Las mujeres llevan toda la vida tomando pastillas y dosis de medicamentos que no están ajustados ni para su cuerpo ni para su fisiología. Un estudio recién publicado de la Universidad de Chicago en colaboración con investigadores de Berkeley advierte de que, en general, las pacientes están sobremedicadas y mucho más expuestas a los efectos secundarios que provoca este exceso.
De hecho, según los datos de este estudio publicado en la revista Biology of Sex Differences, las mujeres tienen el doble de posibilidades de sufrir una reacción alérgica a un medicamento que los hombres y son más propensas a tener que ser hospitalizadas por este tipo de complicaciones.
"Durante mucho tiempo, la ciencia biomédica ha sido realizada por hombres y sobre hombres", explica en UChicago News el profesor Brian Prendergast, psicólogo de la Universidad de Chicago y coautor del estudio. "Incluso este sesgo comienza ya en la placa de Petri [el recipiente de cristal donde se coloca la muestra] donde la mayoría de las líneas celulares utilizadas en las primeras pruebas son masculinas para acabar probando luego las medicinas en animales de laboratorio machos".
El estudio ha encontrado 86 medicamentos habituales para los cuales hay una evidencia clara de cómo el producto actúa de forma diferente en el cuerpo de un hombre que en el de una mujer.
En casi todos los productos analizados, las mujeres los metabolizan más lentamente lo que lleva a mayores niveles de exposición que no se tienen en cuenta a la hora de establecer el tratamiento habitual. Esto lleva a que en un 96% de los casos las tasas de efectos secundarios son significativamente mucho más altas en las mujeres.
En la lista de pastillas incluidas en el análisis están algunas tan comunes como la aspirina, la morfina, la heparina o antidepresivos ampliamente recetados como la sertralina y el buproprión.
"Estos medicamentos están optimizados desde el principio para funcionar en cuerpos masculinos", aclara Prendergast, "por lo que necesitamos revaluar de inmediato la práctica generalizada de prescribir las mismas dosis a hombres y a mujeres".
Los médicos llevan años acreditando que las pacientes sufren muchos más efectos secundarios adversos a los medicamentos, incluso en aquellos en los que las dosis se ajustan al peso corporal porque entran otros factores más en juego.
Las complicaciones más habituales que experimentan las pacientes son dolores de cabeza, náuseas, somnolencia, depresión, aumento de peso, déficit cognitivo, convulsiones, alucinaciones, sangrado, agitación y anomalías cardíacas, según explican los investigadores.
Excluidas de los estudios
El principal problema es que durante décadas, las mujeres fueron excluidas de los ensayos farmacológicos por varios motivos: el primero era la falsa creencia de que los ciclos hormonales femeninos sesgarían los resultados de las pruebas y el segundo, los efectos que pudieran suponer estos experimentos a la hora de tener niños.
Desde 1993, EEUU ordenó a sus Institutos Nacionales de Salud que los ensayos se realizaran tanto en hombres como en mujeres pero no se tomaron muy en serio esta recomendación hasta el año 2014, cuando un estudio demostró que no había ningún tipo de interferencia en los resultados de las pruebas los ciclos hormonales de las ratones hembras en los laboratorios.
La Unión Europea también ha establecido sus propios mecanismos para que los ensayos incluyan el sesgo de género a la hora de determinar tanto las dosis como los posibles efectos que puedan provocar en el 50% de la población mundial. Sin embargo, en una revisión del año 2018 de 107 estudios de ensayos de control aleatorio en el que estaban inscritos tanto hombres como mujeres, solo el 26% había informado de sus resultados por sexos o había incluido a ambos sexos como una covariable más, mientras que en el 72% simplemente ni aparecía esta distinción en sus análisis.
La realidad es que la mayoría de los experimentos aún no incluyen a las mujeres y se siguen haciendo ensayos sin analizar datos por diferencias de sexo ni publicando sus resultados. Además, los investigadores insisten en que, el mercado está lleno aún de productos que fueron aprobados antes del año 1993 y por lo tanto no tienen nada registrado sobre sus posibles efectos en las pacientes femeninas.
"Hay muchos medicamentos que se recetan en base a una "talla única", y está claro que esto no siempre funciona. Especialmente los medicamentos que ya sabemos que tienen un amplio rango terapéutico, lo que significa que hay un amplio rango de dosis que aún son efectivas y podríamos hacer un trabajo mucho mejor para valorar las dosis teniendo en cuenta el sexo del paciente", insiste el coautor de la investigación.
Diferencias de peso y tamaño
El estudio advierte de que las mujeres generalmente tienen un menor peso corporal y órganos más pequeños, además de un mayor porcentaje de grasa corporal que afecta directamente a la absorción y distribución de los medicamentos en su organismo.
De esta forma, cuando un médico prescribe una dosis de tratamiento no está teniendo en cuenta cuánto tarda la mujer en eliminarlo o en asimilarlo sino que se siguen los parámetros que marca el cuerpo del hombre en el prospecto.
Normalmente, según aclaran los autores, los productos tienden a permanecer más tiempo en la sangre y en los tejidos de las mujeres que en las de los hombres, al igual que el hígado y los riñones femeninos también procesan generalmente los medicamentos a diferentes velocidades.
"Las mujeres tienen un tiempo de vaciado gástrico más lento y un pH gástrico más bajo, su volumen plasmático es más bajo, su índice de masa corporal diferente, su flujo sanguíneo promedio de órganos y agua corporal totalmente distintos... lo que afecta a la distribución del medicamento. Eso sin pensar que la respuesta al tratamiento también se ve afectada por los cambios fisiológicos durante el ciclo menstrual y sus variaciones hormonales".
Los investigadores ponen de ejemplo un anticoagulante como la lepirudina que se excreta por el riñón con aclaramiento sistémico en mujeres en un 25% menor que en los hombres: la lepirudina es detectable en la circulación de la sangre de una mujer hasta en las siguientes 48 horas, en comparación con las dos horas que dura en el de un hombre, lo que aumenta en gran medida el potencial de sangrado no deseado.
El resultado es que muchas más mujeres sufren trombocitopenia como una de las reacciones a este fármaco.
"Las razones de estas grandes diferencias no se entienden completamente, pero este es un resultado realmente sorprendente y una llamada de atención", asegura Prendergast sobre sus conclusiones. Y exige que se haga público el desglose por género de los participantes de los estudios en los datos de los ensayos para futuros análisis y se etiquete específicamente los medicamentos que ya se sabe que tienen diferencias en sus efectos según lo tome un hombre o una mujer.