“No hay conexión alguna entre lo que hace nuestro Gobierno y lo que quiere el votante medio, ninguna conexión”, cuenta a este diario el candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos Lawrence Lessig en entrevista telefónica. “No tenemos una democracia representativa”.
Desde este verano, Lessig, de 54 años, compagina su trabajo de profesor de Derecho en la Universidad de Harvard y sus responsabilidades como padre de familia con convencer al pueblo estadounidense de que lo elija presidente. El pasado 6 de septiembre, confirmó su intención de embarcarse en la carrera por el despacho presidencial tras haber recaudado un millón de dólares para lanzar su campaña. En este último mes ha conseguido otro millón para promover su candidatura a través de unas 10.000 donaciones.
Pero a diferencia de los otros candidatos demócratas -como la exsecretaria de Estado Hillary Clinton o el senador Bernie Sanders- Lessig no quiere gobernar, o al menos no por mucho tiempo. El profesor se presenta como “presidente referéndum” con el único objetivo de transformar el sistema electoral para luego ceder la Casa Blanca a su vicepresidente. “Lo que intento hacer es identificar una estrategia que tenga una oportunidad plausible de hacer realidad el tipo de reforma que necesitamos”, afirma. “Se supone que nosotros tenemos que tener las manos en el volante y ahora el volante está suelto del eje”.
Su plan para regenerar la democracia se materializa en una propuesta de Ley de Igualdad Ciudadana con la que quiere garantizar representación igualitaria para todos los estadounidenses. Lessig entiende que el sistema actual es corrupto porque proporciona a la gente “poder desigual” a la hora de elegir a sus representantes y, por tanto, de hacer que sus preocupaciones se oigan en el Congreso. La propuesta legislativa persigue tres metas: el acceso igualitario al voto; una representación territorial equitativa; y que las elecciones sean financiadas por los ciudadanos y no por grupos de interés, como el mundo empresarial o los sindicatos.
El primer objetivo se conseguiría a través de medidas como mover las jornadas electorales a festivos nacionales o automatizar el registro de votantes. Las restricciones en el registro de votantes y los días en que se celebran las elecciones han tenido tradicionalmente un impacto mayor en las minorías étnicas en EEUU.
El segundo busca combatir el llamado gerrymandering, una práctica que consiste en manipular las circunscripciones electorales para decantar la balanza de antemano hacia un partido u otro. “Vivimos en un mundo donde 75 millones de estadounidenses carecen de representación efectiva en el Congreso porque el congresista de turno no se preocupa de lo que dicen, porque es la opinión minoritaria de ese distrito”, denuncia Lessig.
No hay conexión alguna entre lo que hace nuestro Gobierno y lo que quiere el votante medio, ninguna conexión
La tercera meta consiste en rediseñar el sistema de financiación de campañas políticas en EEUU para evitar que la agenda de los grupos de interés dicte la política nacional. “[Los grupos de interés] no son representativos de la gente y esa brecha significa que no tenemos un sistema que funcione realmente de manera que pueda representar a las personas”, dice. Lessig propone una especie de cheque ciudadano de unos 50 o 100 dólares financiado con dinero público para que cada estadounidense pueda apoyar al candidato de su elección. “El contribuyente tomaría decisiones sobre a quién y cómo apoyar una campaña política”, explica Lessig. “Pero esas campañas dependerían del dinero de millones de personas y no del dinero de unos pocos”.
Si bien el dinero es crucial para llegar al poder en EEUU -el presidente, Barack Obama, se gastó unos 740 millones de dólares en su reelección en 2012-, menos del 10% de los estadounidenses ha donado dinero alguna vez a un candidato, de acuerdo con datos del Center for Reponsive Politics, un organismo dedicado a vigilar flujos de dinero en política. En realidad, los grupos de interés y grandes fortunas son los que pagan los anuncios.
Las empresas pueden gastarse sumas ilimitadas de dinero en promocionar o atacar a un candidato a través de grupos políticos independientes de las campañas oficiales, como los Super PAC (súper comités de acción política) o algunas ONG, que realizan campañas paralelas. Este controvertido sistema de financiación electoral que Lessig persigue cambiar es fundamentalmente fruto de una decisión de 2010 del Tribunal Supremo conocida comúnmente como ‘Citizens United’. “Me decepcionó el alcance de la decisión, ciertamente”, afirma el profesor.
Lessig, que se considera progresista, ha trabajado en los últimos años para acabar con el modelo de financiación vigente y, por ejemplo, ayudó a crear Mayday US, un Super PAC que apoya a candidatos al Congreso dispuestos a reformar el sistema. Pero dos décadas antes, tras graduarse de la escuela de Derecho de Yale -Derecho en EEUU es un posgrado-, Lessig pasó por el Tribunal Supremo para trabajar para Antonin Scalia, un famoso magistrado conservador que luego fue uno de los responsables de ‘Citizens United’. Pese a no estar de acuerdo ideológicamente, Lessig afirma que aprendió mucho de Scalia, en concreto, la importancia de preservar los propios principios. “Él tenía un compromiso fuerte con aplicar sus principios [en su razonamiento jurídico] con independencia del resultado”, dice. Lessig explica que si Scalia buscaba alcanzar un resultado político a través de su voto en el Tribunal y ese resultado era incongruente con sus principios, el magistrado renunciaba al resultado político para respetar sus valores. “Eso fue muy importante para mí porque me confirmó una cosa: que se puede hacer justicia sin política”, dice Lessig.
