Un viernes de julio, a las 10 de la mañana, comienza la última jornada laboral de la semana. En la calle, una temperatura de 32 grados a la sombra y, en la oficina, aun parece que es febrero. Es la realidad de muchas mujeres cuando llegan los meses de verano, y los aires acondicionados les obligan a acudir a sus puestos de trabajo más abrigadas de lo que la temporada estival requiere.
La batalla por la regulación del aire acondicionado en los espacios de trabajo ha supuesto un tema de debate en los últimos años. Las argumentaciones varían entre los efectos dañinos que este tiene para la salud de todos, para la mujer en particular y, ahora también, para el medio ambiente.
En 2020, una concejal de Unidas Podemos en el Ayuntamiento de Alicante, Vanesa Romero, afirmaba, durante un pleno municipal, que la temperatura establecida para el aire acondicionado en toda la sala suponía un “micromachismo”. Los medios se hicieron eco entonces preguntándose: ¿Es machista el aire acondicionado?
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Dos años después, la polémica no ha concluido. El portavoz de Más País-Equo en el Congreso, Íñigo Errejón, dirigió a principios de junio una petición a la Mesa del Congreso para moderar el uso del aire acondicionado en las instalaciones del Parlamento, una medida de ahorro "positiva para la salud y para el planeta".
El debate no es nuevo. En julio de 2011 ya hubo un rifirrafe entre José Bono, entonces presidente del Congreso, y Miguel Sebastián, ministro socialista de Industria en el gobierno de Rodríguez Zapatero. Este defendía quitarse la corbata y bajar el aire acondicionado, alegando que, con cada grado que se subía la temperatura, se ahorraba un 7% de energía. Bono se mostró contrario porque no llevar la corbata suponía una “falta de decoro”.
¿Pero a qué nos referimos con “micromachismo”? La psicóloga y directora del centro Espacio Propio, Gloria Zueco Lahera, lo define como "aquellos actos o conductas cotidianas que reflejan el sistema machista y la misoginia existentes. No son pequeños ni velados, simplemente están normalizados. No siempre tienen la intencionalidad de los efectos que efectivamente generan".
Y añade: "Los individuos reproducen automáticamente estas conductas que desde comentarios, gestos sociales enmascarados de “buena educación” mantienen las dinámicas de poder y jerarquía social por géneros. Y son la base, el vértice que sostiene y encamina el resto de acciones violentas contra las mujeres".
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Según algunos estudios, la brecha de género está tan camuflada entre las tradiciones más básicas de nuestra sociedad que puede llegar a colarse hasta en los conductos de ventilación de tu espacio de trabajo haciendo que, no solo pases frío, sino que rindas menos a nivel laboral.
Por ejemplo, en el año 2015, un estudio publicado en la revista Nature documentó que la temperatura habitual de las oficinas estaba regulada desde los años 60 pensando en el confort de un hombre de unos 40 años, 70 kilos de peso, y vestido con traje y corbata. Es lógico, entonces, que las mujeres pasen frío en verano. Sobre todo porque el organismo de ellas -explican los expertos de la publicación- necesita unos tres grados más de temperatura.
Un reclamo que, para muchas personas, puede sonar banal y fácilmente reemplazable, pero que, para las mujeres, puede derivar en un problema real de salud. Según la Escuela de Medicina de la Universidad de Utah, en un artículo publicado por National Geographic, las mujeres tienen hasta cinco veces más posibilidades de desarrollar Raynaud, un trastorno que produce el colapso de los vasos sanguíneos tras la exposición a bajas temperaturas.
Un estudio experimental publicado en 2019 por la revista PLOS One asegura que en temperaturas más frías, los hombres son más hábiles en ejercicios verbales o de aritmética. Sin embargo, el aumento de la temperatura dentro de un espacio de trabajo cerrado es directamente proporcional al aumento de las puntuaciones productivas de las mujeres.
Es decir, el diseño predeterminado de la temperatura en las oficinas ha sido pensado por hombres y para hombres, lo que, científicamente, coloca a la mujer en una situación de desventaja. La investigadora Agne Kajackaite, que partició en el último estudio mencionado, concluyó tajantemente lo que estos hallazgos suponían a un nivel social real: “Cuando la temperatura se eleva, la brecha de género desaparece”.
Desde el sindicato CC.OO., la investigadora Claudia Narocki aboga porque en el ambito laboral se conozca, y se tenga en cuenta, el reciente Plan para la Administración General del Estado, el cual busca reducir el consumo energético a través de la limitación de las temperaturas en los locales climatizados.
En el plan se detalla que en estos espacios no se supere los 19.ºC cuando sea necesario utilizar calefacción y no estar por debajo de los 27.ºC cuando sea necesario refrigerar.
Pero este plan choca con los locales en los que se realizan actividades ligeras (no sedentarias), es decir, cuando se está sentado con comodidad, desde escribiendo hasta conduciendo, en ellos, la temperatura estará comprendida entre 14.ºC como mínima y 25 ºC como máxima.
Además, en temas de género y sensación térmica es importante distinguir entre disinttas situaciones. Por ejemplo, las oficinas en las que hombre y mujeres visten de un modo parecido, es decir, un bufete de abogados donde tanto ellas como ellos suelen ir con traje de chaqueta.
También hay tiendas, grandes almacenes o establecimientos cara al público donde los dependientes, sean hombre o mujeres, llevan un uniforme similar, mientras que, en determinados oficios, al no estar "determinada" de manera fija la vestimenta, el que unos vayan con chaqueta y otros sin ella puede dar lugar a este tipo de inconvenientes con el aire acondicinado.
"Otra cosa es preguntarte si hay diferencias biológicas; es decir, si la respuesta fisiológica de hombres y mujeres ante las temperaturas ambientales es diferente", añade la investigadora.
Sobre este último aspecto, determinados científicos afirman que tal diferencia no existe y que la diferente sensación térmica tiene que ver con factores como el tamaño superficial de la piel de las personas y otros aspectos relacionados.
El debate llegó a alcanzar incluso las elecciones primarias neoyorkinas en 2018. La actriz que daba vida a la célebre Miranda en Sexo en Nueva York, Cynthia Nixon, se presentó como candidata frente a Andrew Cuomo, con una campaña que incluía este reclamo refrigerativo.
Cuomo era bien conocido en los corrillos políticos por celebrar, normalmente, sus mítines en recintos casi helados. Por eso, durante un debate electoral, celebrado por la CBS, Nixon solicitó establecer la temperatura del plató a 24,4 °C. Una de sus responsables de estrategia escribió a la cadena alegando que “la refrigeración de los espacios cerrados” era “notoriamente sexista”. Su candidata no quería pasar frío.
Multitud de mujeres alabaron y compartieron su petición en redes sociales. Fue el caso de la ensayista estadounidense Kerry Howley, quien publicó en su cuenta de Twitter: “El 49% de los americanos está controlando el 100% de los termostatos de oficina”.
Todavía queda mucho en esta 'batalla de género en el ambito laboral' que, sin duda, seguirá llevandose a debate. Mientras, sigue habiendo expertos que aseguran que biológicamente somos diferentes y que ello se debe tener en cuenta a la hora de encender el aire acondicionado en aquellos espacios compartidos entre hombres y mujeres.