Virginia Froilán del Valle

Virginia Froilán del Valle

Protagonistas

'Mamá, eres el amor de mi vida', una obra para reflexionar sobre el vínculo único entre madre e hijo

Cuando la muerte te toca tan de cerca que se lleva a tu hijo, te enseña a aceptar la vida en todas sus versiones. Este libro se presenta como un homenaje.

18 julio, 2024 01:38

Esta obra nos sumerge en un viaje emocional y conmovedor explorando el tema del duelo por la muerte de un hijo desde una perspectiva amorosa. A través de sus páginas, nos adentramos en una historia que aborda con sensibilidad y comprensión la experiencia única y dolorosa de enfrentar la pérdida de un hijo, invitándonos a reflexionar, a compartir y a encontrar consuelo en un tema tan profundo y personal.

Esta obra se adentra en la complejidad del sentido de la vida y es un faro de esperanza y sanación para aquellos que afrontan esta difícil realidad. Un libro lleno de aprendizajes que pueden servir a cualquier persona para adentrarse en el sentido de nuestra existencia y contemplar la vida en su plenitud. 

Mamá, eres el amor de mi vida es el mejor homenaje que he podido brindar a Darío. Si hay algo que tengo bien presente cada día de mi vida es que el amor de una madre y un hijo no se extingue nunca, ni siquiera la muerte puede acabar con él. Este convencimiento es el que me animó a intentar encontrar las palabras adecuadas a través de un lenguaje nuevo capaz de definir lo que es la pérdida de un hijo.

Portada de 'Mamá, eres el amor de mi vida'

Portada de 'Mamá, eres el amor de mi vida'

Así nació este texto, un libro que traza un camino de amor que me conecta con mi hijo. Es precisamente el amor lo que une a una madre y a un padre con sus hijos. Cuando te conviertes en madre descubres una forma de amar diferente y cuando un hijo muere también encuentras una manera distinta de amar, un amor incondicional que no precisa de la presencia física, que no impone condiciones ni se alimenta de expectativas.  

Compartí con Darío 4 años, 3 meses y 22 días, tiempo suficiente para que mi hijo me convirtiera en la mujer más dichosa del universo. Sin embargo, se marchó sin decirme cómo podía seguir viviendo sin él.

El camino que emprendí cuando mi hijo murió ha sido demasiado cruel, sobrepasando los límites del sufrimiento que cualquier ser humano pudiera soportar. Me situó en la más abominable oscuridad y me enfrentó a la vida sin piedad. Nunca había estado tan vacía y perdida.

Narro mi experiencia sin tapujos con el único propósito de que mi historia pueda servir de ayuda a alguien. El mensaje es de esperanza porque aprender a vivir de nuevo es posible. Encontrar remansos de paz que te hagan volver a sentir alegría e ilusión y alcanzar una felicidad distinta, compuesta por otras cosas, pero igual de intensa y válida. 

Un sufrimiento agonizante que fue dejando paso a un dolor que se fue suavizando con lentitud en el momento en el que reconocí que la muerte de mi hijo era inmodificable y que yo no era todopoderosa y no podía controlarlo todo.

No podía pretender cambiar la realidad, pero si era libre para elegir cómo enfrentarme a ella y decidí que no fuera el dolor lo que arrasará mi vida, prioricé el amor por encima de cualquier cosa.

Reconozco que la herida siempre estará presente para recordarme que cada nuevo día supone un reto y debo esforzarme en aquellas cosas que antes hacía de manera simple y sin que supusieran un reto.

Sé que el dolor me acompañará siempre y que gracias a él he obtenido grandes revelaciones; saber que hay algo mucho más fuerte que el miedo que la muerte nos origina, reconocer que a la muerte se la vence con amor y que cuando se tiene un motivo verdaderamente importante se puede volver a tener una vida plena y digna.

Mi motivo es que la muerte de un hijo no puede ser en vano y es necesario transitar este camino de amor hacia ellos para que la muerte no los convierta en olvido. Llegó un momento en el que supe que nunca volvería a ser la misma persona que fui junto a mi hijo, que con su marcha yo también morí para nacer de nuevo gracias a un duro proceso de transformación profunda.

Escribí sintiendo a mi hijo en cada una de las páginas que conforman este libro en un precioso proceso de autodescubrimiento que me permite observar la vida desde otra perspectiva.

Un viaje que me ha llevado de la oscuridad más absoluta a la luz más luminosa. Un camino con un claro punto de partida, el fallecimiento de Darío y un destino, la vida en toda su amplitud iluminada por la luz del amor que todos somos. 

He profundizado en mis sombras, he contemplado las estrellas que han estado a mi lado en las noches oscuras del alma y que me han iluminado hasta divisar la luz y, para adentrarme en ella, he tenido al mejor maestro, a mi hijo Darío.

Me rendí a su amor no resignándome al dolor para que no fuera este quien condujera mis días y me abandonase en un laberinto sin salida. Acepté que, aunque mi hijo no está físicamente conmigo, su amor permanece y decidí corresponderle permitiendo que su luz siga iluminando mis días.

Agradezco de todo corazón a cada lector su valentía por asomarse a nuestra historia de amor.