Tradicionalmente se ha pensado que los problemas cardiovasculares y, en concreto, el infarto de miocardio, "es cosa de hombres". De hecho, según una encuesta realizada por la Sociedad Española de Cardiología (SEC) publicada el pasado mes de marzo, el 74,2% de encuestados españoles no sabían que las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte en mujeres. Por contra, la mayoría de los españoles (64%) le otorga ese ‘honor’ al cáncer. 

Uno de los puntos que más llama la atención de este desconocimiento es que no se diferencia por géneros. Es decir, ni hombres ni mujeres saben lo grave que son ese tipo de enfermedades en mujeres. Carolina Ortiz, coordinadora del proyecto Mujer y Corazón de la SEC, resume este dato así: “Es decir, las propias mujeres tampoco lo saben”.

La ciudadanía española también cree que el infarto causa más muertes en varones que en féminas. Y también esto es falso, como indican los números facilitados por la cardióloga de la SEC:

“Cuando una mujer tiene un infarto, la probabilidad de morir puede llegar a ser hasta el doble que en el hombre (9% riesgo de muerte en mujeres y 4,1 % en hombres)”.

Y un porcentaje más. Esta vez sacado del Informe Anual del Sistema Nacional de Salud 2022: en España el 2,3% de las personas padecen de enfermedades isquémicas del corazón como la angina de pecho o el infarto. Pues bien, de ese porcentaje, el 1% son mujeres. Con todos estos datos en la mano se hace evidente que es necesario concienciar a las mujeres de la importancia de cuidar su salud cardiovascular.

Diferencias por género

Es cierto que tanto en la manera de presentarse como de entenderla, e incluso de abordarla, difiere por géneros. Comenzamos con la diferencia por edad. Según explica Esther Merino Lanza, cardióloga del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid: “A las mujeres nos suele ocurrir a edades más avanzadas que a los hombres. Hasta la menopausia, las hormonas femeninas protegen a la mujer frente a la aterosclerosis, por lo que el riesgo de enfermedad cardiovascular es bajo. Después de la menopausia, esta protección natural desaparece y el riesgo aumenta hasta prácticamente equipararse al de los varones”.

También los síntomas varían algo, aunque Ortiz incide en que la principal forma de presentación del infarto tanto en mujeres como en hombres es el dolor en el pecho. “Es importante este dato para no minimizar o infra consultar al médico cuando este síntoma aparece”, añade. 

Pero en nosotras, este síntoma puede ir acompañado de otros. “En mujeres, a veces aparecen las presentaciones que llamamos atípicas: sensación de falta de aire, mareo, dolor en la espalda”, afirma Merino Lanza, quien apunta además a que la opresión en el centro del pecho, que puede irradiar hacia el cuello o el brazo izquierdo, a veces “se acompaña de sensación de malestar intenso, sudoración o náuseas”.

“En muchas ocasiones, cuando una mujer tiene dolor en el pecho se atribuye a otras enfermedades como ansiedad o enfermedades digestivas."

Carolina Ortiz. 

Mayor mortalidad en mujeres

Si el principal síntoma es muy parecido y, en realidad, conocido por la mayoría de la población… ¿Qué causa que sea más grave en mujeres? La respuesta es multifactorial, siendo la principal el infradiagnóstico, a menudo provocado por las propias pacientes.

Esto es lo que dice Carolina Ortiz: “En muchas ocasiones, cuando una mujer tiene dolor en el pecho se atribuye a otras enfermedades como ansiedad o enfermedades digestivas. Las propias mujeres tienden a pensarlo, lo cual las lleva a no consultar al médico o consultar tarde, llegando, por tanto, ya con infartos más evolucionados, más difíciles de manejar y con peor pronóstico”. 

El rol social tiene parte de culpa, según la cardióloga de la SEC, que entiende que la mujer se atribuye a sí misma el papel de cuidadora. “Además, sus responsabilidades familiares hacen que no priorice su propio estado de salud y lo ponga en último lugar, nuevamente retrasando su consulta”. A esto hay que añadirle que, al tener los accidentes cardiovasculares con más edad, “suele haber otras enfermedades asociadas”, apunta Merino.

Pero no toda la responsabilidad es nuestra, ni siquiera del entorno social. Ortiz entiende que la atención sanitaria también es dispar: “A menudo, su manejo es menos intervencionista y su tratamiento más conservador, se realizan menos intervenciones cardiacas como cateterismos o cirugías, o se les prescriben menos fármacos”. Y algo más: “La infrarrepresentación de mujeres en la investigación científica ha provocado que tengamos menos información para caracterizar cómo se presenta, cómo se trata y cómo evoluciona esta enfermedad en mujeres”.

Electrocardiograma Pexels

“Como si me hubiera caído un enorme peso encima”

Estos apuntes ofrecidos por ambas expertas tienen mucho en común con la experiencia de Aurora, quien sufrió un infarto de miocardio hace ocho años, cuando tenía 66. “En realidad me avisó un mes antes, cuando caminando (como suelo hacer regularmente) me dio un dolor muy fuerte en el pecho. Pensé que no tendría importancia, incluso que podría ser de una pequeña depresión que había pasado unos meses antes y, como se me pasó, ni fui al médico”.

Tres semanas después, el dolor se volvió a repetir. “Esta vez fue por la mañana y de nuevo por la tarde. En ese momento ya fue un dolor muy intenso que se iba hacia el brazo izquierdo. Era como si me hubiera caído un enorme peso encima”. La suerte fue que a su marido no le pareció normal y fue él quien se empeñó en llevarla al hospital. Tras mantenerla en observación, allí le practicaron un cateterismo.

Factores de riesgo

Sorprende del caso de Aurora que no cumplía ni uno solo de los factores de riesgo clásicos, precisamente los que aumentan tras la menopausia: “No tengo problemas de obesidad, ni fumo, ni bebo, no tenía antecedentes, ni colesterol alto, ni hipertensión. Y hago ejercicio físico moderado habitualmente: salgo a andar y voy al gimnasio. Los médicos no se lo explicaban”.

Quizás tenga que ver con que los factores de riesgo también varían respecto a los hombres. O, mejor dicho, son más amplios, sobre todo, en mujeres jóvenes. “Existen otra serie de factores específicos del sexo femenino que aumentan el riesgo cardiovascular y que frecuentemente se desconocen”, con la complicación de que varían según la etapa de la vida, confirma Carolina Ortiz. 

La experta se refiere al desarrollo de hipertensión durante el embarazo (preeclampsia o eclampsia) o de diabetes gestacional. Y añade el síndrome de ovario poliquístico, durante la edad fértil. “También algunas enfermedades autoinmunes prevalentes en mujeres como la artritis reumatoide o el lupus”. Y concluye: “Es importante conocer estos factores de riesgo específicos para incluirlos en la valoración del riesgo cardiovascular que tienen las mujeres y actuar en base a ello con el seguimiento adecuado”.