Pero antes de tomar el camino del Derecho y convertirse en académico, Lessig estudió un máster en Filosofía en Cambridge, Massachusetts, y antes un grado en Economía y Administración. Su afán de reflexión y su ansia por entender sus propias convicciones morales lo llevó a estudiar Filosofía. Su pensador favorito era el austríaco Ludwig Wittgenstein, porque entendía que el papel del filósofo era ayudar a la gente a pensar y liberar sus mentes. Estudiar en Cambridge fue una importante experiencia vital para Lessig, ya que se crió en un pequeño pueblo de Pensilvania. La idea de estudiar derecho llegó cuando Lessig se dio cuenta de que no podía ser filósofo y precisaba hacer algo más práctico. “Me atraía realmente porque semejaba en muchas maneras filosofía aplicada”, dice.
El nacimiento de Creative Commons
Su actual activismo político deriva de su activismo por la libertad en internet, que se desarrolló junto con su carrera académica. Lessig siempre ha sido un apasionado de la tecnología y programaba ya en el instituto. Pero fue al inicio del nuevo milenio cuando el profesor comenzó a luchar por preservar el “concepto original” de internet: una red equitativa donde los usuarios pueden crear, compartir e interactuar libremente. “El convertirme en activista ocurrió realmente cuando vi que muchos de los valores del internet original estaban siendo amenazados por la increíble influencia de la ley, a través de normas, de abogados, de denunciar a la gente”, cuenta. “Y por eso me interesé por cómo podía involucrarme y defender internet de lo que yo consideraba influencias muy destructivas”.
Eso le llevó a participar en la creación de la ONG Creative Commons en 2001, que ha desarrollado nuevas licencias de derechos de autor que permiten a los internautas compartir sus creaciones con facilidad, al tiempo que respetan la ley. Cada licencia tiene unos términos de uso específicos que pueden ir desde la simple atribución cuando se reutiliza una obra (una foto, una canción, etc.) a una restricción para usos comerciales. De esta manera, los usuarios pueden compartir sus trabajo con conocimiento de sus derechos y las personas que quieran usarlo conocen igualmente sus obligaciones. “Por un lado, tenías una tecnología que promovía compartir masivamente. Por otro, las regulaciones aumentaban”, dice Lessig sobre el origen de Creative Commons. “Y lo que deseaba hacer era encontrar una forma -muchos de nosotros trabajamos en esto- de realmente permitir a las personas compartir de la manera que querían y de acuerdo con las normas de propiedad intelectual”.
Lo que quiero es que los ciudadanos tengan el poder y que haya el mismo principio de neutralidad para los gobiernos que el que tenemos en internet
Pero su visión de internet se traduce directamente en sus ideas políticas de igualdad de poder para todos los ciudadanos. De hecho, Lessig es uno de los arquitectos del concepto de ‘neutralidad en la red’, el principio de que los proveedores de servicios de internet y los gobiernos no pueden tratar a usuarios, páginas o contenidos de forma diferente, sino que todos deben recibir el mismo trato -la misma velocidad de conexión o las mismas tarifas- sin que se favorezca a unos frente a otros de manera subjetiva. “Lo que dice la neutralidad en la red es que la decisión final de lo que tiene éxito en internet debe depender de los usuarios y no de los intermediarios. Y ésta es la misma idea que tengo en mi lucha por la democracia”, afirma. “Lo que no me gusta es que los intermediarios, los que financian las campañas, tengan tanto poder. Lo que quiero es que los ciudadanos lo tengan y que haya el mismo tipo de principio de neutralidad para los gobiernos que el que tenemos en el contexto de internet”.
La actividad política de Lessig dio un giro en 2007 tras una conversación con Aaron Swartz, un famoso activista de internet que se suicidó hace dos años cuando la justicia lo perseguía por descargar millones de documentos académicos protegidos por derechos de autor y difundirlos. “Vino a mí y básicamente me convenció de que no íbamos a progresar en las cuestiones de la red siempre que existiera esta corrupción [política] más fundamental, por lo que me convenció para dar un paso al frente e intentar lidiar con esta corrupción”, afirma Lessig.
Ahora, su objetivo a corto plazo es entrar en los debates electorales para poder exponer sus ideas y ganar seguidores. También, Lessig busca a un vicepresidente que se presente con él a las elecciones y tome las riendas tras su dimisión. “Quiero a alguien que pueda emocionar a las bases demócratas y creo que gente como Bernie Sanders lo ha hecho muy bien, o Elizabeth Warren. Pero es muy pronto para hablar de eso”, asegura. Sanders y Warren están en el ala más a la izquierda del Partido Demócrata y sólo el primero es candidato en la carrera presidencial.
Respecto a por qué se presenta como candidato demócrata y no al margen de formaciones políticas, Lessig afirma que es imposible competir con una candidatura independiente en la carrera por la Casa Blanca. “No hay forma de ser independiente en el sistema político estadounidense”, afirma. “Prepararlo, estar en todas las papeletas, es increíblemente caro, simplemente no sería posible”.