Nunca pensé que contar la historia de un ama de casa en los años 60 tuviera tanto que ver conmigo. La idea surgió una mañana haciendo la cama en casa de mi suegra (una gran exigencia, por cierto) cuando recordé aquellos 'concursos de amas de casa' de los que me había hablado mi madre y me dije a mí misma cuando remataba la faena: "yo nunca habría ganado un concurso de amas de casa". 

Supongo que en aquel momento pensé en qué habría ocurrido si alguien como yo hubiera llegado a la final de un concurso de ese calibre. Pero la construcción del personaje de Amelia Torres, la protagonista de Aviadora, se fue tejiendo inconscientemente ajeno a mi propia vida; sería mucho más adelante cuando me daría cuenta de que estaba escribiendo mi propia historia

Llevo más de veinte años trabajando en cine y televisión, en series y películas como Vis a Vis, Élite, El Cid, Los Protegidos o El Che. Aviadora nació naturalmente como una serie de televisión (nunca negaré que muy inspirada por La maravillosa Sra. Maisel (Prime Video), tanto en la propuesta como en el tono de drama y comedia). 

Enseguida encontré productores interesados en el proyecto que se lanzaron a buscar plataforma. Pero una serie de época no se ajustaba fácilmente a los parámetros de producción y algoritmos del momento. 

No me importó, emprendí la tarea de convertir mi proyecto de serie en novela. ¿Estaba loca? Quizá, pero muchas series que no encontraron producción acabaron en novela y después se convirtieron en serie, no tenía nada que perder y yo quería contar mi historia a toda costa. 

Simplemente, me fascinaba la época –que estudiaba con devoción–, y la idea de una mujer tomando una decisión totalmente a contracorriente: la ganadora del concurso "La mujer ideal 1966" decide no gastar el premio en los caprichos de su familia sino en cumplir su sueño dormido, convertirse en lo más atrevido que se me ocurrió, aviadora.

Sabía que la novela estaría llena de música, cultura popular, humor y personajes entrañables, que no huiría nunca de nuestro costumbrismo, que adoro (siempre con Berlanga y Azcona en la memoria) y estaría poblada de personajes episódicos que siempre tendrían algo que opinar al respecto. 

Iba descubriendo con fascinación (y también vergüenza) nuestra historia reciente, el peso que supuso la dictadura para todas las mujeres (independientemente del bando) y cómo, a pesar de haber salido de ella, aún arrastramos un lastre como sociedad que no solventamos, tanto en la configuración familiar como de pareja y, sobre todo, en la violencia ejercida contra las mujeres (la violencia machista tiene sus antecedentes directos en la dictadura cuando la discriminación y maltrato a la mujer estaban legitimados por ley). 

Virginia Llera © Jesús Mancebón

No perdería la oportunidad de reflejar cómo la dictadura había cercenado los sueños y oportunidades de tantas mujeres que se vieron obligadas a quedarse en sus casas por mandato nacional. 

Cualquier lector se sentirá identificado o identificará a alguno de sus seres queridos con alguno de los personajes, porque todos hemos tenido un contacto con ese pasado. Un pasado que no deberíamos olvidar y, sobre todo, me parece vital que lo conozcan los más jóvenes, para poder entender y mejorar nuestro presente y nuestro futuro como sociedad.

Mi propósito también fue combinar personajes imaginarios con personajes reales de la época para darlos a conocer. Fue casualidad que en un rodaje conociese al bisnieto de Mercedes Pinto y que me enviase los libros de su abuela, la fotógrafa Joana Biarnès me había impactado gracias a un documental y necesariamente había que introducir a las primeras aviadoras, como María Bernaldo de Quirós, Margot Soriano o Bettina Kadner.  

También sabía que quería darle un capítulo (y cierto protagonismo) a Pilar Primo de Rivera, creadora de la Sección Femenina y responsable directa de articular el papel que debía desempeñar la mujer durante la dictadura. 

Sentía que tenía la responsabilidad (y el gusto) de mezclarlas de una forma natural y orgánica en la historia, como si fuera un puzle, tenía las piezas, ya sólo tenía que encajarlas en mi historia.

Había dos hechos en mi vida que iban reforzando la idea de que yo misma vivía una situación parecida a mi protagonista: mis horarios laborales dentro de un rodaje (semejantes a las exigencias de unas clases de aviación) sumado a mi hobby de bailar y cantar en un grupo musical amateur empezaba a asomar como un verdadero problema de conciliación familiar como el que vive la protagonista de la novela. 

A pesar de contar con maridos feministas para la época (tanto en el libro como en la actualidad) la conciliación real a día de hoy supone un verdadero quebradero de cabeza para todas las familias cuando ninguno de los miembros quiere sacrificar su propia proyección personal y generalmente somos las mujeres las que más lo sufrimos. 

Algunas preguntas rondarán la mente del lector: ¿qué pasa cuando las mujeres brillan más que los hombres? ¿Están todos ellos preparados para que algo así pueda suceder? ¿Cómo vivió la sociedad española la emancipación de la mujer, su incorporación al mundo laboral? ¿Por qué las mujeres estamos siempre en el disparadero, hagamos lo que hagamos? 

Necesariamente debemos conocer nuestro pasado para entender el presente y poder reconfigurarlo de una manera en el que todos los miembros de la familia puedan brillar y desarrollarse normalmente. Y, además, conocer la Historia de las mujeres es una asignatura siempre pendiente.

Como Amelia Torres, que persigue su sueño a pesar de todos los inconvenientes, yo logré, por avatares de la vida, que mi novela llegase hasta Penguin-SUMA y quisieran publicarla. Literalmente luché contra horarios, algoritmos, rodajes, organización familiar e imponderables para cumplir mi sueño, y sin darme cuenta, yo también eché a volar.