El ajetreo constante, los nervios y otras emociones que nos abruman a diario determinan no solo lo que comemos, sino también la forma en la que lo hacemos. Es habitual que canalicemos la carga de un mal día con alimentos poco nutritivos que perjudican a nuestra salud y frustran los planes de seguir cualquier dieta orientada a la pérdida de peso.
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A todos nos ha pasado alguna vez que empezamos a comer y no podemos dejar de hacerlo. ¿Por qué ocurre esto? Y, lo más importante, ¿qué podemos hacer para evitar caer en los impulsos?
Ansiedad por comer
Cuando hablamos de este fenómeno, nos referimos al estado en el que una persona come, de forma incontrolada y en exceso, para evadirse de otras situaciones y pensamientos que afectan a su vida.
En esta situación, la sensación de hambre no es real ni objetiva, sino más bien fruto del malestar emocional. Por eso mismo, no debe extrañarnos que, si estamos pasando por un momento de estrés intenso, nos decantemos por dulces, patatas y otros ultraprocesados que nos satisfacen por unos momentos.
En cualquier caso, todo esto es temporal, y oculta un problema más grave que, con el tiempo, puede acabar conduciendo a un bucle del que cada vez es más difícil de salir. Por eso, es fundamental identificar los factores que llevan a comer de forma ansiosa.
¿Por qué se produce?
La primera causa del atracón tiene que ver con la autoimagen y cómo nos sentimos con nosotras mismas. La falta de autoestima nos lleva a sentirnos insatisfechas y descuidarnos.
La apariencia física se convierte en un problema que, ante la imposibilidad de solucionar de manera inmediata, autosaboteamos de forma inconsciente llenando el vacío por medio de la comida.
Otras veces, este es un problema que sufren precisamente aquellas mujeres que están en medio de una dieta demasiado exigente. Según un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Granada, la restricción alimentaria provoca una serie de déficits biológicos en el organismo —como cambios en los niveles de serotonina— que llevan a la persona a "experimentar un deseo irresistible de ingerir grandes cantidades de comida".
Los atracones surgen como 'efecto rebote' del exceso de autocontrol. Si estamos constantemente controlando nuestras ganas de comer, corremos el riesgo de derrumbarnos y refugiarnos en comidas hipercalóricas para alcanzar ese bienestar.
Hacia una buena relación con la comida
1. Alimentación a la japonesa
No eres lo que comes, pero está claro que la forma en la que lo haces dice mucho de cómo te encuentras. Trata de respetar los momentos más importantes del día: desayuno, almuerzo y cena, sin saltarte comidas y dedicando el tiempo justo y necesario a cada una de ellas.
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¿Has oído hablar del método Hara Hachi Bu? Consiste simplemente en comer hasta que sientas que ya no tienes hambre, e intenta dar una mayor importancia en tu dieta a comidas al vapor, hervidas o a la plancha; métodos de cocción con los que se respetan las vitaminas y minerales de los alimentos.
2. A por los remedios caseros
Las infusiones pueden ser nuestras grandes aliadas para sentirnos más saciadas, al tiempo que aprovechamos sus propiedades antioxidantes, antiinflamatorias y astringentes. La manzanilla, la infusión de jengibre o el té de rosas son algunos ejemplos de agradable sabor que nos ayudarán a relajarnos y acelerar el metabolismo de forma completamente natural.
3. Haz ejercicio cada día
Realizar una actividad física puede ser una estupenda forma de distraer la mente al tiempo que tonificamos la musculatura y favorecemos la quema de grasa corporal. Una caminata diaria no te llevará más de media hora y, si la acompañas con una alimentación saludable, podrás notar efectos muy positivos en tu físico.
4. Utiliza técnicas de relajación
Trata de practicar ejercicios que te ayuden a disminuir la tensión acumulada durante el día. Puedes encontrar muchos retos de mindfulness, yoga en 30 días y otras prácticas que desviarán tus pensamientos de la comida, te hará sentir mejor y, de paso, te permitirá adelgazar potenciando la quema de calorías.
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