El prestigioso psicólogo y estudioso del comportamiento humano de la Chicago Booth School of Business, Alexander Todorov afirma que bastan segundos para formarnos una opinión y emitir un juicio sobre alguien.
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Estos juicios instantáneos o snap judgements solo tardan una fracción de segundo en tomar forma en el cerebro, pero su influencia tiene un gran impacto en cómo vemos a los que nos rodean. Esto no es nada nuevo, pero, cuidado, porque los expertos alertan de que confiamos demasiado en estas impresiones que, la mayoría de las veces, son inexactas o equivocadas.
Lo anterior nos da una idea de la importancia que tiene la imagen que proyectamos al mundo y, más en particular, la relevancia que adquiere la misma en un proceso judicial.
Una concepción de los jueces como profesionales ajenos a todo tipo de sesgos y condicionamientos puede resultar algo utópica. Los jueces, como individuos que son, pueden verse afectados, en un plano subconsciente, por todo aquello que perciban en el transcurso de un juicio.
Otra cosa es que, a continuación, pongan dichas impresiones, intuiciones o, si se quiere, corazonadas, al servicio de las normas jurídicas, la lógica deductiva y la deliberación y, por supuesto, al de los criterios de independencia, imparcialidad e integridad que les exige su condición.
La importancia de la ropa en un juicio
Llegados a este punto, se preguntarán ustedes: si la imagen que proyectamos en un proceso judicial tiene tanta relevancia en el mismo, ¿es posible poner la misma al servicio de la estrategia judicial escogida? La respuesta es afirmativa.
Y prueba de ello lo son las estrategias de imagen utilizadas recientemente en los tribunales por personajes tan mediáticos como Johny Deep, Gwyneth Paltrow o incluso la socialité scammer, Anna Sorokin, a sugerencia, por supuesto, de sus letrados.
Cómo debemos vestir
En la gran mayoría de ocasiones, la indicación de los expertos será vestir de la manera más neutral posible para evitar que cualquier detalle, por mínimo que parezca, pueda desencadenar una respuesta emocional (e inconsciente) en el juez y/o jurado, según corresponda.
Esto lo conseguimos evitando colores chillones o brillantes, estampados complicados, adornos, así como todo tipo de complementos como gafas de sol que dificulten el contacto visual y/o joyería ostentosa, entre otros.
Pero, como adelantábamos, hay ocasiones en las que desencadenar una respuesta emocional es precisamente lo que se busca. No es lo mismo la defensa de una mujer, trabajadora, de mediana edad y acusada de allanamiento de morada que la defensa de un criminal reincidente.
En el primer caso, un traje sastre con camisa o blusa y tacones bajos puede ser una gran elección, ya que según cuenta Carolyn Mair, autora de Phsycology of Fashion, esto tiene asociaciones socioculturales positivas de personas trabajadoras de clase media que cumplen normas. En el segundo, la apuesta será diferente.
Continuando con la casuística, infinita, desde luego, el caso de Anna Sorokin resulta llamativo porque ha sido precisamente la neutralidad lo que se ha intentado evitar. La estafadora de la élite neoyorquina, que llevó el lema fake until you make it hasta las últimas consecuencias, ha hecho de las firmas de lujo su particular carta de presentación ante la Corte Suprema de Nueva York.
Lo contrario, defiende su asesora de imagen, Caroline Walker, hubiera revelado culpabilidad al no ser consistente con lo que ella representa.
En cualquier caso, lo que no ofrece duda es que debemos mostrar una imagen respetuosa con la institución y el juzgador. Lo contrario no será bien recibido y desconocemos si podrá tener algún impacto indeseado.
Especialmente importante es esto en los tribunales estadounidenses, donde incluso se han llegado a instaurar códigos de vestimenta de cumplimiento obligatorio, cuya legitimidad se ha puesto en entredicho en algunas ocasiones por debilitar el principio constitucional de acceso a la justicia protegido por la primera y sexta enmiendas y el Due Process, entre otros.
Me dispongo a cerrar estas líneas y me vienen a la cabeza las reflexiones de la jurista Terry Marroney que dan título a las mismas. Y es que, aunque creamos que entre la razón y la emoción el derecho solo admite la primera, la realidad nos demuestra que la emoción no es irrelevante al derecho.
*** Regina Mozo de Rosales Jauregui es abogada y especialista en derecho mercantil. Actualmente, trabaja como abogada en Banco Santander.
*** Las opiniones contenidas en este artículo son exclusivamente las opiniones personales del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de su empleador.