Ella es una mujer dinámica, de mediana edad, gestos vivaranchos  y conmovedoramente amable. En nuestro primer encuentro, M.J. se interesa por todo lo que le rodea, mostrando especial interés en las personas que no conoce y las quiere ayudar explicándoles los pasos a seguir dentro de la cárcel.

El día elegido para visitar Soto del Real, en Madrid, no acompaña. Han bajado las temperaturas y el sol ha depositado toda su confianza en unas nubes negras que amenazan chaparrón.

La conversación se tiñe de un recuerdo lóbrego y distorsionado, así que una vez traspasada la primera sala de recepción y, después de constatar el medio hostil que rodea a este centro, pregunto: "¿Por qué eres voluntaria, M.J.?". Su réplica no tarda en producirse, como si la respuesta la hubiera verbalizado tantas veces como ha reflexionado sobre ella: "Porque me encuentro más segura dentro que fuera".

Situar la realidad

Todas las mañanas de todos los sábados del año, M.J. viaja a prisión para colaborar en los diferentes talleres que la ONG Solidarios por el desarrollo lleva a cabo, entre otras muchas actividades, en las instituciones penitenciarias de la capital española. Cuando M.J. se traslada en su vehículo hasta el centro, realiza un viaje interior que le permite situar ideas, conceptos, sentimientos. "Situar la realidad", lo llama ella.

El programa de voluntariado en prisiones de la ONG Solidarios tiene una apuesta clara: la sensibilización como prioridad para evitar el estigma y la condena social de quienes están o han pasado por la cárcel.

"Es muy difícil para los internos reeducarse en los centros penitenciarios porque cuando cumplen la condena y salen vuelven al ambiente conocido y, la mayoría de las veces, es ese ambiente ha sido el que los ha metido dentro", explica.

Un mundo diferente

La cárcel es un espacio desconocido para la gran mayoría de la población. Sus estancias están cargadas de estereotipos que llegan a la población a través de las películas, del cine o de los libros y que redirigen la imaginación de quien las consume hacia imágenes preconcebidas de violencia e intimidación.

"El sonido de las puertas de cualquier prisión es uno de los recuerdos sonoros que todas las personas que han pasado por aquí de visita, por obligación o voluntariamente, recuerdan para siempre", afirma.

Solo cuando esos barrotes de hierro, tremendamente pesados y repintados, se deslizan por los carriles con movimientos mecánicos y lentos, la persona que entre ellos se encuentra es consciente de donde se está y, sobre todo, de donde no puede salir.

"El silencio es igual de pesado". Y así es. El silencio, una vez en el módulo que se emplea para impartir los talleres, se instala antes de que lleguen los internos. Un silencio pesado que no es precedido por ningún sonido que lo amortigüe.

Los talleres educaciones

La población tiene muy poca información de cómo son las cárceles en realidad, de la forma de vida que se gestiona dentro del centro o de qué actividades se puede hacer. "Hay muchas personas internas que han participado en las actividades de los talleres de la ONG Solidarios y que ahora se encargan de contarle a la sociedad que hay de verdadero y de falso en todas las ideas".

Esta tarea es una sensibilización necesaria para nuestra sociedad que muestra una realidad por la que todos podemos pasar en un momento determinado tras una mala decisión.

"Los talleres informativos que se realizan en el exterior son una forma de prevenir, en algunos contextos, que se comentan errores que puedan acabar en una situación de privación de libertad", afirma.

En Madrid, recientemente se han dado charlas de sensibilización en la Universidad Autónoma y en ESIC con estudiantes universitarios, así como en el IES Ciudad Escolar con jóvenes de secundaria. Todo ello gracias a la participación de los voluntarios y voluntarias del programa de prisiones y a compañeros como David, Carlos, Manuel o Adolfo, que prestan su testimonio y su tiempo estando en libertad.

Los lazos personales

Cuando una mujer empieza un voluntariado en un centro penitenciario, es fundamental tener claros donde están los límites de la amistad con el interno. "Nosotras hacemos actividades culturales con ellos, intentamos distraerles para que se distraigan, para que aprendan e interactúen, pero nunca les preguntamos sobre su condena y nunca les damos datos personales".

A colación de los términos y ejemplos utilizados por M.J. existe uno de los casos más conocidos de la provincia del Maestrazgo que rompa la norma establecida por la regla. Florencio Pla Meseguer nació el 1 de febrero de 1917 en el mas de la Pallisa, en el término municipal de Vallibona, al norte de Castellón.

Una malformación genital congénita y el deseo de sus padres de evitarle el servicio militar determinaron que fuera bautizado como Teresa y condenado a vivir anclado a una identidad de género que no era la suya.

El salto generacional

Tras múltiples vejaciones por parte de la gendarmería, La Pastora, como era conocido, aprovechó su adhesión a la guerrilla para cortarse el pelo y hacerse llamar, por primera vez, con un nombre masculino.

Tras huir de su tierra y ocultarse en las montañas, Florencio fue detenido y condenado a pena de muerte en 1961 por múltiples asesinatos. Pena que fue conmutada por 30 años de cárcel y finalmente indultada en el año 1977.

Con sesenta años, la vida le daba a Florencio otra oportunidad, pero, ¿Cómo podía aprovecharla? ¿Por dónde podía empezar? Gracias a la amistad que Florencio forjó con un funcionario de prisiones pudo fijar su residencia en Olocau y trabajar de jardinero en la casa familiar.

El respeto impuesto por la ley, un trato digno en un mundo hostil como lo era el carcelario y la predisposición del interno, asentaron las bases del cambio. El 1 de enero de 2004 su muerte fue registrada con el nombre de Florencio Pla Meseguer, pues en la década de los 70 y gracias a la ayuda del funcionario que lo acogió, realizó los trámites pertinentes para que se reconociera legalmente su identidad masculina. Según apunta su sobrina Elena Solana en el libro Florencio Pla Meseguer, la dignidad robada, "dicen que murió feliz, sereno, tranquilo".

El respeto y la dignidad

"Cuando toda la vida una persona ha vivido rodeada de odio y maldad, no sabe ser ni hacer otra cosa. El instinto de supervivencia es mayor que la ley". Sin embargo, no es fácil para una mujer manejarse en un mundo completamente masculino donde las personas con las que interactúas puede que estén internas por violencia machista.

"A nosotras solo nos interesa el presente. Del pasado y del presente se encargan otras personas". El respeto que ella misma muestra es la mejor moneda de cambio que puede recibir y una de las lecciones más silenciosas que puede dar.

El viaje se representa de muchas e infinitas maneras y aunque la condición de turistas libres y autónomos empuje a las personas a descubrir distintos lugares, también existen otro tipo de viajes que sacuden el alma y resitúan la vida. Un viaje a través de un voluntariado es una vuelta al mundo sin billete de retorno.