Los últimos estudios vienen a confirmar la creencia popular tan arraigada de que cualquier cosa que altere a la mujer embarazada afecta a su bebé. Sin embargo, la última investigación publicada en 'JAMA Pediatrics' establece el daño cerebral que pueden sufrir los fetos por la ansiedad y el estrés en las gestantes.
En concreto, el estudio midió cómo el saber que su feto tenía una cardiopatía congénita (CHD), una de las más comunes en los bebés, provocaba un estrés, ansiedad y depresión en la madre tan pronunciados que los bebés acababan con un desarrollo deteriorado en regiones cerebrales clave antes de nacer.
Los autores, miembros del Centro de Desarrollo de Cerebro del Children's National Hospital, insisten en que hay que seguir investigando pero advierten de la necesidad de tener en cuenta la angustia psicológica como parte rutinaria de la atención prenatal, para proteger el cerebro en desarrollo de los recién nacidos.
La doctora Catherine Limperopoulos, que ha dirigido el estudio, asegura que es muy alto el porcentaje de "mujeres embarazadas con un diagnóstico de un problema cardíaco fetal importante que dieron positivo por estrés, ansiedad y depresión". Pero igualmente de preocupante es la cantidad de mujeres que sufren estrés, ansiedad y depresión sin que sus bebés sufran ninguna patología.
Según las conclusiones de la investigación, el 65% de las mujeres embarazadas que esperaban un bebé con una patología cardíaca dio positivo por estrés; casi la mitad de ellas también sufría ansiedad y el 29% fueron diagnosticadas con depresión.
Un 9% de embarazadas, con depresión
En el caso de las mujeres que estaban gestando bebés sin ninguna patología, los problemas psicológicos también se destaparon como muy importantes: el 27% dio positivo en estrés, un 26% sufría ansiedad y a un 9% se le diagnosticó depresión.
Limperopoulos destaca que, por primera vez, se ha establecido que esa situación psicológica de las futuras madres afecta a las regiones del cerebro fetal que desempeñan un papel importante en el aprendizaje, la memoria, la coordinación y el desarrollo social y de su conducta. Por lo que la doctora apremia a la detección temprana en los exámenes prenatales de las mujeres de estos cuadros médicos.
El estudio incluyó a 48 mujeres cuyos fetos no nacidos habían sido diagnosticados con CHD y 92 mujeres con embarazos no complicados. En total, se realizaron 223 sesiones de resonancia magnética fetal para estos 140 fetos entre las 21 y las 40 semanas de gestación. Midieron el volumen cerebral en centímetros cúbicos para el cerebro total, así como medidas volumétricas para regiones clave como el cerebro, el cerebelo, el tronco encefálico y el hipocampo izquierdo y derecho.
En estos casos, el estrés y la ansiedad que se detectaron en el segundo trimestre se asoció con un hipocampo izquierdo más pequeño y cerebelos más pequeños solo en embarazos afectados por alguna patología cardíaca fetal.
Además, las regiones específicas eran más susceptibles al retraso en el crecimiento y hay que tener en cuenta que el hipocampo es clave para la memoria y el aprendizaje y que el cerebelo controla la coordinación motora.
La investigación deja en entredicho el trato médico prenatal que en materia psicológica se está dando a las mujeres ya que ninguna había sido sometida a pruebas de detección de depresión o ansiedad en sus exámenes rutinarios.
Además, ninguna estaba bajo tratamiento médico ni había recibido una atención específica en salud mental. Y no se trata de la falta de recursos o conocimiento de las pacientes puesto que la investigación asegura que el 81% de las mujeres a las que se les detectó CHD fetal tenía estudios universitarios y el 75%, formación profesional.
La conclusión de Limperopoulos apuesta por cambiar los protocolos con las futuras madres: "Es fundamental que hagamos estos exámenes de forma rutinaria y proporcionemos a las mujeres embarazadas acceso a tratamientos para reducir sus niveles de estrés prenatal tóxico para su salud y para la de los futuros recién nacidos".