de Prada fue que empezaron a decirme que se sentían identificados, antes nunca me lo habían dicho".
Durante la conversación por supuesto salió a relucir cuando Streep se mostró contrariada por el éxito de Pretty Woman, que lo vio como un retroceso en la representación de las féminas en el cine. "Ahora hay roles maravillosos", valora y le concede el mérito de esta transformación a las mujeres que han accedido a cargos de importancia y en la toma de decisiones.
"Hay algo de progreso. Existen muchas actrices que están produciendo: Reese (Whiterspoon), Nicole (Kidman), Natalie Portman, hasta tienen sus propias empresas productoras, en mi caso mi producción ha sido de bebés", se ríe refiriéndose a sus cuatro hijos. Lo de producir no lo ve para ella, "nunca quise recibir llamadas telefónicas después de las siete de la noche, además se requiere mucho tiempo y dedicación".
Meryl Streep ha participado activamente para impulsar una legislación que avale la igualdad salarial, además es una de las fundadoras del movimiento Time's Up. A modo de balance dijo que las cosas no solamente han cambiado en Hollywood, sino también en otros campos laborales. "Aunque sigue habiendo abusos, al menos los hombres ya miran por encima del hombro con miedo", dice.